[.ELION.]
Despacho de Wentworth & Wentworth, Nueva York
Pasé la mirada por los informes financieros que descansaban sobre mi escritorio de caoba. La luz tenue de la lámpara proyectaba sombras sobre los papeles, mientras el eco lejano de los pasos de los empleados en el pasillo se filtraba hasta mi despacho. El despacho de mi abuelo tenía ese aire imponente, con estanterías llenas de volúmenes legales encuadernados en cuero y una chimenea apagada que alguna vez debió haber albergado largas discusiones sobre leyes y poder.
Sumido en mi trabajo, el sonido de la puerta al abrirse interrumpió mi concentración. Levanté la vista y encontré a Cassandra de pie en el umbral. Como siempre, impecable. Su cabello rubio caía en ondas perfectas sobre sus hombros, y su vestido ajustado, pero elegante, reflejaba su capacidad de moverse entre el profesionalismo y la seducción con una facilidad innata.
—Señor Wentworth, James Thorne está aquí para verlo —anunció con su tono suave, siempre medido, siempre con un dejo de dulzura que la hacía imposible de ignorar.
Arqueé una ceja, ligeramente sorprendido. No había esperado verlo tan pronto, aunque supuse que, de algún modo, esto terminaría ocurriendo.
—Hazlo pasar, Cassandra —solté, dejando los papeles a un lado y acomodando mi chaqueta con un movimiento sutil.
Cassandra asintió con profesionalismo, giró sobre sus tacones y salió de la oficina, su andar era firme y pausado resonando contra el suelo de mármol.
Unos segundos después, James cruzó la puerta.
—¡James! —exclamé, poniéndome de pie y extendiéndole la mano con una sonrisa que, aunque natural, contenía un trasfondo de análisis.
—¡Elion! —contestó él, estrechando mi mano con fuerza—. Ha pasado un tiempo.
Nos sentamos en los sillones de cuero frente a mi escritorio, y después de intercambiar algunas cortesías, decidí ir al grano.
—Entonces dime, ¿Qué te trae hasta aquí? —pregunté con tono casual, inclinándome ligeramente hacia atrás en mi silla—. ¿Qué ha llevado al gran James Thorne a dar un salto tan precipitado hacia el matrimonio?
James soltó un suspiro pesado, como si ya hubiera previsto esa pregunta.
—Sé que parece apresurado —reconoció, recargándose en el respaldo—. Pero Camille... es diferente. La conocí en París durante un viaje de negocios y, desde el primer momento, hubo algo en ella que me atrapó. Es inteligente, apasionada, me entiende de una manera que nadie más lo ha hecho.
Lo observé con atención, mi rostro permaneció impasible, pero mis pensamientos comenzaron a correr. Conocía a James desde hacía años, lo suficiente como para saber que no era un hombre que se lanzara a ciegas a una relación, y mucho menos a una boda. Lo que decía sonaba convincente, pero algo en su tono me pareció forzado.
Asentí lentamente, midiendo mis palabras.
—Entiendo que sientas eso, James. Pero casarte... es un paso enorme. ¿Estás completamente seguro de que esto es lo que realmente quieres?
Él sostuvo mi mirada, y aunque su respuesta fue firme, hubo una fracción de segundo en la que pareció dudar.
—Sí, lo estoy —afirmó con seguridad, pero su expresión me traicionó un leve atisbo de inquietud—. Camille es todo lo que he estado buscando. Me apoya en todo, y siento que con ella puedo construir un futuro sólido.
Tomé un largo suspiro, sin apartar la vista de él. Aunque sus palabras tenían... lógica, había algo más ahí, algo que James no estaba diciendo. Lo conocía demasiado bien como para creer ciegamente que esto se trataba solo de amor. No. James no se casaba porque estuviera locamente enamorado. Se casaba porque sentía que era lo correcto.
Pero no mencioné nada.
No porque no me importara, sino porque, en el fondo, quería que esto sucediera. Quería que James se casara con Camille. Porque si lo hacía, Blair quedaría libre. Y Blair... Blair era un juego que estaba dispuesto a jugar.
—Si estás seguro, entonces no seré yo quien cuestione tu decisión —manifesté con calma—. De hecho, puedo recomendarte a alguien para la organización de la boda. Hace un tiempo, contratamos a una organizadora increíble para un evento de la firma y me dejó impresionado con su nivel de detalle.
James soltó una risa breve, sacudiendo la cabeza con diversión.
—Oh, Elion, ahí es donde esto se pone interesante —murmuró, con un destello casi divertido en los ojos—. Ya contraté un equipo.
—¿Ah, sí? ¿Quién? —pregunté, fingiendo interés... Aunque ya sabia la respuesta.
—La familia Beaumont.
Mi expresión se mantuvo inmutable, pero por dentro, algo en mí se tensó.
—¿Blair y su madre van a planear tu boda? —repetí, fingiendo incredulidad, cuando en realidad ya sabía la respuesta.
James asintió, y esta vez, su mirada se volvió más seria.
—Sí. Confío en su profesionalismo —explicó—. Además, Blair y yo... bueno, tengo la esperanza de que esto nos ayude a sanar heridas y seguir adelante. Amo a Blair, como amiga, claro. Y me gustaría que siguiera formando parte de mi vida.
Me recosté en mi silla, procesando sus palabras. Su tono era tranquilo, casi despreocupado, pero su lenguaje corporal lo delataba. James nunca había sido un buen mentiroso cuando se trataba de sus sentimientos. Decía que solo la quería como amiga, pero la rigidez de su mandíbula, la forma en que evitó sostener mi mirada por demasiado tiempo... eso me decía otra cosa.
Pero de nuevo, no dije nada.
Porque si Blair quería sabotear esta boda, entonces yo tenía que asegurarme de que se llevara a cabo.
—Eso es... inesperado, por decir lo menos. Y un golpe bajo, debo admitirlo—musité, con una leve sonrisa burlona—. Pero si crees que es lo mejor, no seré yo quien te detenga.
James me miró fijamente, con una mezcla de determinación y... algo más.
—Elion, sé que esto es complicado, pero necesito tu apoyo en esto —expresó con seriedad—. No solo como mi amigo, sino como mi padrino de bodas.
Editado: 16.06.2025