Déjame con mi orgullo

III. Rosa chillón y falsas esperanzas

Ann

Estaba harta del interrogatorio al cual mamá me sometió después de encontrar sangre en el piso el miércoles. Me preguntó si Alex se había peleado con alguien o si habíamos roto uno de sus jarrones finos y nos cortamos recogiendo los trozos que quedaban. Después de rendirme y notar que no era una buena idea decirle todo respecto a la intromisión de Peter en la casa, para su posterior «maltrato» de Alex y de mi parte; decidí decirle que el periodo me tomó por sorpresa y se me olvidó limpiar. No era la mejor mentira del mundo, pero al menos luego de eso dejó de preguntarme y me obligó a limpiar los mocos y sangre de Peter.

Mi mamá no tenía idea de las tutorías, porque no le mostraba mis calificaciones y estaba usualmente ocupada con el trabajo. Se me hacía muy sencillo evitarle ese problema.

Ahora, aburrida en casa durante un viernes, solo podía pensar en una cosa.

Nutella.

No recuerdo cuando fue la última vez que comí un poco de ese manjar de dioses, pero ya la extrañaba y necesitaba un poco de mi bebé para poder llevar bien estos días.

Me dirigí a la cocina para ver si quedaba un poco en el pote que oculté en el refrigerador, pero no me llevé una grata sorpresa al ver que el pote estaba completamente vacío, con una nota de «te lo debo» pegada en la tapa. Saqué rápidamente mi celular de mi bolsillo y comencé a escribir furiosa.

Ann: Tráeme una ahora. Ya sabes de qué estoy hablando, Alex.

Frustrada, no tuve más remedio que volver al sofá. Cuando iba aprender el televisor mi trasero vibró, indicando que Alex había captado mi mensaje. Saqué el celular de mi bolsillo y vi que había un mensaje… pero no era del idiota de mi hermano.

Desconocido: ¿qué tal?, ¿ya me extrañas;)?

Tenía el presentimiento de saber quién era, pero tenía que confirmar si era el mismo desesperado de siempre o algo mucho peor. En el fondo deseaba que fuera alguno de mis amigos, pero no tengo muchos que se atreverían a mandarme un mensaje así.

Ann: ¿Quién eres…?

Desconocido: ¿Ya me has olvidado? Vaya… sabía que no era el único en tu vida.

Agendé el nombre de Peter como se lo merecía y rodé los ojos. A veces era una total reina del drama, pero ese puesto era demasiado grande para él. Sospeché que Rose le había dado mi número, así que tendría que hablar seriamente con ella respecto a sus jueguitos.

Ann: ¿Tan temprano por la mañana molestando?

Ann: ¿Que no tienes nada mejor que hacer?

La respuesta no tardó en llegar.

Princesa: La verdad no he podido dormir sin que estés a mi lado…

Sí, le puse Princesa porque literalmente lo era. Viviendo en su castillo, con una madre a la cual trataba de empleada, además en su rostro se veía que era dormilón como la bella durmiente. Por otro lado, ya me veía un día teniendo que salvarlo de un dragón.

No volví a responderle y él tampoco me mandó otro mensaje, pero poco me importó. Después de todo, él volvió a cancelar nuestras tutorías porque se le había hecho tarde en uno de sus entrenamientos y el entrenador le obligó a limpiar las pelotas de básquet hasta que quedaran relucientes. No me quejé, pero lo llamé irresponsable y me burlé de él por no cumplir con sus promesas. Me lanzó un balón en la cara, pero ya no me duele al menos. Quizás Peter no era tan malo como parecía, pero seguía siendo un pervertido, acosador, mentiroso y despreocupado. En el fondo, creo que estaba buscando al chico con el que hablé en la fiesta. Aquél que me distrajo del mundo y me divirtió con sus comentarios ingeniosos.

Era frustrante en parte, porque parecían dos personas diferentes en estos momentos.

Me pasé la mano por el cabello suspirando, a la vez que me dejaba caer pesadamente en el sillón de la sala. Después de un rato viendo dibujos animados, decidí mandarle un mensaje a Rose para que me llevara al súper a comprar la crema de avellanas, ya que había perdido la esperanza de que Alex me hubiera hecho caso. También tengo que hablar con ella por intentar juntarme con Peter.

Le decidí mandar un mensaje de texto:

Ann: Llévame al súper. Tenemos que hablar.

Me levanté para ir a mi habitación y poder cambiarme el pijama que llevaba puesto. Apenas crucé la puerta me llegó la respuesta de Rose.

Rose: Oki, besos : Pasó a las 9?

Miré el reloj del celular, son las ocho en punto. ¡No puedo esperar tanto!

Ann: 8:30. Tengo hambre y me la debes.

Rose: tan poko para arreglarme??? pense que me conosias

Sonreí un poco ante su respuesta y saqué ropa interior limpia junto a una playera y mi short blanco favorito. Me iba a hacer una coleta pero el chupón de Peter era morado, demasiado grande y muy notorio a pesar de que ya habían pasado unos cuantos días. Pero el calor que había afuera podía hacer que un ave se cociera en medio vuelo. Ya no podía ocultarlo con maquillaje, se me había acabado el poco que Rose me había dado, así que no tuve más opción que ponerme una venda alrededor del cuello. Parecía como si alguien hubiera intentado ahorcarme y ocultara las pruebas, pero esto era mejor que mostrar lo que es idiota me había hecho.

No le iba a dar esa satisfacción.

Bajé rápidamente después de tomar mis llaves y mi billetera, para así salir a esperar a que Rose llegara en su Jeep. No me esperé que al abrir la puerta Alex se apareciera con una cara de estúpido y un ojo medio cerrado. Ahora que lo pienso no creo que haya llegado a dormir. Lo primero que noté fue un fuerte olor a alcohol y arrugué la nariz inevitablemente.

—¡Anni! ¡¿cómo está mi hermana preferida?! —gritó mientras me abrazaba.

—Soy tu única hermana, idiota —dije mientras trataba de sacármelo de encima con una mueca—. Alex, me asfixias.

—Lo sien-hip-to… pero es que te quiero como las vacas —me soltó y estiró sus brazos lo más que pudo a ambos lados de su cuerpo—, muuuuuuuuuucho… y creo que debemos hablar —sonrió, pero en seguida entrecerró sus ojos hacia mí.




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