Decidí perderte (corrigiendo)

Capítulo 6: Alma desnuda

Lucas, que que no estaba acostumbrado a intimar con sus jefes, se sorprendió al escuchar la pregunta, pues yo le estaba pidiendo respuesta a algo inapropiado e indiscreto, ya que opinar sobre la vida privada de los jefes podía tomarse como una falta de respeto.

 

El hombre, al notar que yo no desestimaba en mi propuesta, miró a  todos lados, parecía buscar un asentimiento más para dar respuesta a una de mis mayores incógnitas.

 

Mientras el chico intentaba formular una oración coherente, el móvil, que sonaba con  desesperación, no dejaba de interrumpir mis pensamientos y reflexiones mentales. Sin embargo, por un momento dejé mi pasión de un lado para encontrar respuesta a las preguntas familiares.

 

Lucas, cuando se sintió listo, con un tierno y temeroso tartamudeo, habló con poca soltura acerca de lo que él pensaba sobre mi trabajo y mi familia.

 

—Para no entrar en detalles —aclaró, temeroso, y así no esperaba ningún tipo de arranque de mi parte —, si tuviera que calificarla en una escala del uno al diez,  diría que le daría un cinco.  Claro... —Antes de explayarse, él  pidió permiso para hablar sobre mí y yo asentí con mi cabeza —, en una comparación con el tiempo que le dedica a su familia y el tiempo que le dedica a su trabajo. 

 

Lucas, que esperaba una agresiva respuesta,  cerró sus ojos. Sin embargo, en mi planes no estaba reprenderlo, ni con sentimentalismo ni reproches a una misma respuesta que yo necesitaba. Por lo que, se sorprendió cuando en lugar de contestarle a  él, yo me limité a contestar la llamada de mi padre. 

 

Reece Stone no calmó sus ansias hasta escuchar la voz de su hija.

 

—Hola, padre —pregunté un poco confundida y sin esperanza, pues desde mi lesión él me estaba descartando para formar parte de sus proyectos.

 

—Hola, hija qué bueno que contestas —me respondió con la dulzura que le faltó días atrás —¿cómo está todo?, ¿cómo están Doran y los niños?

 

La repentina curiosidad y consideración de mi padre causó una sensación de extrañeza en mí, pues en la mayoría de ocasiones, no preguntaba sobre mi familia.

 

—Las niñas están muy bien y han salido de compras con su padre, ¿tú cómo estás? ¿Cómo está la campaña ahora mismo? —anhelaba tener respuesta sobre la campaña política.

 

Como era de esperar, las preguntas acerca de Dorna y las niñas no simbolizaban más que la entrada a una nueva conversación.

 

—Ay, hija, si te contara... —soltó un quejido de decepción, sin embargo, yo no interrumpí su auto reflexión, pues quería escucharlo de él mismo y no de una simple conclusión de mi parte

—, si te contara cómo estamos. Todo marchaba bien, pero Alejandro metió la pata con algo de la publicidad. Espero arreglarlo pronto.

 

Mi padre, quién era una persona muy estratégica para obtener respuesta a sus necesidades, apenas habló para que yo siguiera su auto discurso. Sin embargo, la mejor forma para evitar caer en el juego de una persoka persuasiva, radicaba en no escucharla. Así que, decidí cortar la conversación. 

 

—Es una muy mala noticia, pero con una buena asesoría, Alejandro puede mejorar la campaña política. Aún hay tiempo para arreglarlo. Papá, no es que te corra; pero necesito tomarme mis pastillas para el dolor. ¿Te parece si hablamos luego?

 

Con mucho esfuerzo, logré rechazar esa sutil respuesta, porque sabía que ahora mismo debía cumplir con un deber más grande. Por ello, corté la llamada y con mucha tristeza miré el número de mi padre.

 

Lucas, que había pensado que la llamada telefónica serviría de interrupción para nuestra conversación,  intentó escapar de mi radio visual. Sin embargo, con una simple llamada de mi parte, él centró su atención en mí.

 

—Lucas, necesito que vengas por favor. 

 

Mi súplica parecía una tortura para él, pero al final cedió a mi llamada. 

 

—Dígame señora —mencionó apenado.

 

Solté un quejido de dolor y al notar su poca cortesia hacia mí, pues parecía que sus pensamientos estaban en otra parte, de inmediato, me ofreció su ayuda y se puso a mi disposición.

 

—¡Señora! —expresó preocupado —Dígame, qué necesita.

 

—No te prepcupes —afirmé con fortaleza y él no insistió más en su acto —, solo necesito que dejes mi andador  cerca y me dejes un vaso con agua también. Deseo estar un momento sola, pero no te llamaba para eso.

 

Lucas, que no quería indagar más en la privacidad de sus jefes, me observó un tanto preocupado. Mis métodos de persuasión no servían con él.

 

—No quiero que te alteres —le dije para calmar sus ansias —, lo que hablaremos entre tú y yo, solo necesito que me respondas algo: ¿en verdad, Doran dijo que no saldría?

 

Luscas suspiró y mostró un rostro más relajado, aunque en el fondo sabía que no era más que una falsa tranquilidad.

 

—Cuando salí de compras,  me dijo que las niñas cuidarían de usted. También lo escuché decir que se quedarían en casa, ya que recién acababan de llegar — mencionó con seguridad y sin ninguna incoherencia, si se comparaba con su versión inicial.

 

La confianza marital que existía entre Doran y yo llamó a mi calma; pero el testimonio de Lucas me proporcionó la inseguridad que, con mi propia lejanía,  me hacía sentir.

 

El chico, que estaba espectante, parecía omitir información.

 

—¿Hay algo más? —dije algo  avergonzada, pues no podía disimular mi enojo.

 

—La verdad,  creo que surgió alguna emergencia, pues lo vi un poco  preocupado. Realizó varias llamadas e incluso lo escuché discutiendo con Blake. Creo que pasó algo con ella. Su hija es un poco terca.

 

Lucas, como una forma de despedida  definitiva y para cerrar su discurso, recogió las bolsas y, con discreción, se marchó hasta la habitación provisional. 




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