— ¿Estas segura de que no pasa nada? — pregunta por tercera vez Doña Mónica, Vanesa le ha comunicado que en unos días viajará a Colombia, noticia que ha causado emoción, pero al mismo tiempo preocupación, no es normal que Vanesa visite por iniciativa propia la casa familiar y menos para estas fechas en la que se celebra la semana internacional de la moda.
— Que sí, mamá, que no pasa nada— repite Vanesa al teléfono mientras observa sus uñas asegurándose de que la manicura que le han hecho ha quedado perfecta, es difícil conseguir una manicura así en Colombia, en especial en el municipio en donde queda ubicada la hacienda de su familia.
Una vez avisado en casa su visita, Vanesa sabía que no había marcha atrás, esa tarde se dedicó a dejar lo más organizado posible las cuestiones de la empresa. Quedó a las tres con Mark, su contador, su cabeza casi colapsa con tanta información, por lo cual delegó a Aimeé, su asistente, su próxima reunión, ella pasaría el tiempo comprando algunos obsequios para su familia, tenía muchas ganas de ver a Antonio, su hermano pequeño, tiene quince años y hace más de un año que no le ve. Mientras trata de elegir un perfume para una de sus hermanas se detiene ante sus pensamientos, ¿desde cuando se ha convertido ella en una sentimental? ¡pero si lo normal es sentir nostalgia ante el recuerdo de la familia! La voz del terapeuta retumba en su cabeza, tendré que buscar un terapeuta que me ayude a superar los traumas generados por ir a terapia, reflexiona mientras elige un perfume que de seguro le encantará a su hermana.
Cree tener todo listo, el vuelo saldrá mañana, una vez en su apartamento, Vanesa y su ayudante se encargan de que todo quepa en su amplio equipaje, lleva tantas cosas como si fuera a pasar una vida entera en Colombia, pero, mientras más le piensa ve que todo es necesario ¡y eso que solo son quince días! En las próximas horas Aimeé se va y Vanesa vuelve a quedar nuevamente sola, mira el reloj, es sábado y aún es temprano le apetece un vino, tiene varias llamadas perdidas en su celular, lo único que no le apetece es salir y estar con más personas, así que se decide a abrir una botella de vino para ella sola y así pasa su ultima noche en parís, una copa tras otra y eso la lleva a más pensamientos profundos ¿necesita ella un novio? Conoce varios chicos guapos y con dinero, pero ninguno que le guste tanto, toma su celular y hace lo que para ella solo una persona desesperada haría, descarga Tinder, otra copa de vino y qué más da, piensa mientras teclea su nombre de usuario y empieza a llenar información de su perfil, datos de interés, muy bien, Vanesa desliza su dedo índice sobre el táctil de la pantalla y ¡listo! Ya es una usuaria nueva en Tinder.
Comienzan a aparecer perfiles de otros usuarios y Vanesa saca sus opiniones.
Aburrido.
Desliza.
¡24 años! ¡Ja! Ríe mientras da un sorbo a su copa de vino, el chico en su pantalla apenas y llega a los 18.
Sigue deslizando.
Aburrido.
Desliza.
Egocéntrico.
Desliza.
¡vaya! ¡vaya! Este es guapo. Descripción: me encanta ir de mochilero por el mundo, opinión absoluta ¡descartado!
Desliza.
Vanesa da otro sorbo a su copa de vino.
Este es lindo, me gusta.
Este también, aunque bueno, apenas esta estudiando en la universidad, demasiado joven, Vanesa duda, qué más da, me gusta. Otra copa de vino, así pasa alrededor de una hora, cuando se da cuenta su botella está vacía y su vista un poco borrosa, el alcohol está empezando a hacer efecto, pero al parecer no lo suficiente porque Vanesa se levanta y va por otra botella. Dos copas más, lo suficiente alcoholizada como para que decida hacer tonterías, ¿y si llamo a mi ex? ¡jamás! Se responde ante su misma ocurrencia, ¡ya sé! Una idea se le ocurre, Vanessa desliza su dedo con rapidez, me gusta para todos los chicos que se le crucen en Tinder, al cabo de quince minutos los efectos de su idea se hacen evidentes.
¡Match!
¡Match!
¡Match!
¡Match!
¡Match!
¡pero que interesante es Tinder! Piensa Vanesa en su solitaria, pero entretenida noche parisina.