Dejando ir al amor de mi vida

3.- La noticia

[.ELION.]

La lluvia golpeaba los ventanales de mi apartamento en Manhattan, pintando la ciudad con tonos melancólicos. Siempre me había gustado la lluvia, ese sonido constante y apacible que parecía limpiar no solo las calles, sino también los pensamientos enredados en mi mente. Sin embargo, aquella tarde no sentía ninguna paz. Algo pesaba en mi pecho, una inquietud inexplicable que no lograba sacudirme.

Con un suspiro, llevé la copa de whisky a mis labios, disfrutando del ardor del líquido en mi garganta. Cerré los ojos por un instante, dejando que mi mente divagara hasta el único pensamiento que me perseguía desde hace semanas: Blair. Quería verla, de alguna manera, desde que termino con James, habíamos dejado de vernos como antes. Y honestamente, la extrañaba.

Siempre supe que James y ella tenían algo especial. Lo vi desde el primer día. Aunque me doliera admitirlo, incluso cuando James le falló, en el fondo creí que terminarían encontrando el camino de regreso el uno al otro. Después de todo, James nunca había sido un hombre que tomara decisiones impulsivas en cuanto a sus relaciones. Blair era su gran amor, eso lo supe desde que la miró por primera vez. Y quizá, solo quizá, había llegado el momento en que por fin dejaría de cometer errores y la elegiría de nuevo.

El sonido insistente de mi teléfono me sacó abruptamente de mis pensamientos. Lo tomé con desgana, pero cuando vi el nombre en la pantalla, fruncí el ceño. ¿James?

No hablábamos desde hacía semanas. Más que nada porque el chico estaba tratando de mantener a flote su pequeño emprendimiento y su tiempo libre se lo dedicaba a su nueva conquista francesa.

Pero ahora, después de tanto silencio, él me llamaba. Algo tenía que decirme.

Deslicé el dedo por la pantalla y contesté.

—¡James! —solté con una sonrisa, tratando de sonar animado—. ¿Cómo va todo, amigo? Ya casi olvidaba el sonido de tu voz.

—¡Elion! —exclamó él, y de inmediato noté algo distinto en su tono. Había una emoción desbordante, casi infantil—. Estoy bien, mejor que bien. Te tengo una noticia increíble.

Una sensación extraña se instaló en mi pecho.

—Vaya, suenas emocionado. ¿De qué se trata?

James rió, y el sonido fue tan genuino que, por un momento, lo imaginé con esa sonrisa suya que lograba desarmar a cualquiera.

—Me he comprometido.

El aire abandonó mis pulmones de golpe.

Mi mente se congeló. Mi corazón se aceleró en una fracción de segundo, pero no por la razón correcta. Un calor punzante se extendió por mi pecho. Durante un instante, un fugaz instante, creí que estaba hablando de Blair. Que por fin había comprendido lo que sentía por ella y que esta vez no pensaba dejarla ir.

—¡Vaya, felicidades! —exclamé con una risa forzada, tratando de encubrir la punzada que me atravesó el pecho—. Blair debe estar en las nubes. Ahora entiendo por qué has estado tan desaparecido. Aunque me has ignorado estas semanas, te perdonare. Y a ella... la felicitaré personalmente luego.

El silencio del otro lado de la línea fue como un golpe seco.

—No... —musitó James, su voz perdiendo un poco de fuerza—. No es Blair.

Fruncí el ceño.

—¿Qué?

—Me casaré con Camille —continuó, y esta vez su voz sonó con más firmeza, como si necesitara reafirmar sus propias palabras—. La chica que conocí en París. Es doctora y es francesa. ¿Recuerdas que te hablé de ella? Nos conocimos durante mi último viaje de negocios.

El golpe fue brutal.

Sentí mi mandíbula tensarse mientras procesaba lo que acababa de decirme. ¿Camille? ¿La mujer con la que se había cruzado hacía apenas mes y medio?

Parpadeé, intentando aclarar mis pensamientos. No tenía sentido. James no era el tipo de hombre que tomaba decisiones tan apresuradas en lo personal. En los negocios, quizá. Pero en el amor... Él había sido cuidadoso con Blair, había construido su relación paso a paso. Y ahora, ¿se casaba con alguien a quien apenas conocía?

—Oh... —musité, esforzándome por mantener la compostura—. Eso es... inesperado. No recuerdo que me hubieras hablado tanto de ella... pero bueno, si estás seguro de esto y te hace feliz, entonces felicidades... Supongo.

James dejó escapar una pequeña carcajada, como si aún estuviera embriagado por la euforia de su decisión.

—Gracias, Elion. Sé que es repentino, pero cuando lo sabes, lo sabes.

Apreté los dientes. "Cuando lo sabes, lo sabes". Si esas palabras las hubiera dicho sobre Blair, tal vez habría sonado más creíble.

Tomé aire, intentando desterrar la imagen de Blair en ese instante. ¿Sabía esto? ¿Cómo lo estaba manejando? ¿Lo había visto venir?

—Quería preguntarte algo más —prosiguió James, su tono adoptando una extraña mezcla de seriedad y expectación—. Sabes que nos conocemos desde la universidad y no puedo imaginar a nadie más siendo mi padrino de bodas. ¿Aceptarías?

El whisky en mi mano de pronto pareció saber a cenizas.

Mis dedos se crisparon en torno al vaso. ¿Me estaba pidiendo que fuera su padrino? Que lo acompañara en el altar mientras se casaba con la mujer por la que dejó a Blair.

Todo en mi interior gritó que dijera que no. Que le soltara una excusa, que encontrara la forma de alejarme de esto. Pero no podía. No sin levantar sospechas. No sin poner en riesgo la amistad que, a pesar de todo, aún nos unía.

Tragué saliva y obligué a mis labios a curvarse en una sonrisa que no sentía.

—Por supuesto, James —manifesté con la mayor convicción posible—. Sería un honor.

James dejó escapar un suspiro aliviado, como si realmente hubiera temido que me negara.

—Sabía que podía contar contigo, hermano —reconoció, con una gratitud genuina en su voz—. Hablamos pronto para más detalles, ¿te parece?

—Claro, James. —Apreté los dientes, manteniendo el tono casual—. Cuídate y felicidades de nuevo.

Cuando la llamada terminó, solté el teléfono sobre la mesa y me pasé una mano por el rostro.




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