Decidí perderte (corrigiendo)

Capítulo 23: Elección

Doran, que conocia muy bien las capacidades y limitantes del temperamento de su hija, con un beso en la frente, intentó darle un poco de frialdad a la cabeza de Blake. Pero la niña, que rechazaba cualquier intento de ayuda, se limpió la frente y con desden, mostró su mala actitud. 

—Está bien, ¿dónde tengo que firmar —preguntó lo obvio, pues su ego la había cegado y no se percató de lo básico.

El oficial toleró la actitud de Blake y, con la paciencia demostrada hasta el momento, colocó la yema de su dedo índice en la parte donde ella debía firmar.

Blake, sin pensar en las repercusiones, y sin mostrar consideración por el bolsillo de su padre, firmó la hoja. 

—Bien, todo está hecho. Ya puedes irte con tus padres, niña —El oficial miró a Doran —¿Y usted? —preguntó el oficila con tono confundido, puesto que, Doran se había negado a recibir la atención medica correspondiente para su brazo  —¿A caso piensa marcharse así? 

Doran observó la poca ayuda que las enfermeras pudieron proporcionarle a su brazo, debido al poco tiempo que el les dio.

—No me gustaría molestar más. Las enfermeras dijeron que no está quebrado, solo es una lesión. 

—Pero igual, es algo grave —mencionó el oficial para hacer sentir culpable a Blake y esta, avergonzada por sus agresiones, escondió su mirada  —. Le he dicho a las enfermeras que lo atiendan y,, luego, lo lleven hasta su casa.

La preocupación del oficial alertó a Doran que, por preocuparse más por la imagen de Blake, olvidó cuidarse a sí mismo.

—Comprendo, me parece una buena idea  —Asintió ya un poco más tranquilo y dejó que el oficial se marchara. 

Con su silencio y con cero discusiones, Blake mostró la consideración que tenía hacia su padre y su repudio hacia mí, puesto que, sus ojos, que eran lo único expresivo, solo se centraban en la dificultad de movimientos por parte de Doran.

Nuestro silencio nos proporcionó un poco de paz; pero, al escuchar los pasos del oficial, la intranquilidad regresó y los tres nos colocamos de pie. 

—Las enfermeras están listas y la ambulancia igual. Así que lo atenderán antes de que se marche. Ellos mismos lo llevarana casa. No es muy recomendable manejar en su situación y mucho menos utilizar el transporte publico. 

Con esas palabras, el oficial se despidió de nosotros y Blake, para mostrar algo de respeto, fingió una sonrisa. Su gesto me sorprendió, ya que la única vez que la había visto sonreír había sido cuando era tan solo una niña.

—Vamonos, ya no quiero estar aquí — menciono sofocada.

—Entonces, es preferible no buscar lo que no se desea. ¿No crees Blake? 

Nuestra rivalidad alteraba los nervios de Doran, y mis palabras no hacían más que alterar el ego de Blake que, dominda por sus adicciones y caprichos, era fácil de cabrear.  

Blake no perdonó mis provocaciones y, frente a Doran, me encaró.

—Es mejor que te calles. Si te muestro una pizca de respeto, es gracias a mi padre, no por tu buena voluntad.

—¡Ay, Blake!… —solté un suspiro, ya que nuestra relación se basaba má en la rivalidad  —Tú ni siquiera a Doran respetas, solo debes ver lo que le has hecho. 

El efecto de mis palabras me hizo comprobar que, detrás de toda esa dureza, Blake sí tenía una pizca de cariño hacia su padre.

Sus ojos, en forma de cristales rotos, revelaron sus sentimientos heridos por sus propias decisiones.

—Ya no quiero que discutan —exigió Doran al ver la salida.

—Está bien —dije para no preocupar  más a mi esposo.

Nuestro elevado tono de voz podía llamar la atención de las enfermeras, por ello, él procuraba mantener la cordialidad entre nosotras y olvidó por completo su bienestar. Así que, para "opacar" nuestra discusión, con un fingido tono cordial elevó el tono de su voz.

—Bueno, ya hemos llegado —la expresividad de mi esposo llamó la atención de las enfermeras, quienes, sin poder disimularlo, soltaron una pequeña risa que despertó la bien reservada molestia de Doran —. Solo les pido que no sigamos llamando más la atención  —nos sugirió con un tono amenzante. 

