Déjame Amarte

Capítulo 3.

MAIA.

—Deme un motivo para no arrancarle la lengua filosa a su sobrino —digo mientras trato de contraer mi ira.  

—Es el padre de Elías y Emma.  

¿Cómo esos dos angelitos puedo tener un padre tan detestable? Por como se refirió a ellos, no los quiere; es tonto por no hacerlo.  

—Lo bueno es que no va a vivir aquí —me muerdo la lengua al ver su cara triste—. Siento haber hablado de más.  

—¿Podemos ir a comprar lo básico para que pasen la noche cómodos?  

—Sí.  

—Vamos rápido, antes que a los niños les dé hambre. 

—Sí.  

Dejo mi maleta y agarro el coche de los niños y lo empujo despacio, sigo a la señora Carmen hasta llegar el auto. El chófer nos ayuda con el coche mientras llevamos los niños en brazos, e ingresamos al auto y nos vamos.  

KENAN.

¡Argh! Esa metiche niñera sabe bien como hacer enojar a alguien, no entiendo como la tía la pudo contratar para que cuide de esos niños.  

—Kenan —me llama Bruno.  

—¿Qué quieres?  

—Tamy quiere hablar contigo.  

—Dile... —ella ingresa de un solo. —¿A qué se debe tu visita?  

—Quiero que me digas, ¿cómo fue la muerte de Octavio? —su voz se quiebra.  

—¿Para qué me pregunta si ya sabes?  

—No entiendo nada, Kenan. ¿Crees que soy tonta para no darme cuenta de tu ausencia en el sepelio?  

—Támara vete.  

—Kenan dime la verdad, ¿qué fue lo que pasó con Octavio? —pregunta entre lágrimas.  

—Tuvo un accidente y ya.  

—¡¡Y ya...!! ¡¿Eso es todo lo que tienes que decir?! Kenan, el amor de mi vida, murió, y es tu hermano.  

—Vete Támara, porque no quiero verte en mis zapatos.  

—Sabía que esa noche pasó algo más, dime Kenan.  

—Bruno sácala.  

—¡¡Tus hijos!! Ellos nacieron en el mismo hospital donde murió Octavio, y Susan está en coma, algo me dicen que todo está relacionado.  

Siento un dolor punzante en mi pecho.  

—¡Lárgate!  

—Kenan, por favor —súplica.  

—Bruno. 

Bruno la saca de mi oficina, mientras me suplica para que le diga la verdad.  

Agarro el whisky y me sirvo un poco, necesito que se me quite la amarga sensación que me provocó Tamy al traerme malos recuerdos.  

Bruno me manda un mensaje sobre la tarjeta que le di la niñera y todas las cosas que compro..., la metiche no titubeo en gastar dinero a lo loco.

MAIA.

Los chicos terminan de dejar todos lo que compré (por qué utilice la tarjeta) en la casa. La señora Carmen les ofreció un dinero extra a los chicos si armaban y dejaban la cama que voy a usar en la habitación (donde dormiré con los niños) y si dejaban conectada la cocina. Ya que estoy a cargo de todo compre las cosas a mi gusto. Y de una vez compre todo lo que hacía falta en la casa (todo lo relacionado con cocina, juego de comedor, muebles, ropero, cuna, ropa de bebe, materiales de limpieza, camas, etc.) y las cosas que necesitan los niños.  

—Maia.

—Dígame.  

—Ya sabes el cuidado de los niños, sigue todo al pie de la letra..., yo tengo que irme, pero te estaré llamando para saber de los bebés.  

—¿Y su sobrino?  

—Yo intentaré hablar con él... Kenan estará a cargo de tu mensualidad, por lo que ya tiene el número de tu cuenta y transferirá tu dinero cada 22. Maia, no hagas enojar a Kenan, y no nombres a la madre de los mellizos.  

Me muero por saber el chisme completo.  

—No diré una sola palabra.  

—Te confío a los niños... —ella comienza a teclear en su celular y recibo un mensaje—Ese es el número de Kenan, para cualquier emergencia llámalo a él.  

—No creo que me conteste.  

—Tú únicamente insiste o puedes llamar a Bruno —me llega otro mensaje—. Te veré pronto, Maia.  

—Tenga un buen viaje, señora.  

—Cuídate mucho Maia, y cuida de los niños.  

—Lo haré.  

Ella me da un beso en la mejilla y a los mellizos también y se va. Miro a los niños y me le acerco, un extraño olor me llega a la nariz.  

—Se hicieron la poporocha —ellos nada más sonríen robándose mi corazón.  

Saco unos pañales que hay en los bolsillos del coche y procedo a cambiarlos en el mismo coche (porque no hay nada arreglado en esta casa). Suelto un suspiro, ya que tengo un arduo trabajo por hacer.  

Le cambio los pañales a los bebés, y los llevo a la cocina dejándolos a ciertas distancias. Busco una olla en las compras y después de tanto ajetreo termino de preparar la leche y se las doy con cuidado. Algo que no me gusta de darle el biberón es que me da miedo de que atragante, es lo que más miedo me da en los bebés, también me da miedo a que se enferme porque me lleno de preocupación y me bloqueo.  

Emma se termina primero la leche y después Elías, le saco los gases a cada unos y los hago dormir. Como los mellizos se han dormido, aprovecho para arreglar un poco la casa, especialmente la habitación que ocuparé.  

Más tarde.

Estoy cansada, si tan solo tuviera ayuda las cosas fuera más fácil. Miro el cuarto blanco sin nada de color, está muy sencillo para dos niños... Se me ocurrió algo y desde mañana comenzaré a decorar la habitación.  

Los mellizos lloran y me pongo de pie en cuestión de segundo, tomo entre mis brazos a Elías, que es el que llora más, mientras le hago juego a Emma para que se calme. Los niños se calma y aprovecho para darle un baño.  

No llevo tanto tiempo cuidando a los mellizos, pero si es cansado atender a los dos al mismo tiempo, ya que uno lloro y el otro le sigue, y así sucesivamente.  

Lo termino de bañar, los visto, le doy su leche, le saco los gases y los hago dormir y por último los acuesto en sus cunas que están a lado de mi cama (para no caminar mucho y desde la misma cama cuidarlos). Me voy a la cocina para preparar la cena.  

Después.

Salgo del baño, me pongo mi pijama y me acuesto a dormir hasta que me toque despertar.  




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