Decidí perderte (corrigiendo)

Capítulo 11: Lena Clarke

Mis palabras le regalaron un poco de tranquilidad a Lucas, a quien Blake intimidada con una mirada cada vez que buscaba acercarse a Olivia.

 

—Bueno, si usted lo dice... Le creeré,  señora Holly. ¿A qué tienda quiere que la lleve?

 

—Por este lugar no hay tantas tiendas. Pero, ya que te ofreces, creo que sería buena idea ir al centro comercial.

 

—¿Hasta allá?  Pero estamos a varios kilómetros. Por aquí hay tiendas también...

 

El desanimó de Lucas no afectó en mis planes, puesto que, luego de aclarle que era una orden,  adoptó una posisición mucho más flexible.

 

El viaje hacia el centro comercial,  para la buena suerte de Lucas, duró mucho menos que un viaje en carretera normal y, una vez que se parqueó, su respiración volvió a la normalidad.

 

—Eres un exagerado, casi ni nos tardamos. ¿Te gustaría entrar?

 

Lucas, que no era muy dado a los gustos excesivos y la vanidad de lás mujeres, arrugó su cara y ante mí propuesta, no tuvo más opción que declinar con cortesía.

 

—No, señora. Prefiero quedarme aquí.

 

—Bien, tú te lo pierdes.

 

—Las hormonoas de las mujeres provocan dolores de cabeza —ante su confesión, poco educada pero graciosa, yo solo rodé los ojos y lo dejé solo con el sonido de su respiración y el auto.

 

Antes de ingresar, insistí en tener la atención de mí cuñada de nuevo. No obstante, al escuchar la bandeja de salida por única vez, retiré todos mis esfuerzos.

 

Sin darme cuenta, mis pensamientos me sumergieron en la ignorancia del mundo exterior. Por lo que, provoque un choque con otra mujer que estaba de compras.

 

—Lo siento —dije sin mirarla a los ojos y empecé a recoger sus bolsas —, lo siento —repetí aún más apenada que la primera vez. No obstante, la mujer, que mostraba un buen rollo, solo me dedicó una pasiva sonrisa que alivianó mi culpa.

 

—No se preocupe, son cosas que pasan. —Ella terminó por recoger sus bolsas.

 

—No, no diga eso —dije exaltada al ver que había quebrado una pequeña porcelana —Dios mío, le he quebrado la porcelana.

 

La mujer, en la que parecía que el conflicto ni existía, recogió la porcelana con cuidado y solo arrugó la cara, no por molestia, sino más bien por tristeza.

 

—No se preocupe —yo intentaba arreglar la situación —, ahora mismo le compraré una nueva. Mi nombre es Holly, lo siento. Que pena con usted.

 

—Holly, no se preocupe. Entiendo que ha sido un accidente. No es necesario que me pague la porcelana. No era algo de un gran valor monetario.

 

—¿Cómo no se lo voy a pagar? —mencioné apenada. No deseaba aprovecharme de la buena voluntad de la mujer —, acompáñame. Ahora mismo se la pagaré.

 

La mujer tomó mi insistencia como un acto bondad y, antes den que yo siguiera con mi mismo discurso, me dijo:

 

—Está bien, aceptaré que me compre la porcelana. Pero, por favor, no se exalte. Ya todo se arreglará. Mi nombre es Lena, es un gusto conocerla.

 

El accidente se transformó en el tiempo oportuno para conocer una nueva amiga, ya que, Lena y yo mostramos una buena conexión desde el primer instante.

 

—¿Y qué los que la trae por aquí? —preguntó luego de elegir la pequeña porcelana. La mujer se mostraba interesada por mi vida, mientras que yo le devolvía el interés con preocupación.

 

—Vengo a comprarle ropa a mi hija.

 

—¿Tiene hijas?

 

—Sí —respondí un poco ajena a ese sentimiento. Pues casi nunca me preguntaban por Oliva y Blake —, ¿Usted tiene? 

 

Mi pregunta incomodó a Lena.

 

—Me hubiese gustado, pero no tengo. Creo que la edad ya se me pasó.

 

—¿Por qué dice eso? —pregunté un tanto prepcupada por ella.

 

—A mi edad no creo que llegue a tener, al menos, no con la persona que amo —sus comentarios eran de una mujer enamorada. Por ello, decidí no preguntar más, pues la confianza entre ella y yo era limitada.

 

—Comprendo —respondí de forma escueta —, ¿le gustaría acompañarme a comprar ropa? Sabe no conozco mucho sobre los gustos de las chicas de hoy día y bueno, pocas veces he venido a comprarle ropa a mi pequeña.

 

La mujer, que a toda costa parecía buscar la afectividad, no dudó en aceptar mi propuesta y con una amplia conrisa en el rostro me dio el "sí".

 

—Sí, claro que la puedo acompañar.

 

—Bien, entonces —miré el objeto de porcelana y lo guardé en una de las bolsas —, luego iremos a pagar esto.

 

—¿Qué edad  tiene su hija? 

 

Desconocía grandes y pequeños detalles sobre la vida de Blake y Olivia, por lo que, su pregunta provocó los titubeo y, con una respuesta inventada, cubrí su curiosidad.

 

—Tiene quince años —dudé, no recordaba con exactitud la edad.

 

—Es una niña, aún. Entonces, lo mejor es que vayamos a comprar por aquí... —Ella me tomó de la mano y me haló hasta la sección juvenil —¿Está buscando algo en especial?

 

—Le gusta la ropa casual. No sé mucho en verdad. 

 

Lena, con mucha más emoción que yo, tomó aquella aventura como el perfecto escape de su rutinaria vida.

 

—Bien, vamos por aquí —ella se abrió paso en medio de la multitud, mientras yo, que apenas podía mantenerme en pie intentaba seguir su desenfrenado ritmo.

 

—¿Creesque esto le guste a mi hija? 

 

—Pues tú deberías hacerte esa pregunta —mencionó divertida. Su pregunta me hizo replantearme mi actividad como madre y como investigadora, siguiendo los mis instintos alimentado por los consejos de Olivia, tomé la propuesta de Lena como lo único o lo más cercano a los gustos de Blake.




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