Deathly Prince.

Capítulo 13.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez cuando imaginé todo lo que podría haber ocurrido en mi ausencia. ¿Kasen habría matado a mamá? Si no, ¿dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo en mi habitación y por qué tenía mi anillo en sus gruesas y horribles manos? ¿Ya sabría lo que estaba ocurriendo? ¿Sabría lo que yo era?

Quise alejarme y salir corriendo de este lugar, pero mis piernas no respondieron y se quedaron pegadas ahí, inmóviles e inútiles. Un escalofrío recorrió mi columna entera cuando noté los ojos de Kasen escudriñarme de arriba hacia abajo y reparando en el cuchillo en mi mano, que ahora se veía pequeño e insignificante.

—¿De dónde sacaste esto? —me mostró el anillo, su voz era demandante y se alzó, cosa que casi me hizo sobresaltarme.

Dije lo primero que se me atravesó por la mente.

—En el mercado de pulgas.

—No quieras jugar conmigo, niña estúpida —gruñó Kasen—. Nadie va a vender un anillo de oro en un pueblucho de mala muerte como Ushkovo… Así que, te lo preguntaré una vez más, ¿de dónde lo sacaste?

Mi mirada se movió de Kasen al hacha que estaba descansando en el borde de mi cama, al lado suyo, lista para arremeter y partir cualquier cosa en dos. Incluyéndome.

—Una anciana en el mercado de pulgas me lo vendió, pero no mencionó que era de oro —contesté entre dientes, sintiendo mi pulso acelerarse y todo mi ser exigía que saliera corriendo de ahí, a como diera lugar y a cualquier medio.

—¿Por qué sigues mintiéndome? —sonrió ladino y negó; esa sonrisa heló cada hueso de mi cuerpo.

Lo sabía.

Kasen lo sabe pensé, casi sacudiendo la cabeza, queriendo negarlo.

—No sé de qué hablas. ¡Sólo compré un maldito anillo porque me pareció bonito!

—Entonces, ¿estás diciéndome que no sabes lo que significa la obsidiana?

—¿Obsidiana?

Sigue fingiendo demencia, Daryana. No te detengas.

Fue el mejor consejo que pude darme, ya que no sabía de qué era capaz Kasen y ni siquiera sabía de lo que era capaz yo misma, no estando asustada o enojada.

Kasen regresó la mirada al anillo, como si tuviese un valor mayor al que cualquiera pudiera imaginar.

—¿Sabes? Cuando conocí a tu madre, ella hablaba sobre lo especial que eras… Que había magia en ti. Eso llamó por completo mi atención, aunque traté de no demostrarlo. Sin embargo, cuando te vi por primera vez, no me pareció que hubiese magia en ti: eres una chica salvaje, desgarbada y escuálida que se la pasa corriendo entre las plantas de un lado a otro.

Se puso de pie y entonces noté lo grande que Kasen era. Maldita sea, parecía un oso. Cerró la palma de su mano y ésta engulló el pequeño anillo. Mis sentidos se dispararon y di un paso, pero él fue más rápido y me empujó con fuerza contra la pared más cercana, donde me estrellé con fuerza.

—Entonces, se me ocurrió que tal vez no fueses tú la de la magia, sino tu hermano: Isaak es un guerrero nato y bastante diestro con el arco y flechas. Él no es débil y enclenque como tú, niña.

Dio un paso al frente mientras yo yacía de rodillas, desarmada y maldiciendo.

Kasen me tomó por el cabello y grité, alzando la cabeza obligadamente, tratando de zafarme de él.

—Pero, él no hacía nada sorprendente aparte de cazar y cortar leña. Hasta que te vi la otra vez, manipulando el fuego.

Las lágrimas picaban detrás de mis ojos debido al dolor y mi espalda ardía en protesta por el dolor.

—¡No manipulé el fuego! —chillé, sintiendo cómo Kasen tiraba más de mi cabello y me obligaba a mirarlo.

Vi rabia en esos ojos oscuros. Un instinto asesino que cualquier cazador le dirigía a su presa antes de devorarla… Pero supe de inmediato que Kasen no me mataría en seguida. No. Él me haría sufrir y me torturaría con cada oportunidad que se le presentara.

Y sabía que yo cedería rápidamente.

—No puedes negarlo, Darya. Hasta tú viste lo que hiciste, y estás consciente de ello, ¿no? Pensé que simplemente eras la chica de las flores, pero, ¡mira nada más con lo que me encontré!

—¿Dónde está mamá? —pregunté, entre dientes.

Kasen chasqueó la lengua. —Tasha debe estar por alguna parte, desangrándose… ¿Quién sabe? Quizá ya esté muerta.

Algo dentro de mí pareció quebrarse. Imaginé a mi madre, mi pobre y fantasmal madre, tirada en algún montículo de nieve, probablemente arrastrándose para buscar ayuda, tal vez herida de gravedad y luchando para mantenerse con vida…

O tal vez yacía muerta debajo de algún árbol, dejando que la nieve la cubriera y que pronto el olor atraería a los animales.

—¡NO! —grité, conseguí sacar otra navaja de mi bota y la clavé con fuerza en su grueso brazo, el que estaba tirándome del cabello.

Kasen aulló del dolor e hizo que estrellara mi cabeza contra el suelo con mucha fuerza, me propició una patada en el estómago que me envió de nuevo a la pared y que me hizo expulsar todo el aire de mis pulmones.



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En el texto hay: fantasia, hadas, faes

Editado: 26.09.2020

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