Debe besar a la novia

Capítulo 6: Puede besar a la novia

Capítulo 6: Puede besar a la novia

Isabella: 

Nunca me habían llamado la atención las celebraciones religiosas, pero era muy distinto cuando esta celebración giraba en torno a mí. No era una ególatra, pero por primera vez en mucho tiempo sentí que Dios me estaba dando un mensaje. La voz del sacerdote se perdía con la melodía del órgano y esto sumado a mi estado de embarazo me hizo derramar lágrimas en todo momento.

¿Qué estábamos haciendo? ¿Estábamos engañando a una institución religiosa y al mismo Dios? Maldecí a mi madre interiormente, percatándome de lo mal que se sentía hacer aquello dentro de una iglesia y me pregunté cómo habían hecho para que aquel sacerdote accediera a casarnos.

Hubo cantos, lecturas de la biblia, la entrega de los anillos y mucho más protocolo en el que poco me fije por estar martirizándome a mí misma y llorar como niño sin su chupón.

—Puede besar a la novia.

Me giré hacia Rodrigo quien me observaba serio y expectante, me sentía cansada de fingir, cansada de decir que sí quería estar con él cuando era más que obvio que no, cansada de... Dejé de pensar porque sus labios se pegaron a los míos con fuerza mientras que con una mano me tomaba por la cintura.

Cuando nos separamos lo miré atónita sin poder creerlo.

#1 Él me había besado.

#2 Yo había permitido que lo hiciera por más de tres segundos.

No comprendía si era el ambiente, la música, la gente; Lo único que sabía era que estaba paralizada por aquella escena rara e incómoda. ¿Cómo iba a poder dormir después de eso?

*-*-*-*-*-*-**-*

Rodrigo: 

Lo había hecho, la había besado como me había propuesto no hacerlo. Era hombre, tampoco era de piedra para no sentir nada cuando la vi cruzando aquella puerta. Parecía un ángel de la mano de su padre, llevaba el cabello recogido en un moño y un vestido blanco de encaje en las mangas que le quedaba perfecto.

Fui consciente de mi apariencia y me fijé en mis zapatos negros recién pulidos y en mi traje de saco negro y corbata a la medida. Las manos me sudaban y me sentía deseoso por ver lo que se encontraba debajo de aquel vestido olvidando que se trataba de Isabella.

No parecía ella, mejor dicho, no era ella; se trataba de otra persona. Una mujer sensible que estuvo llorando a lo largo de toda la boda. Se trataba de un ángel, por eso la había besado dedicándome a saborear sus labios y perderme en ellos mientras escuchábamos los aplausos de todos.

— ¿Qué haces? —susurró mirándome alarmada un momento después de que terminé.

— Yo... —No supe qué responder, porque ella tenía razón ¿Qué hacía? La solté y me preparé para sonreír a los invitados.

Isabella me tomó de la mano y salimos de la iglesia.

El arroz caía a montones, era molesto, pero de alguna forma gracioso. La alegría de las personas empezaba a contagiarme y me sentía extrañamente feliz.

—Felicidades a los novios — gritó alguien mientras todos aplaudían.

—Beso —coreaban algunos. Me forcé a no volver a besar a Isabella, en aquel momento me pareció tan nuevo, prohibido y delicioso que tenía ganas de repetirlo. No estaba pensando con la cabeza donde se suponía que estaba el cerebro.

Escuché un enhorabuena tras otro, mientras que mi "esposa" hacía lo mismo con el resto de invitados. Nos tomaron una foto con nuestros padres y luego otra con mi hermano y Daniela.

Subimos al auto que nos llevaría al hotel Hilton para la fiesta en silencio. Ella veía por la ventana y yo veía mis zapatos incómodo.

—Bueno— dije tratando de mitigar el silencio.

Isabella me miró con los ojos llenos de lágrimas y preguntó:

— ¿No crees que estamos actuando mal? ¿Qué clase de padres seremos?

Sus palabras me devolvieron a la realidad y recordé que todo aquello era una farsa, pero al verla tan vulnerable omití mis palabras.

—Todo saldrá bien— respondí tratando de consolarla.

Me observó curiosa y divertida con una mueca de suspicacia.

— Estás actuando raro idiota— señaló acomodándose un mechón de pelo.

No pude evitarlo, la atraje hacía mí y junté nuestros labios o aquello fue lo que imaginé que hice mientras aferraba con fuerza mis manos al asiento. ¿Qué diablos tomé?, pensé tratando de controlar los latidos de mi corazón.

—Efecto del volcán de chocolate— expliqué con voz grave.

—Por eso odio el chocolate.

Siempre la había detestado, un vestido blanco y unas cuantas lágrimas no podían destruir la imagen que ya tenía de Isabella, era odiosa, egoísta, ególatra, creída, inmadura...

Por los comentarios de mis padres sabía que aquella fiesta iba a ser extremadamente aburrida, servirían cocteles y comidas estrafalarias; Todo de elegancia y etiqueta. Me preparé para afrontar mentalmente el resto de la noche.

Cuando llegamos al hotel había varias personas esperándonos en la entrada y al vernos estallaron en aplausos, me sentía como si fuese una estrella de cine, sonreí algo cohibido para demostrar cortesía.



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En el texto hay: boda, romance, triangulo

Editado: 02.05.2021

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