Ha sido muy difícil escribir durante todo este tiempo.
Ha sido muy difícil ponerle nombre a todo lo que siento y pienso.
Ha sido muy difícil últimamente observar sin juzgar y tratarme con amabilidad, tal como me prometí a mi misma.
Ser extranjero es complicado, más cuándo tu familia se encuentra esparcida en países diferentes y tienen que someterse al maltrato, a la injusticia, a la soledad. Cada quien tiene sus problemas. Y es totalmente comprensible. Así es la vida… Supongo que es el sueño de cualquier extranjero cuando decide irse de su país, conseguir un trabajo muy bueno, bien pagado, poder vivir estable (y solo con esto me refiero a lo básico: techo, comida, agua y electricidad) y poder ayudar al resto de la familia. Yo siempre quise eso.
La realidad es que ya llevo cinco años en Argentina, Rosario; donde durante cuatro años trabajé sin tener un solo día de descanso y a veces hasta 15 horas diarias, sin sueldo fijo, pasando por situaciones que a veces son humillantes, que a veces no entiendes por qué tienes que pasar por cosas así, que quizás tienen un aprendizaje.
Durante cuatro años hablé sola durante las noches mientras explotaba, porque nada era como quería. Y me pedía a mi misma paciencia, me decía que yo iba a lograr todo lo que me propusiera, que yo podía con las exigencias del trabajo más mis estudios y mis metas… Y un día estaba bien. Podía estar bien durante semanas. Hasta que colapsaba y necesitaba llorar cinco minutos en el baño, para drenar.
Durante todo ese tiempo estuve acompañada por personas, pero siempre me sentí muy sola. Quizás esto de comenzar a escribir lo que pasó y está pasando, sea bueno para mi salud mental, porque quiero muchas cosas, pero lo que más deseo es paz y tranquilidad. Y quién sabe, si alguien realmente me está leyendo, quizás podamos conectar y ayudarnos entre diferentes historias y puntos de vista.
Así que, déjame contarte sobre mí.
Nací el 1 de septiembre del año 2000, en Caracas, Venezuela; durante la tarde, lo cual explicaría por qué me cuesta tanto despertarme temprano y por qué me activo durante la noche. Antes del parto las madres no deberían comer nada, pero a mi mamá no le importó y se comió un plato de pasta con salsa bolognesa. ¿Será que de ahí también viene mi satisfacción por la pasta? No lo sé, pero si de algo tengo certeza, es que quería nacer, me gustaba mi familia. Y mi familia también quería tenerme, por supuesto, a pesar de que el embarazo fue una gran sorpresa y no estaba previsto.
Ese día traje la alegría más grande para mi familia —palabras de mi madre en la actualidad, sin ánimos de presumir—. Mi papá quería llamarme María Magdalena (o algo así) y mi mamá quería llamarme Stephany Krystal. Sí, con ‘’S’’, con ‘’PH’’, con ‘’Y’’ y con ‘’K’’ y otra ‘’Y’’, para colmo; no Estefani, ni Estefania y menos Cristal como cualquier otro ser mortal latinoamericano. Solo: Stephany Krystal.
En mi país los nombres suelen ser más comunes o inventados… se toma en cuenta los nombres de los abuelos o los papás para el bebé, se coloca todo en la licuadora, se mezcla bien, y de ahí surgen nombres como Belkis, Yajaira, Osmar, Yuleizy, Yubiritzaida, Maigualida (y podría seguir, pero ya es suficiente). Inventar nombres está perfecto, pero uno: no tengo cara de María Magdalena, estoy segura y dos: mi mamá quería ponerme nombre de princesa, como un gran postulado para mi vida, ya que para ella el nombre que le pones a tu bebe DEFINE TODO el futuro.
Ahora… ¿Tengo vida de princesa? Obvio que no, pero la intención es la que cuenta.
Es indispensable narrarte el comienzo, para que comprendas lo que sucedió después, así que te hablaré sobre mis padres y cómo los recuerdo. Mi papá se llamaba Omar Ciriaco Martínez y nació un 8 de agosto de 1939, en Montevideo, Uruguay. Carezco de información sobre ese lado familiar, literalmente, sé que tuve siete tíos y todos fallecieron menos uno, y que por ahí tengo uno que otro primo, pero ni idea. Algo muy curioso respecto a la fecha de nacimiento de mi papá, es que cuando lo registraron, por alguna razón lo anotaron mal. Según el documento, Omar nació un 16 de diciembre de 1939; fecha en la cual fallece 73 años más tarde. ¿Loco, no?
Tampoco conocí a mis abuelos por parte de papá y es algo que me hubiera gustado mucho, al menos, saber qué hacían en su tiempo libre o cómo vivían. Solo sé, por fuentes externas, que mi papá se fue a Buenos Aires a estudiar música (profesión) y años después, tuvo que irse por la crisis que estaba pasando Argentina. Ya sé, ya sé, no te preocupes que temas políticos no vamos a tocar, solo contexto. Luego estuvo un tiempo en Perú y más adelante Venezuela. Todo esto tiene un desenlace curioso, pero quiero reservarme algunas cosas para más adelante.
Recuerdo a mi papá como un buen hombre, todo un ejemplo a seguir para mí. Extraño sus abrazos, sus miradas dulces y como me protegía bajo su regazo cuando llovía fuerte y con truenos y me daba miedo. Me aterraba el hecho de que pudiera suceder algo sobrenatural, lo cual, no es común en Caracas, era pequeña. Me ponía muy nerviosa en días de tormenta…
Mi papá tenía mucha paciencia. Me explicaba que las plantitas necesitaban del viento porque entre ellas se ayudaban para tomar agua. Y todas necesitaban hidratarse para poder vivir. ¿Ves? me preguntaba, ‘’no va a pasar nada’’, me decía. Me daba a veces un pedacito de chocolate para distraerme y se ponía a ver mi serie preferida conmigo, que en aquella época era Clifford.