Debe besar a la novia

Capítulo 2: Círculo

Capítulo 2: Círculo

Isabella:

—Dime de una vez qué demonios pasó— inquirí observando a Daniela quien me miraba recelosa.

—Pues recuerdo que subiste a tu cuarto mucho antes de que terminara la fiesta— respondió mordiendo su labio inferior, lo que delataba que estaba nerviosa.

—¿Y Rodrigo? ¿Lo viste conmigo?

—Él subió, pero nunca se me ocurrió imaginar que iría a tu cuarto, digo ¿Ustedes se odian no?

La rabia me nubló y clavé las uñas contra la palma de mi mano.

 

 

—Claro que lo odio, lo sabes. Todo esto es tu culpa Daniela— me levanté del mueble donde conversábamos y tomé el jarrón que estaba encima de la mesa y estuve a punto de lanzarlo al suelo de no ser porque mi amiga me detuvo.

—Calma, estás histérica y sabes mejor que yo que este ataque se te pasará. Además, solo se acostaron nadie tiene porqué saberlo.

—Lo odio, sabes que lo detesto y más aún al saber que con él perdí mi virginidad. ¿Sabes lo que es eso?

—Créeme que lo sé, yo también perdí la virginidad con un idiota, pero eso termina siendo parte de tu pasado.

—Ni siquiera me acuerdo como fue y lo peor es que cuando desperté me dolía, así que es seguro que lo hicimos ¿No?

—Pues si no te acuerdas mejor, olvídalo, ya pasará— añadió abrazándome.

*-*-*-*-*-*-*

La empleada de servicio —Luciana— se encargó de dejar la casa como nueva, así que no había pruebas de lo ocurrido, de no ser por las fotos y videos que habían subido muchos de los invitados a sus redes sociales.

Yo por otro lado estaba más tranquila y había borrado la escena incomoda con Rodrigo. Ni siquiera nos habíamos visto y sentía que no había necesidad de hablar de eso.

Mis padres regresaban aquel día y me sentía esperanzada. Iba a dejar aquella casa y no tendría que toparme con gente que no me agradara, solo íbamos a ser mis padres Daniela y yo.

Lastimosamente mis padres avisaron que se tenían que quedar un mes resolviendo "asuntos de trabajo" y mi ansiedad se incrementó, pero no por mucho tiempo porque habían llamado a Daniela autorizándola de que se quedara en mi casa lo cual me tranquilizó.

 

 

Tuvimos unos buenos días de chicas donde veíamos series cuando mi amiga volvía de clases y comíamos comida chatarra hasta hartarnos, pocas veces salimos de mi habitación y cuando lo hacíamos era para pedir comida a domicilio. Fueron buenos días de vagancia y flojera, pero no duraron mucho tiempo.

—Me duele la barriga— me quejé dos semanas después de nuestra larga pijamada.

—Toma una pastilla— respondió Daniela sin apartar los ojos del televisor pantalla plana de mi habitación.

—Me ha dolido desde hace dos días.

Mi amiga concentró sus ojos en mí y abrió la boca para luego cerrarla nuevamente.

—¿Qué más sientes?

—No sé, náuseas, cansancio... —estudié su cara y me percaté de lo que estaba diciendo— Diablos no me digas que...

—Vayamos a comprar una prueba de embarazo— concluyó levantándose como rayo, pero yo no me moví, me quedé mirando el suelo como idiota.

—No Daniela no, no puede ser posible— balbuceé sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas.

—¿Sabes qué? Mejor quédate aquí, ya vuelvo— dijo saliendo y dejándome sola al borde del abismo.

Caminé de un lado a otro en la habitación sonando mis dedos, si de verdad estaba embarazada aquel iba a ser mi fin. Mis padres jamás me dejarían ir a Miami si aquello era cierto. Y si no estaba embarazada ¿Qué tenía? ¿Podía haber sido contagiada de una enfermedad rara?

Solo hasta aquel preciso momento me percaté de lo serio del asunto y del error garrafal que había cometido. Emborracharse era malo, pero era mucho peor actuar por los efectos del alcohol y ni siquiera recordar lo que había pasado.

Me tumbé en la cama y apreté con fuerza las sabanas.

—Dios si estás ahí— No era de las que rezaba, pero siempre había una primera vez— Por favor, por favor que el mal nacido de Rodrigo no me haya pegado una ETS y mucho menos me haya dejado embarazada. Amén.

No recuerdo cuanto tiempo seguí rezando y haciendo promesas como que iba a ir a la iglesia y sería una buena samaritana; hasta prometí regalar el Iphone que me habían dado mis padres de regalo de cumpleaños si el señor o el destino me salvaban.

—Toma— dijo Daniela al entrar. Estiró su brazo para que tomara la cajita que estaba en su mano— Solo tienes que orinarle encima y ya está.

«Si claro», pensé con desgana, como si todo en la vida hubiese sido tan fácil. Sin embargo, tomé la caja y caminé con ella como si fuera mi mayor enemiga hasta el baño.

Pasé largo rato intentando que algo tan básico como orinar sucediera, mi vejiga se sentía inflada, pero nada salía por más que lo intentaba. Lo que no dejaba de gotear, eran mis lágrimas que seguían corriendo por mi cara a rienda suelta.



#2750 en Novela romántica
#1044 en Otros
#325 en Humor

En el texto hay: boda, romance, triangulo

Editado: 02.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.