Dejando ir al amor de mi vida

5.- No, no acepto.

[.ELION.]

La brisa nocturna era fría, pero no tanto como la sensación que me invadía mientras me detenía frente a la entrada del edificio. Miré hacia arriba, observando las luces encendidas en algunos apartamentos, preguntándome si en uno de ellos Blair estaba realmente tan destrozada como para haberme pedido que viniera.

No éramos los grandes amigos. De hecho, si James no hubiera existido en la ecuación, probablemente Blair y yo jamás hubiéramos intercambiado más de dos palabras en un evento social. Para ella, yo era el mejor amigo de su exnovio, el mujeriego insufrible que siempre aparecía en los momentos menos oportunos. Pero para mí, ella era mucho más que eso.

Empujé las puertas de cristal y entré al vestíbulo con paso seguro. El lugar tenía un aire sofisticado, acorde con el tipo de gente que vivía allí. Crucé el espacio hasta el ascensor y presioné el botón. Mientras las puertas se cerraban y el ascensor ascendía, metí las manos en los bolsillos de mi abrigo y suspiré.

Blair tenía que estar realmente mal para recurrir a mí. Y yo no iba a desaprovechar la oportunidad.

Cuando el ascensor se detuvo en el décimo piso, salí al pasillo alfombrado y caminé hasta su puerta. Aún no eran ni las once, pero si había llorado tanto como imaginaba, quizá ya estaría dormida.

Toqué con los nudillos, esperando.

Pasaron unos segundos y la puerta se abrió.

No era Blair.

—Genial... —mascullé al encontrarme con la última persona que quería ver: Penélope Sutton.

La rubia me fulminó con la mirada, cruzándose de brazos en la entrada como si su mera presencia pudiera impedirme el paso. Sus ojos castaños estaban llenos de desaprobación y fastidio.

—Si llegaste, Vanderbilt —soltó, con un tono que me recordó a una madre regañando a su hijo problemático.

—¿Dónde está Blair? —repliqué, arqueando una ceja.

Penélope suspiró, como si el simple hecho de tenerme frente a ella le resultara agotador, y finalmente se hizo a un lado.

—Está en su habitación —indicó, con una mueca de disgusto—. Pero escúchame bien, ni se te ocurra aceptar lo que te va a pedir.

Eso captó mi atención.

—¿Y exactamente que es lo que me va a pedir? —pregunté con una sonrisa ladeada, disfrutando el leve tic de molestia en su ceja izquierda.

—Eres un imbécil —espetó, rodando los ojos— ¡Y un pervertido!

Me encogí de hombros con un aire despreocupado, sin borrar la sonrisa.

—Bueno, ella me pidió venir. ¿Dónde esta?

Penélope estaba a punto de replicar cuando la puerta de una de las habitaciones se abrió. Mi mirada se desvió y ahí estaba ella.

Blair.

Llevaba un conjunto sencillo, un suéter beige y unos pantalones cómodos, pero lo que me impactó no fue su ropa, sino su rostro. Aunque había intentado disimularlo con maquillaje, había llorado. Sus ojos verdes estaban enrojecidos, y había un leve brillo en ellos que delataba que, si no se controlaba, podría romperse en cualquier momento.

Y por primera vez en mucho tiempo, no sentí la necesidad de bromear.

Blair me miró con una expresión distante, como si no estuviera segura de si debía agradecerme por venir o lamentarse el haberme llamado.

—Elion —pronunció, con una voz apenas audible.

—¿Por qué me pediste que viniera? —le pregunté, sin rodeos.

Ella no respondió de inmediato. Miró a Penélope, como si buscara aprobación o apoyo. Su amiga negó con la cabeza, claramente en desacuerdo con lo que fuera que Blair estuviera por decir.

Eso me puso en alerta.

Esto va a ser interesante.

Decidí tomar la delantera.

—Si lo que quieres es darle celos a James —murmuré con fingida resignación—, está bien, acepto. Pero para futuras referencias, un trío jamás debe hacerse con personas que se conocen.

Blair cerró los ojos con exasperación y se dejó caer en el sofá.

—Eres imposible —murmuró.

—Negativo. Soy encantador —corregí, encogiéndome de hombros.

—Esto es una pésima idea —intervino Penélope, cruzándose de brazos.

Por un momento, su reacción me hizo preguntarme si realmente iban a pedirme eso.

Pero Blair no tardó en disipar mi teoría cuando alzó la mirada hacia mí y, con voz firme, soltó la bomba:

—Quiero que me ayudes a sabotear la boda de James.

El aire pareció volverse más denso en la habitación.

Por primera vez en mi vida, me quedé sin palabras.

La miré, tratando de leer su expresión, de encontrar un atisbo de broma o exageración, pero no lo había. Hablaba en serio.

Pasaron unos segundos en los que lo único que hice fue respirar. Finalmente, me senté frente a ella y apoyé los codos en mis rodillas y murmuré:

—Entonces ya lo sabes...

Ella se estremeció ligeramente. Se llevó una mano al rostro y se limpió una lágrima antes de que pudiera caer.

—Sí —asintió, con un hilo de voz—. James me lo dijo esta mañana.

Desde la cocina, Penélope se giró con una mirada furiosa.

—No solo eso —agregó con un tono venenoso—, sino que el malnacido tuvo el descaro de pedirle a Blair que organizara su boda.

Abrí los ojos, sorprendido, pero lo peor aún no llegaba.

—Y para colmo, la quiere en el castillo Beaumont —finalizó Penélope, escupiendo las palabras con odio.

Lancé una carcajada incrédula y me recargué en el sofá. Ese sí era un golpe bajo.

Volteé hacia Blair, esperando encontrar furia en su expresión, esperando que me dijera que lo había mandado al infierno, que había rechazado semejante humillación. Porque la conocía y sabia que, si algo tenía era orgullo y jamás cedería a algo así y menos por un hombre.

Pero no. Su mirada me lo dijo todo.

Ella lo había aceptado.

—¿Lo hiciste? ¿Aceptaste? —pregunté, estudiando su rostro.

Ella asintió lentamente.

—Por eso te necesito. Hay una oportunidad de recuperarlo... y no quiero desaprovecharla.

Me quedé mirándola en silencio.




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