Decidí perderte (corrigiendo)

Capítulo 15: Consejos

Buenas noches, lectores. Espero todos se encuentren bien. Me disculpo por no haber subido el episodio a tiempo. Tuve un pequeño problema con mi computadora. Les dejo dos episodios para que los lean. 

Mañana seguimos con la actualización normal. 

Nota: estos episodios no están corregidos. Luego, los corregiré. Muchas gracias.

 

Esa noche, las palabras destruyeron las motivaciones de mi miente y mi corazón que, a medida que pasaba tiempo con mi familia, abandonaban los planes políticos de mi padre.

 

—Doran, yo no quise decir eso. Lo que quise decir es que... —antes de caer en vergüenza, bajé mi mirada y con mi propio dolor, cubrí mis propias lágrimas.

 

—¿Qué me quisiste decir? —dijo ya hastiado de mi actitud.

 

Las palabras de Doran ahuyentaron mis planes de reconciliación y, antes de escuchar una palabra más de su parte, el impulso de mi corazón me proporcionó las fuerzas para ponerme de pie.

 

—No quise decir nada. Buenas noches —sin apoyarme en el típico bastón, casi arrastras, me dirigí hacua la salida de su habitación y de su corazón.

 

—¡Holly! —gritó sin importarle el descanso de las niñas. Mientras que, con mi fuerza de voluntad, intenté esquivar todas mis ansias por tirarme a sus brazos —, estoy hablando contigo.

 

Doran se aprovechó de la ventaja que sus piernas le daban y, en un par de segundos, acortò nuestro recorrido. 

 

Él me tomó por el brazo izquierdo, sin medir su fuerza, me obligó a verlo.

 

—¿Qué quieres? —pregunté molesta.

 

—¿A dónde crees que vas? 

 

—Es obvio —imitó su tono de voz y el enarcó una ceja —, voy a otra habitación a dormir.

 

—La única habitación que hay es la de Lucas, es la única provisional. No me digas que ahora vas a dormir con un niño.

 

Su celos, que no lo dejaban pensar con claridad, lo llevaron al borde de los disparates.

 

—Jajajaja, por Dios, deberías fijarte en lo ridículo que te ves haciéndome estas escenas. ¿Cómo se te ocurre que te go algo cob Lucas?

 

—Últimamente, los he visto muy unidos.

—Pues es la única persona que me ha acompañado mientras ustedes me dejan sola. Pero no te equivoques, Doran, yo no soy como tú.

 

—¿De qué me hablas?

 

Su ingenuidad, provocada por la malicia de mis palabras, causó mis carcajadas que, debido al silencio, se transformaron en ecos capaces de despertar a mis hijas.

 

—Ve a tener tu bastardo con quien desees.

 

Los celos de Doran desaparecieron, pero los míos no dieron tregua y ante ña incapacidad de sus labios para seguir el ritmo de los míos, él me soltó y me dejó seguir.

 

—Vete a la cama. Soy yo quien se quedará en el sillón, tú estás mal.

 

Antes de que Doran terminara su diálogo, la puerta de la habitación de Olivia se abrió, y sus bien entrenados oídos para evitar cualquier disgusto, pasaron de nuestra conversión.

 

La actitud intachable de Doran lo hizo adoptar una posición menos hostil conmigo y más amigable para la vista de su hija.

 

—Olivia —mencionó nervioso y safó si agarre de mí —¿Qué haces despierta?

 

Olivia, que pasaba tanto de la actitud de su padre como de la mía, bostezó y sus achinados ojos posaron su atención en el recorrido del pasillo.

 

—Voy por un vaso con agua. Buenas noches.

 

La actitud juvenil, que en ocasiones poseía a mi temperamento, me hizo rodar los ojos. 

 

—Esa niña...

 

—Esa niña es tu hija —me recordó Doran antes de que siguiera con mi repudio hacia ella.

 

—Ya lo sé; pero no se comporta como una hija conmigo.

 

Indignado, Doran extendió sus brazos y luego los cruzó.

 

—¿Y qué esperabas? ¿Esperana qué luegi de once, doce años ellas siguieran esperando por ti? No se comportan como hijas, porque tú nunca te comportarte como una madre para ellas. Ya, Holly, no quiero seguir con esta discusión. Por favor, vete a la habitación, yo me iré a la sala.

 

Los argumentos de mis excusas no alcanzaron para imponerse al razonamiento de Doran, que se fundamentada en acciones y no en el.respeto que un lazo familiar debía darme.

 

—Buenas noches —dije fríamente para no mostrar debilidad.

 

—Buenas noches, Holly. Yo también te amé.

 

El uso del pasado en su verbo me descolocó y sentí un líquido caliente recorrer mi garganta, pero con la frialdad que me caracterizaba para sobrellevar las situaciones, me adapté a su nueva forma de quererme  y, renegando de mis sentimientos, dije:

 

—Lo mismo digo.

 

La soledad de mi cuarto me permitió mostrarse a mí misma tal cual era y tal cual me sentía y envuelta en el sentimentalismo de la noche, rodeé una de las almohadas con mis brazos y dejé que mis lágrimas se secaran con el suave algodón.

 

—Lo siento tanto, Doran. Lo siento, Blake, lo siento Olivia. 

 

Para calmara mis ansias de afecto, me aferré a la almohada, mientras mis lágrimas acariciaban las finas facciones de mir rostro y, entre el dolor y la tristeza, me acostumbré a la soledad familiar, a las desdichas nocturnas a y a las palabras nunca dichas.

 

Cuando la nmmadruhaba silenció todos los ruidos, incluidos los de cualquier insecto molesto, decidí que era moment9 de partir de la casa y cobijada bajo la oscuridad del cielo, mi cuerpo se volvió invisible ante los ojos de mis familiares.

 

La madrugada amenazaba con finalizar, por ellos, a escondidas del suelo de Holly, Doran y Blake, armé mis maletas y decidí fugarme del dolor y él rechazo, para buscar o tratar de encontrar refugio en las caminyas silenciosas.

 




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