Deathly Prince.

Capítulo 17.

—¿Tan pronto confías en una desconocida, Yelena? —pregunté, viendo a nuestro alrededor mientras el trineo se movía y el paisaje comenzaba a tornarse cada vez más blanco. Vi montañas muy enormes, más grandes que las de Livenskaya, más lejos de nosotras, árboles cubiertos de nieve y casas muy bonitas alzándose a medida que nos alejábamos del palacio.

Me volteé para poder ver el castillo y noté algo bastante extraño, poco usual e impactante. El castillo en su totalidad era de color gris oscuro, casi asemejándose al negro. Tenía más de siete torres y se alzaba de forma majestuosa, imponente y poderosa.

—No. No suelo confiar en la gente deprisa —contestó Yelena, alzando una ceja—. Y puedes llamarme Lena, Darya. Te vi luchar en el claro la otra noche, y debo de admitir que tienes el valor para enfrentarte a un montón de cazadores por tu cuenta.

Ahora que lo pensaba y recordaba mejor, sí me había enfrentado yo sola ante un montón de cazadores… ¿Yo sola? ¿Por qué? ¿Acaso tan loca estaba como para creer que hubiera sobrevivido?

—Mi instinto me llevó a ello —me encogí de hombros.

—Y tu instinto nos llevó a ti. Fue un poco osado invocar a Aleksandr al mundo mortal, pero, él había estado escapándose en varias ocasiones ya sin decirle a nadie, así que deduje que era por ti.

¿Escaparse varias veces? Casi me reí porque parecía que Lena estaba describiendo a un niño rebelde que huía de casa… O a mí, que también huía.

—¿Ah sí? —traté de no verme tan interesada en ese hecho.

—Oh, sí. A veces suele ser un poco radical, cínico y arrogante, pero se preocupa por los demás.

—¿Cómo lo conociste?

Esa pregunta pareció incomodarla, pues noté que se revolvió en su asiento.

—Lo siento, en serio…

—No. Está bien —me sonrió—. No me molesta.

—¿Segura?

Lena asintió. —Hui de mi hogar hace unos años, porque la nueva esposa de mi padre quiso venderme a una “casa de muñecas” en Kyurlevo, un poco lejos de donde vivíamos, en Zagarskaya. Nunca supe qué fue de mis hermanas, ya que dos de ellas se negaron a acompañarme y la menor tenía miedo de que nos descubrieran.

» Para sobrevivir, tuve que hacer cosas muy horribles, pero me aseguraron una vida, así que hice cualquier cosa para mantenerme con vida. Al poco tiempo, Aleksandr me encontró en Masham y me ofreció una nueva vida, lejos de la corrupción y la muerte de Masham y algunas partes del mundo bajo.

—¿Mundo bajo? —pregunté, sin poder evitarlo.

—Así es —Lena volvió a asentir, pero no se veía incómoda por mis preguntas—. Le llamamos mundo bajo a la sección de Agathria que está muy cerca de los límites humanos, que está un poco más allá del mar de Leski. Los humanos no pueden atravesarlo, claro, porque casi un kilómetro de la costa, hay un enorme bosque encantado que no deja pasar humanos: terminan perdiéndose o las criaturas del bosque los devoran.

Guardé silencio y procesé las palabras de Lena.

Mila había mencionado que papá visitaba la frontera de Agathria para alimentar su magia y mantenerla viva, y que eventualmente, había dejado de ir. ¿Mila se habría referido a esa frontera que Lena mencionó?

Necesitaba saber quién había sido mi padre y por qué había huido de este lugar para condenarse a vivir en el mundo humano, renunciando a su magia.

—¿Es posible huir de aquí? —insté.

Lena me dirigió una mirada extrañada. —¿Por qué alguien querría dejar Agathria? Básicamente lo tenemos todo aquí.

No lo dudé. Este lugar era mágico. Aposté a que nadie de ellos se moría de hambre aquí, que a nadie le faltaba un techo, ropa, o que nadie se preocupaba por la crueldad del invierno y si sobrevivirían o no.

—Mi padre dejó este lugar y no sé por qué —comenté, viendo mis manos.

—Alek mencionó que no sabías que eras hada.

¿Él les había hablado de mí? Sinceramente, no había sabido qué esperar de alguien como Aleksandr. Nunca imaginé que viviría en un lugar como este, quizás esperaba verlo viviendo en una montaña oscura y desolada, en una cueva como un ermitaño, cuidando de sus cuervos y observando todo desde lo más alto.

—Sí. Mi padre jamás mencionó nada y lo supe a través de una vieja amiga.

Una imponente ciudad comenzó a ser visible. Casas magníficas, altas y bien decoradas, con sus techos cubiertos de nieve. Un montón de gente transitaba en la calle, caminando, en pequeños puestos vendiendo productos que iban desde comida hasta ropa, paseándose en sus caballos y más.

A medida que nos fuimos adentrando, la ciudad fue expandiéndose y las torres crecieron. Estos lugares se veían muy antiguos y modernos a la vez, brillantes y de aspecto costoso. Incluso la ropa que las hadas vestían era de apariencia cara y lujosa.

—¡Ustedes lo tienen todo! —silbé, asombrada, a pesar de que Lena ya lo hubiera dicho.

Nos detuvimos frente a una tienda con un letrero en un idioma que no reconocí, pero que entendí. Me quedé extrañada, porque nunca antes había visto aquella clase de letras que me eran desconocidas…



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En el texto hay: fantasia, hadas, faes

Editado: 26.09.2020

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