Debby y Anne

¡Ese celular no iba ahí, estúpido!

Mi teléfono lleva dos horas en el arroz con leche. Y, hace unos minutos echó chispas por todas partes.

 

Creo que se dañó.

 

—Lo sacaré de ahí Jean, tengo miedo de que se vaya a dañar —digo y él se encoge de hombros.

—Sácalo, si se daña, le digo a tu mamá que fuiste tú, porque a ti nadie te mandó a meterlo en algo líquido, Debby.

— ¡Tú! ¡Tú me mandaste a meterlo en leche estúpido!

 

Él rueda sus ojos divertido.

 

— ¿Para qué me haces caso entonces?

—Te odio.

—Sé que en el fondo me amas.

 

 Lo fulmino con la mirada y camino hacia la cocina para sacar mi preciado teléfono. Lo saco y lo seco con un trapito, porque si no olerá a leche y no quiero eso.

 

Intento prenderlo y a la última decide prender, GRACIAS A DIOS.

 

— ¡Prendió! —chillo y Jean mira hacia acá desconcertado.

— ¡¿Cómo que prendió?! —grita saltando.

—Prendió.

—Sí, prendió.

 

Rápidamente me meto en instagram y releo el mensaje.

 

Dios, qué alivio.

 

¡Pero que emoción!

 

Tomo el capture y se lo mando a Jean, claro, por si se daña este de tanta leche que llevó.

 

—No lo publiques, déjalo para ti —sugiere Jean—. Porque si lo publicas la gente pensará que ella responde mensajes y su bandeja de mensajes estará al borde.

 

Ah.

 

—Bueno, lo dejo para mí, solo le diré a Lucrecia y ya ¿sí? —digo.

— ¿Lucrecia? Por Dios, ella es capaz de ir a contarle al director que a ti se te cayó un lápiz.

—Pero es mi mejor amiga —digo con cara de perrito regañado.

—Has lo que quieras, yo no te digo más nada.

 

Se echa en el sillón y finge quedarse dormido.

 

Lucrecia es mi mejor amiga desde kínder, éramos vecinas y entonces salía de vez en cuando a ver que hacía, hasta que ella se dio cuenta y comenzamos con una pelea, porque a ella no le gustaba que la mirasen.  La miraba solo por molestarla, porque sabía que eso a ella no le gustaba, y así empezamos, ella es muy loca, cuando se trata de estar seria ella no puede aguantarse las ganas de reír, y cuando le dices que se ría se pone seria. Se le cayó una tuerca seguramente, loqueando por ahí.

 

Tomo mi teléfono y marco el número de Lucrecia.

 

Llamando a… La Loca <3.

 

— ¿Hola? —responde con un tono de voz como que si se hubiese tomado diez botellas de alcohol, pero no le presto mucha atención.

— ¿Puedes venir Lucre? ¿Puedeeeees?

—Ay, bueno.

 

Espero unos treinta minutos para escuchar sus gritos. Me pongo de pie y bajo las escaleras para llegar a la puerta. Miro por la mirilla y ella me mira con sus ojos entrecerrados, y, así se ve muy graciosa, porque el vidrio de la mirilla agranda la imagen y queda gracioso.

 

—Lucrecia —Saluda Jean con su respectivo abrazo que no podía faltar.

—Jeeeeean.

—Hola —La saludo con un beso en la mejilla y le hago señas con mis manos para que pase.

 

Lucrecia y Jean tuvieron algo, pero no aceptaban que los dos estaban enamorados y acabó ahí, ahora todo para ellos es incómodo, y créanme, que para mí también lo es. Es abrumador que tu amiga no deje de mirar a tu amigo, y, que tu amigo no deje de mirar a tu amiga. Recuerdo que ella antes me contó  lo que había pasado, y hasta lloró, pero cuando llegó al final dijo que ya tenía otra y que ella se sentía insuficiente, y ahí iba mi sermón que no podía faltar. Ayer me contó que se habían encontrado y hablaron pero que todo se sentía incómodo, porque Jean decidió por llevar a la desquiciada de su novia, entonces no pudieron hablar bien. Ella estaba triste ayer pero vimos películas y se calmó.

 

Tomo mi teléfono y le envío un mensaje a Lucrecia.

 

« ¿Quieres que los deje para que hablen?».

 

El mensaje llega de una vez.

 

« Si no es mucho pedir».



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En el texto hay: libros, romance, amor

Editado: 26.10.2021

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