De sirvienta a señora

1. Los Loughty.

El día era perfecto para una fiesta del té, un evento que los señores Loughty preparaba en las tardes de primavera, e invitaban a sus amigos.

Yo por su parte, no era una de esas personas afortunadas, no tenía el estatus para acudir a una fiesta del té, pero tenía el privilegio de servir como una de las sirvientas de la familia Loughty Hans.

— ¿Me puedes echar una mano Rosela? — Me pidió mi madre, la sirvienta de la señora Aylin.

Me acerqué a ella y la ayudé con unos vestidos enfundados en unas fundas negras.

— El doctor Ángel te exigió que no cargaras con peso. — Regañé a mi madre.

— ¿Y qué quieres que le digas a la señora? Que no puedo ocuparme de mis deberes.

— Sí. — Protesté, enojada, subiendo las escaleras. — Estás enferma, mamá. Ni tendrías que estar trabajando.

Mi madre siguió mis pasos, la familia Loughty Hans vivía en un castillo enorme y lujoso, además, eran reconocidos por su bondad en sus generosas donaciones.

— Le prometí a la señora Loughty que no me iría hasta que encontrara una sustituta. — Me respondió mi madre.

Me giré aún más enojada. Ellos podían contratar a cualquiera, pero parecía que la señora Aylin no le tenía ningún respeto a que mi madre enferma.

— Mamá…

— Rosela, hija, entiendo como te sientes. — Mi madre me agarró del brazo. — Pero he estado junto a la señora Aylin toda la vida y si tengo que aguantar un poco más, lo haré.

Mi madre adoraba a la señora Aylin, pero yo no estaba tan convencida de que su adoración hacia ella fuese merecida.

Mi madre empezó a toser, dándole un ataque de tos. Se cubrió la boca con un pañuelo, intentando tranquilizarse.

— ¡Mamá! — Susurré, preocupada, siempre me preocupaba cuando se ponía así, era mi única familia.

Cuando las majestuosas puertas de una sala de la segunda planta del Castillo, se abrieron.

— Samantha, por qué has tardado tanto, ven rápido. — Ordenó la señora Aylin Loughty Hans a madre.

Mi madre tomó de mis manos los vestidos y ni siquiera me miró, se apuró a ir corriendo a la sala.

Una sirvienta cerró las puertas de la sala después de entrar mi madre.

Esa misma tarde, los jardines del castillo Loughty se llenaron de invitados, amigos de los señores, todos dispuestos a disfrutar de la fiesta del té.

La señora Aylin Loughty estaba emocionada por cómo quedó adornado el jardín y presumía de él tanto cómo presumía delante de sus amistades de su guapo hijo Luciano.

Agarrada al brazo de su hijo, paseaba con él por el jardín lleno de flores, no eran solo las flores que cuidaba a diario el jardinero Pedro, sino también las que se compraron para adornar las mesas.

Las chicas que acudieron a la fiesta miraban y corrían con sus madres para ser presentadas al hijo mayor de la familia Loughty Hans.

— Rosela, tu mamá no se encuentra bien. — Me dijo una de las sirvientas del Castillo Loughty.

Al escuchar que mi madre no se encontraba bien, corrí apurada a su habitación en la zona de los empleados.

— ¡Mamá! — Dije, agitada, entrando a su habitación, dentro no solamente encontré al doctor Ángel, también al señor del Castillo, Lauro Loughty, que hablaba por su teléfono móvil. — Mamá, ¿me han dicho que no te sientes bien?

Me acerqué a su cama donde mi madre se encontraba sentada.

— Solo estoy cansada, pero el señor Lauro se preocupa demasiado. — Mi madre me consoló.

Miré al señor del Castillo Loughty, y me incliné agradecida por su preocupación hacia mi madre.

— Sería mejor llevarla al hospital y tenerla en vigilancia. — Me comunicó el doctor Ángel.

— Es cansancio. — Mi madre se excusó para no ir al hospital, seguramente, estaba pensando en la señora Aylin.

— No digas tonterías, Samantha. — El señor Lauro contestó con actitud seria, mirando luego al doctor. — Doctor, cualquier cosa me lo haces llegar a mí.

— Pero… — Mi madre se iba a levantar, pero se mareó.

El doctor y yo la agarramos. Mi madre solo pensaba en la señora Aylin, por ello mismo mi padre se marchó dejándome a mí con ella.

— ¡Pero nada, Samantha! Obedece al doctor, hazlo por lo menos por tu hija. — Le dijo Lauro seriamente a mi madre. — Lo hablaré con mi esposa, ella lo entenderá.

Todavía recordaba como mi padre me agarró las manos la noche que se fue, trasmitiéndome el amor que sentía por mi madre y por mí.

— Sé que no lo entiendes, Rosela. — Mi padre besó mis pequeñas manos. — No soy importante para tu madre, no hasta que se libre de su lealtad hacia Aylin.

Llorando vi como mi padre se marchaba, y no vi a madre inmutarse. No le importó que papá se marchara y que se llevara con él a mi hermano pequeño.

La señora Aylin Loughty permitió que mi madre fuese al hospital a cambio de que yo ocupara su lugar, alegando que solamente confiaba en mi madre.

Mientras servía el té a la señora Aylin y a sus amigas, pensaba en mi madre y en lo sola que debía encontrarse.

— ¿Y tu sirvienta que te sigue a todas partes? — Preguntó una de las amigas de la señora Aylin.

Se estaba refiriendo a mi madre. La señora Aylin, sosteniendo en sus manos la taza con su té, ahogó un lamentable gemido.

— Mi sirvienta Samantha está enferma. Mi esposo y yo nos hemos preocupado tanto que la hemos llevado al hospital. — Habló, como si ella fuese la persona que se preocupó por mi madre. — Mientras tanto, su hija está ocupando su lugar.

La señora Aylin me miró, tocando con las yemas de sus dedos mi uniforme de sirvienta.

— Esta joven hermosa es la hija de Samantha. — Una de ella pronunció el nombre de mi madre.

Aylin soltó bruscamente su taza y mirándome con desprecio me ordenó.

— Retírate.

Me incliné repetidamente.

— Sí, señora Loughty. — Respondí, pero antes de irme miré a la mujer que había pronunciado el nombre de mi madre, ella me sonrió amigablemente.

Me retiré, escuchando hablar a otra de las amigas de la señora Aylin Loughty Hans.



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En el texto hay: #drama, #romance, #familia

Editado: 19.02.2025

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