El dolor de su brazo no lo distraía lo suficiente como para desviar la atención de Blake. Sin embargo, la menor de las mellizas, no confome con provocar mi molestia, exigió mi retiro inmediato del lugar y luego amenazó con el incumplimiento de su palabra.

—No quiero que estés más cerca de nosotros —Ella se cruzó de brazos y, con toda la intención de despertar los nervios de Doran, elevó el tono de su  voz 

—¿Qué acabas de decir Blake?  

Doran, que aun persistía en la fallida idea de mantenernos unidas, quiso aliviar nuestros alterados ánimos; pero Blake que se encontraba exuelta de cualquier responsabilidad, con un silencio amenazante, retó  a su padre.

—Quiero regresar, quiero ir a casa, deseo estar en paz contigo y con Olivia; pero eso solo pasará si Holly se marcha.

Doran, que desde que llegamos a la comisaria ya no accedía tan fácilmente ante los caprichos de Blake, arrugó su rostro para mostrar su malestar e ignoró las absurdas peticiones de su hija,  mientras yo, con una sonrisa triunfante le mostré mi chulería.

Pero Blake, no contenta con la noble voluntad de Doran y al darse cuenta de que el diálogo no funcionaba, retomó su metedo de intimidación y, de pie frente a mí, dijo: 

—Si no te vas, creeme que todo acabará mucho peor que hoy. No me importa si me detienen o me condenan a años de prisión. Puedo romper ese maldito trato de “buen comportamiento” y hacer lo que me plazca. Ya que crees saber todo de mí, asumo que ya sabes a lo que me refiero  —Blake, que ya había recuperado la memoria, hizo referencia al grupo al que pertenecía
.  
Mi silencio acabó con la paciencia de Blake y dijo:

—¿Te irás? Si te quedas, creeme que todo empeorará

Doran, que intentaba cegarse ante el mal comportamiento de Blake, al inicio omitió las palabras de la pelinegra. Sin embargo, cuando nuestra conversación se tornó euforica y nuestras palabras de cordialidad se volvieron agresivas, lo obligaron a intervenir.

—Blake, no es el momento para hablar de esto. Acabas de firmar una orden y yo acabo de realizar una transacción bancaria de quince mi dólares. Deberías tener la mínima consideración, no solo por el dinero, sino por tu salud y la nuestra. 

Las palabras de conciliación de Doran no hicieron retroceder a Blake y su comportamiento hostil, siguió desafiante.

—No me importan los quince mil dólares, tampoco la paz de esta "familia" —Ella hizo comillas en el aire para causar mi enojo —, ya te lo dije. Quiero estar en paz, pero, para eso, Holly debe marcharse. No la quiero ver cerca de ti y tampoco cerca de mi hermana.

Blake, conociendo el nivel de persuación y de manipulación que ella tenía sobre su padre, apovechó la ventaja que la débil voluntad de mi marido le dejaba. Y  yo, tomando el cansancio mental como excusa para alejarme y el mal comportamiento de mi hija, no opuse ningún tipo de resistencia a sus peticiones.

Mi carácter tranquilo la sorprendió, pero sus ansias de riña casi la hacen contradecirse 

—Está bien, no quiero problemas contigo y tampoco quiero causarle mas problemas a tu padre y a tu hermana. Me ire de la casa. Lo que me causa tristeza es tu comportamiento dependa de las decisiones u acciones de otra persona. Detrás de toda esa rebeldía solo se esconden los hilos de un titere.

El enojo limitaba a Blake de pensar con coherencia, por ello, Doran —para evitar un futuro conflicto —se posicionó frente a Blake y yo.

—No te atrevas a hacer una locura, Blake —sentenció Doran, pues veía que su hija podía ser capaz de lastimarme.

Su agotamiento le arrebataba la fuerza y la energía para mantener una discusión con nosotas, así que optó  por el camino de la paz y, con pocas palabras, manifestó los mismo deseos de Blake.

—Holly, sabes que te quiero —mencionó frente a Blake. Sus palabras de afecto hacia mí despertaban la molestia en mi hija, mientras que en mí causaban cierta ternura —, pero, por lo menos,  no es bueno que ustedes estén bajo el mismo techo. Busca un hotel donde quedarte, luego, hablaremos de todo esto.

Blake, poco satisfecha con la decisión a medias de su padre, se dio media vuelta y nosabandonó.

—Todo se salió de control —mencionó Doran con su tono cansino, mientras yo intentaba colaborar en lo que podía.




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