De Guy Merlin Donde siembra el llanto su productiva paciencia
.
¿Quién deambula en el lugar? Nadie.
Hoy ando ciega de un dolor mudo
y disfruto la migraña de la realidad,
la calma que antecede a la elección.
Hoy me vestí del color de la sangre,
no la que viene de la nobleza,
si no la que se produce en el sol,
en la selva, que está en el desierto
y traspasa las fronteras del mar.
Hoy me vestí con el sol mediterráneo;
yo lo saludo antes de que despierte
y se despide mientras yo sigo andando.
Ellos, mis hermanos usan la misma ropa
de igual color y bajo su propio sol.
¿Por qué no hay un lugar de reposo
o solo yo no lo encuentro?
Porque ante un momento de debilidad
nos agrietamos con el peso del crecer,
avanzamos al futuro, maduramos
tras la noche que escribió una historia cruel
¿Quién recorre sin rumbo su destino? La mano
Escribe sobre la calma de la libertad,
ésta que clama, pasa rápido, pisa fuerte,
se ahoga en el estanque de su ser
y el mismo gime desesperadamente,
corre a raudales en tumultuosos escenarios
¿Qué es duradero? El momento,
el llanto de un bebe inocente,
la plática de una anciana experimentada.
Un murmullo de urgencia ríe fuerte
se pierde en algún lugar el sueño
que busca un amanecer naranja,
se enraíza el peso de una noche tranquila
que avanza sin llegar el alba de mañana.
¿Cuál es el color de la esperanza? El mañana
bordeado de rosa con infinitas posibilidades,
brillante porvenir, quimera recurrente.
Más me fatiga tener que ser suficiente
y aunque satisfacer no es un deber
me condenó al placer de seguir,
de creer a la razón de un mañana diferente.