De sirvienta a señora

4. Con mala saña

La señorita Marietta iba admirando el paisaje subida en el cabello. Los terrenos alrededor del Castillo Loughty eran de extensos bosques. Nosotras no nos salimos del camino, haciendo una ruta que se construyó alrededor del Castillo y que era la misma que la señora Aylin recorría cuando salía a montar con sus hijos.

Desvié mi mirada al riachuelo que había aún lateral del camino, justo deslizando una pequeña pendiente.

— Cuando me case con Luciano, le diré que vivamos en la ciudad. — Habló la señora Marietta. — Seguramente tú has vivido toda la vida aquí, rodeada de bosque.

Si lo que quería era ofenderme, no lo lograría. Me gustaba la tranquilidad que me daba vivir lejos de todo el bullicio de las personas.

— Cerca hay un pequeño pueblo, se podría acostumbrar. — Respondí a la señorita, levantando la mirada hacia ella. — Al señorito Luciano le gusta mucho vivir aquí. Él dice que aquí logra concentrarse mejor en el trabajo que estando en la sucursal Loughty.

Cuando la señora Aylin regresaba a la ciudad se llevaba a mi madre, dejándome a mí aquí. Me decía que era hija del hombre que le robó una vez a mi madre y pensaba que si yo pisaba la ciudad, me llevaría a mi madre conmigo. No la culpaba, porque era lo que un día haría.

— Hablas como si conocieras a Luciano. — Me dijo, con el rostro enfurecido.

Todavía podía sentir su aroma en mi piel, lo conocían mucho más que ella.

— Si ha sonado así, lo lamento, señorita, no era mi intención. — Agaché la mirada, obligada a ser respetuosa.

— Está bien. — Me contestó la señorita Marietta. — Es normal que una sirvienta no tenga modales. Viviendo como una pueblerina, rodeada de bosque. Que lastima de tu juventud.

Cerré los puños con fuerza, teniendo que callarme una vez más. Mantener la boca cerrada ante los comentarios hirientes de la señora Aylin y de sus invitados… ¿era mi obligación?

— Siendo la hija de un empresario, aprovecharía mi tiempo y recursos en estudiar, no en perseguir a un hombre que nunca la mirará. — Pronuncié, no era que pensara en mis palabras, éstas salieron por sí solas de mi boca.

Luciano nunca pondría sus ojos en la señorita Marietta, no era que pensara que un día estaría conmigo, sino que las mujeres tan artificiales como ella no eran de su agrado.

— ¡¿Cómo tienes la boca tan desvergonzada para hablarme así?! — Me gritó, poniéndose roja de la vergüenza.

— Señorita, es lo que usted está haciendo. Persiguiendo al joven Luciano Loughty para ser la nueva señora de la familia. — Contesté, levantando la mirada para mirarla a los ojos. — ¿O miento?

— ¡CÁLLATE! — Apretó las riendas del caballo con ira. — Una sirvienta no debe levantar la mirada, ni responder a su señorita.

— No lo haré si logra casarse con el señorito Luciano. — Respondí, en un arrebato de cansancio y descaro.

¿Qué estaba haciendo siguiendo a la señorita Marietta mientras montaba a caballo? En el castillo tenía muchas tareas que atender todavía, para estar perdiendo el tiempo.

— Aprende cual es tu lugar. — Murmuró, dándome un empujón con su bota y haciéndome caer por la pendiente. — Eso te pasa por atreverte a hablarme como si fuéramos iguales.

Mientras caía rodando por la pendiente, me iba golpeando, hasta que mi vista se quedó totalmente oscura.

Sentí el agua del riachuelo mojando mis ropas y de fondo oía a Marietta reírse.

— Torpe, estúpida. — Era lo primero que escuché con claridad después de recuperar el sentido.

Me intenté incorporar, pero todo a mi alrededor lo veía borroso y me daba vueltas.

— ¡¿Qué está pasando aquí?! — Fue la voz de Luciano la que escuché, resonando con fuerza las pisadas de un caballo.

— Se ha caído la muy torpe. — La señorita Marietta mintió descaradamente. — Los Loughty no deberían tener a esta clase de sirvientas, que no sabe ni caminar. Eso da mala imagen.

Miré hacia arriba, pero todo me daba vueltas.

— Déjame dudar de su palabra, señorita Marietta. — Respondió Luciano, pudiendo notar en sus palabras frustración y rabia.

— ¡Oye! — Gritó Marietta.

Escuché el sonido de hojas y ramas, producido al Luciano bajar por la pendiente, apenas podía ver bien.

— Rosela. — El tono de su voz cambió al hablarme. — ¿Estás bien? — Sus manos me tocaban en busca de heridas y me quejé al tocarme la cabeza. — Rosela, tienes sangre. ¡¿Pero qué estabas pensando?¡ ¿Es que quieres matarla?

— ¡NO ME GRITES! — Escuché protestar después a la señorita Marietta.

— ¿Qué no te grite? Cuando has actuado de mala saña. — Dijo Luciano, en un tono que mostraba que él estaba por encima de ella. — Más bien debería agradecer a tus padres que hayas nacido como mujer, porque te has librado de que te golpee.

Acto seguido, escuché como los cascos de un caballo se alejaban del lugar, podía haberle dicho a Luciano que la siguiera y que se disculpara por lo que acababa de decirle, que los terrenos del bosque eran peligrosos, pero me cansé de ser la obediente sirvienta de la familia Loughty.

Luciano me agarró de los brazos, el temblor de su cuerpo me hizo darme cuenta de que él estaba preocupado por mí.

— ¿Y ella? — Dije para quedar bien, levantándome con su ayuda y sintiendo un fuerte dolor en la cabeza.

Luciano me sostuvo entre sus brazos con fuerza, pero eso no evitó que cayera desplomada y sin conciencia.

Cuando abrí los ojos todo se encontraba oscuro y el silencio era notable en el lugar, tanto que me daban escalofríos, aunque mi malestar pasó cuando vi a Luciano sentado en un sillón junto a la cama donde me encontraba tumbada. Estábamos en un hospital.

— Ya te has despertado. — El susurro de la voz de Luciano me hizo sentir bien.

Luciano se incorporó en el sillón, acariciándome con su dedo pulgar la frente.

— No era necesario que me trajeras al hospital.

— No digas tonterías. Llegaré a pensar que tienes el síndrome de Estocolmo. — Me regañó molesto. — No tienes que preocuparte por mi madre ni por nadie más desde ahora.



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En el texto hay: #drama, #romance, #familia

Editado: 19.02.2025

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