Déjate amar

Capítulo 2

A lo lejos visualizo a mis hermanos con doña Marta, o como le decimos de cariño “Amá”, veo que ella los está regañando, entro, sus miradas se fijan en mí y ella corre hacia mí

-Hija mía, que bueno que llegaste- dice al borde del llanto

-¿Qué sucede?- pregunto algo confundida

Ella se voltea y les da un golpe en el hombro a mis hermanos

-¡No vuelvan a dejarla sola!- les dice

-Perdón- dicen con una pequeña sonrisa en sus labios

-Además, se les hace gracioso- espeta enojada amá

-Amá, tranquila, si es por el alboroto ahí en el centro, no pasa nada- le digo abrazándola

-Hija, si te llevan ¿qué será de mí?- dice abrazándome con fuerza

-Calma, estoy bien y estaré bien, los chicos cuidan de mí- le digo, los chicos se aguantan una carcajada y yo los fulmino con la mirada

-Bien hijita, ¿quieres que te traiga unos ricos tacos de la esquina?- dice emocionada y yo asiento- bien- ella se va a toda prisa

La conozco, ella no vendrá pronto, porque ella es muy extrovertida, algo que hizo que nosotros podamos adaptarnos a la perfección con ella, y cuando va con don Gerard (el de los tacos) se queda a platicar de todo, aunque tenemos nuestras sospechas de que existe algo por ahí, pero son solo sospechas.

Amá tiene 56 años, cuando logramos llegar a la Gran Ciudad, estuvimos unas semanas deambulando por las calles, hasta que ella nos encontró en el puente principal de la ciudad, nos acogió y durante estos 8 años hemos estado viviendo bajo su techo.

-Amy ¿Qué sucedió? - pregunta Iván preocupado

-Tengo unas pinturas que terminar, acompáñenme y les cuento- le digo empezando a caminar hacia el cuarto

Empecé a contarle con lujo y detalle todo lo que sucedió, claro que recibí un regaño por su parte, por haber golpeado al policía pero no me gusta ese tipo de gente tan expresiva. Al terminar los cuadros, llegó Amá con los tacos y nos pusimos a comer entre risas, bromas y de la plática que tuvo ella con don Gerard.

Doy por terminada la pintura que le hice a Eduardo, empiezo a empacar todo, subo todo a mi bicicleta y me dirijo a la dirección que me indica la tarjeta.

Se encuentra cerca de donde vivimos, bueno, relativamente. Al llegar noto que es una privada demasiado grande, me recibe el guardia

-Buenas tardes señorita ¿en qué le puedo ayudar?

-Vengo a traerle un encargo del sr. Eduardo Sandoval- el guardia parece pensativo

¡Rayos! Jamás me dijo hora y tampoco le pregunté de cuando lo necesitaba

-Pase- me dice el guardia y entro con nervios a la privada

Manejo buscando la dirección hasta que la encuentro, a pesar que es una privada, las casa, son todas diferentes, la de Eduardo es grande, de dos pisos,  con un largo patio delantero, césped verdoso con arboles, flores… en pocas palabras, sacada de película.

Veo a lo lejos a una señora con un vestido rosa aparentemente un uniforme. Ella sale de la casa

-Buenas tardes señorita, acompáñeme por favor, puede dejar su bicicleta cerca de la puerta- dice amablemente

-Buenas tardes- logro decir, aún procesando el echo que debo caminar hacia adentro, veo mi cuerpo hasta mis pies sucios, ignoro todo, agarro el cuadro y asiento mi bicicleta en el césped, para caminar con mucha inseguridad.

Al entrar logro visualizar los grandes detalles de la casa, se encuentra la sala a mi lado derecho, a la izquierda hay un pasillo con unas escaleras, más adelante del mismo lado, está la cocina y luego hay un cuarto y sigue el pasillo.

-Puede sentarse, en seguida viene el señor- me dice la señora con una sonrisa

Yo solo asiento y dudo en si sentarme o no, ella parece leer mi pensamiento, se acerca a mí, y me lleva a sentarme

-Sientete como en casa- me dice

-Lo siento, no estoy acostumbrada a…

-ser tratada como ser humano- a completa con unas leves risas- así me sentí la primera vez, por cierto, puedes decirme Nani- dice quitándose de inmediato

Después de unos segundos en silencio, empiezo a sentirme demasiado incómoda, me levanto para comenzar a salir de ahí

-Amanda, no te vayas- dice Eduardo a mis espaldas

Me volteo con una sonrisa nerviosa

-Lo siento, estoy muy incómoda- le digo rascándome el brazo

-Tranquila- dice riéndose- bien, me di cuenta que jamás te dije hora, ni nada

-Me di cuenta también y ya tarde.

-Bueno, no importa, así igual hablo contigo, serías de nuevo mi salvación.

-Supongo- digo insegura

-Mira, mi novia tiene un sobrino, hoy es su cumpleaños, pero el show le canceló a última hora, en el lugar donde vendes, hay un chico que hace malabares ¿Lo conoces? ¿Crees que pueda venir? Le pagaríamos lo del show que canceló

-De echo, es mi hermano

-Fabuloso- dice emocionado

-Sería que le pregunte- me encojo de hombros- le dejo la pintura y voy a decirle para luego regresar

-No, yo te llevo y de una vez le pregunto

-¿Ah?- pregunto incrédula

-Amanda, tranquila, no me sentiré incómodo, ni me siento incómodo con gente “de menos”, no te sobre bajes así y menos a tu gente- dice con una pisca de enojo en su tono de voz

-Perdón, es que es muy raro hablar con gente de tu altura- me sincero- esta bien, vamos, solo que yo me voy en mi bicicleta, no me subiré a tu auto- digo a la defensiva

-Tranquila- dice de nuevo con risas- yo te sigo

***

-¡Apúrense! Ya casi es la hora- dice Iván

-Iván me estás colmando la paciencia y te voy a terminar arrojando las pinturas a la cara y el payaso que voy a llevar es a ti- le espeto enojada

-¿Cuánto tiempo puede tomarte en pintar a Axel? Siempre lo has hecho- dice enojado

-Iván… -habla Axel

-¡NO TE MUEVA, CONTRAS!-  le digo estresada a Axel por milésima vez- Iván te estoy hablando en serio

-Oye ¿y por qué a él no le gritaste como a mí?




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