Neil
Vuelvo a observar la hora, volviendo a hacer otra llamada, la cual de nuevo no es contestada, siento que voy a hacer un hueco en la sala de tanto caminar en círculo. Me preocupa mucho el hecho de que mi hijo mayor, mi nuera y mi nieta no lleguen aún. Si hay algo que no me gusta es que mis hijos viajen de noche si andan en auto, siempre he dicho que las calles son peligrosas, pero a veces se les olvidan. Entra una llamada a mi celular y aunque es un número desconocido contesto.
—Buenas noches...
—¿Familiar del señor Nicola y Verónica Solimano? —Mi corazón tiembla.
—Sí, soy el padre de Nicola.
—Lamento mucho esto, pero necesitamos que se acerque a la morgue... —mis piernas han dejado de sostenerme—. Necesitamos que reconozca los cuerpos...
Junto al celular se cae mi vida, pensé que los dolores más grandes ya los había vivido con la muerte de mis padres y mi esposa, pero resulta que lo que sentí no se compara ni un poco a lo que estoy sintiendo ahora.
—Señor, ¿qué sucede? —Ignoro las palabras, lo único que puedo hacer el llorar mientras el dolor recorre cada parte de mi ser, no sé cómo describirlo, no puedo hacerlo— Señor...
¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué tengo que ir a reconocer los cuerpos? ¿Por qué tengo que vivir este momento? La ley de la vida es que un hijo llore la muerte de un padre, no que un padre llore la muerte de un hijo.
—Padre, padre...
Observo la mano extendida que me entrega el celular, rápidamente, lo arrebato, buscando la fuerza que necesito en la voz de mi segundo hijo.
—Nicolás...
—¿Por qué lloras, padre? —Interroga con dureza.
—¡Tu hermano y Verónica están muertos...! —El sonido de la llamada que ha sido colgada son como espina que lastiman mis tímpanos— ¡Nicolás! ¡Hijo! —Grito esperando respuesta, pero no hay. Ni siquiera en este momento tan doloroso, Nicolás muestra empatía hacia su hermano, y hacia mí.
—¡Ay, señor! Cuanto lo siento.
Abrazo a la mujer que ha trabajado para mí desde hace muchos años, quien cuidó a mis hijos mientras yo trabajaba. Abrazo a la mujer que puede comprender un poco mi dolor.
—¡¡Mi hijo Elvira, mi hijo está muerto!!
Siento que una parte de mí se ha ido con Nicola, siento que nada puede ser lo mismo desde hoy. Si no tuviera otro hijo y una nieta por los cuales debo velar, ya habría acabado con mi propia vida con tal de volver a ver a Nicola. No tengo fuerza, parece que me arrebataron la esperanza, me siento sin vida.
Lo más difícil fue reconocer a mi pobre muchacho y no ver su habitual sonrisa, y que decir de mi nuera, su último gesto refleja una amarga tristeza. Esto se ve tan irreal que mi corazón todavía está en negación, mi corazón tiene la fe de que todo esto sea una pesadilla, pero lamentablemente el tiempo sigue corriendo y me destroza la terrible realidad. Ningún padre debería de pasar por este duro hecho.
—Padre...
Alzo mi rostro, viendo a mi segundo hijo, quien se parece mucho a su hermano mayor. Inmediatamente, lo abrazo, llorando en su hombro, abrazándolo con la poca fuerza que tengo.
—No soy él —me aparta, mirándome aún con resentimiento.
—Nicolás...
—No estoy aquí por ellos. Estoy aquí porque nana Elvira me rogó que regresara. Ella tenía miedo de que te pase algo —dice tajante.
—Hijo, ya es momento de que los perdones...
—La muerte no tiene porqué ser una excusa para perdonar. Si no lo hice cuando estaban vivos, que era lo más lógico y con sentido, no lo haré ahora que están muertos.
—No hables así. Nicolás, es tu hermano y Verónica quienes está en esos ataúdes.
—Mi hermano murió hace mucho tiempo. Las personas que han muerto son unos completos desconocidos para mí.
Niego antes sus palabras que me afectan y aumenta más mi pena. No solo tengo que soportar el dolor que ha causado la muerte de mi hijo y nuera, también tengo lidiar con el hecho de saber que Nicola murió siendo prácticamente el enemigo de Nicolás.
—No digas eso. Me lastimas tanto, hijo...
—Es la verdad. Y si te lastimo tanto padre, lo mejor es que me vaya... —intenta darse la vuelta, pero lo detengo.
—No te vayas, te necesito Nicolás. Esta vez no podré soportar el tenerte lejos, no podré con la tristeza... No quiero dejarte cuando tu corazón aún sigue adolorido, no quiero dejar sola a Sophie —su mirada irradia un profundo rencor y odio. Aunque Nicolás nunca me lo ha dicho, sé que me tiene un profundo resentimiento por haber aceptado la relación de Nicola y Verónica.
—¿Por qué tenías que nombrar a esa niña?
—Porque es mi nieta, tu sobri...
—¡No digas más!
—Nicolás, ten un poco de lástima por ella. Ha quedado huérfana, solo nos tiene a nosotros.
—Te equivocas, ella solo te tiene a ti —quita mi mano de su brazo con fuerza, dándose la vuelta. Aunque quiera detenerlo para tener su compañía, no lo hago, lo mejor es darle su espacio. Supongo que, aunque no quiere sentir nada, debe de estar aturdido.
#2300 en Novela romántica
#216 en Thriller
#99 en Misterio
matrimonio sin amor, secretos amor odio confucion, oportunidades aceptacin perdon
Editado: 20.01.2024