Llevaba unos días en el hospital y había descansado todo lo que no había hecho desde nunca.
A Luciano le dijeron que podía darme el alta en cualquier momento, que me encontraba bien, pero él prefirió que me quedara unos días más, para que pudiera descansar adecuadamente.
— Cuando regresemos al Castillo no te asustes con la reacción de mi madre. — Me pidió Luciano. — No puedes echarte atrás.
Caminábamos por uno de los pasillos que llevaban a un jardín interior del hospital. Todavía me parecía increíble encontrarme en la ciudad.
— Descuida. Podré soportarlo. — Le aseguré, agarrada a su brazo.
Encontrarme agarrada a su brazo frente a todos me parecía un imposible. Si la señora Aylin Loughty Hans nos viera, le daría un infarto.
— Estaré fuera por un tiempo corto, tu mantente a salvo. — Me pidió Luciano, preocupado por mi bienestar. — Y mantente lejos de Marietta.
— Lo haré. — Lo calmé, aunque si tenía que encontrarme con ella en el Castillo Loughty no podía hacer nada al respecto. — Tú solamente preocúpate de volver pronto.
Luciano frotó mi mano que se agarraba a su brazo. Se ponía ansioso por querer regresar rápido, no confiaba en su madre.
— Mi padre nos dio su permiso. — Me contó Luciano, mostrando en la comisura de sus labios una pequeña sonrisa.
— ¿El señor Lauro? — Pregunté y Luciano me asintió.
— Mi padre se casó con la persona que amaba y quiere que yo y mis hermanos hagamos lo mismo.
Claramente, Luciano se estaba refiriendo a la primera esposa de su padre, Penélope Lewis, su auténtica madre, la mujer que fue todo para el señor Lauro Loughty. El matrimonio de la señora Aylin fue un arreglo entre sus familias y ella tuvo que criar al hijo de la primera esposa como suyo.
— Eso me tranquiliza un poco. — Le dije.
Luciano me agarró del mentón y me besó en los labios, luego me rodeó con su brazo por la cintura.
— Cuando regrese, nos casaremos. — Me susurró, juntando su frente a la mía. — ¿Qué me dices?
Casarme con él, a quien amo, y convertirme en la nueva señora de la familia Loughty, estar a la misma altura que la señora Aylin, presupuesto que quería.
— Te amo, pero será un placer no agachar la cabeza ante tu madre. — Le confesé.
Luciano me besó de nuevo, haciendo que me sintiera en una montaña rusa. Eran tantas emisiones.
— Mamá lo lamentará. — Bromeó él, dejándome claro que me apoyaría en lo que hiciera.
Todavía tenía que encontrarme con mi madre, ella fue llevada de regreso al castillo Loughty por órden de la señora Aylin, eso ocurrió la mañana siguiente de ser yo ingresar en el hospital.
A los días, regresé al Castillo y allí me vi frente a la señora Aylin, sin la protección de Luciano. Él se tuvo que irse de viaje de negocios.
— Aunque mi esposo les haya dado su aprobación, yo no lo he hecho y nunca os lo daré. A la única nuera que pienso reconocer es a Marietta. — Me dijo la señora Aylin, sentada en un elegante sillón de una de las estancias del Castillo.
— Yo agradezco que el señor del Castillo nos de su apoyo. — Contesté, mirando a mi madre de pie junto al sillón.
— Sinvergüenza. — Me dijo con un tono enojado.
Yo seguía mirando a mi madre, ella no me miraba, no nos habíamos visto desde hacía días y mi madre me trataba con indiferencia.
— Mamá. — La llamé, sin importarme estar frente a la señora.
— Samantha, tráeme un té, estoy sedienta. — Le ordenó la señora a mi madre.
Mi madre asintió y caminó hacia la puerta.
— Mamá. — La llamé de nuevo.
Mi madre se paró un segundo antes de seguir su camino. Sentí una gran tristeza en el corazón que me abogaba. Era cierto que su señora Aylin estaba antes que sus propios hijos, que su familia, pero...
— ¿Lo has visto? No te ha mirado siquiera. — Me dijo la señora Aylin, mientras se levantaba del sillón. — Tú me quitas a mi amado Luciano y yo haré que tu madre te odie tanto o más de lo que yo te odio.
Esa era la manera en la que ella quería separarme de su hijo. No pensaba dejar que se saliera con la suya, me casaría con Luciano y estaría a su mismo nivel.
— Inténtalo. — La miré, y me incliné respetuosamente. — Me pondré con mi trabajo.
En su cara reflejaba las ganas que tenía de golpearme, pero se estaba conteniendo. En otra ocasión lo habría hecho, cruzarme la cara con un guantazo. Ahora la señora Aylin sabía que su hijo estaba enamorado de mí, una sirvienta humilde, como lo fue la primera señora del señor del Castillo, y él no le perdonaría que me pusiera una mano encima.
— No permitiré que seas la esposa de mi hijo Luciano. Él será el jefe de la familia Loughty y se merece una mujer como mi ahijada Marietta. — Dijo, llena de ira y frustración, alzando su brazo y señalando la salida de la estancia. — Largo, y no te pongas de nuevo ante mi presencia.
Me incliné ante ella y me retiré rápido de la sala. Trabajaría bien duro para que el tiempo que estuviera separada de Luciano pasara rápido.
— Rosela, has regresado. — Me dijo Lourdes, que permanecía en el puesto de jefa de las sirvientas.
Lourdes recuperó su puesto original gracias a lo que se armó ese día con la habitación de las mariposas y por el estado de salud de mi madre.
— Me alegro que hayas recuperado tu puesto en el Castillo. — Le dije, sinceramente.
— Gracias. — Lourdes se acomodó las lentes, sonriéndome.
Volver al trabajo haría que los días pasaran más rápido y placenteros, solo debía esperar a que Luciano regresara de su viaje.
Cada noche nos llamábamos por teléfono y cuando no se encontraba tan ocupado hacíamos una videollamada para vernos. Solo pensar en que cuando él regresara por fin estaríamos juntos como cualquier pareja, hacía que se me acelera el corazón.
— Rosela, la señora quiere que me eches mano. — Me dijo una de las sirvienta de la señora Aylin.
— Claro. — Conteste, amablemente, mientras secaba un plato de la montaña de platos que había fregado.