Demonios, magia y androides

1- El lirio

El demonio que me acecha - Primera parte

Te agitas, te estremeces, te tropiezas. Te levantas una vez más mientras tus jadeos son lo único que escuchas. Sientes que el corazón se te saldrá por el pecho y los latidos golpean con violencia en tu interior. La cabeza te da vueltas, como si hubieses bailado por horas y horas sin parar. Tu transpiración inunda la suave y olivácea piel de tu espalda, nuca y rostro, o al menos la piel que solía ser bonita. Ahora se ha transformado en otra cosa, cubierta de tierra, arañazos, sangre tuya y de alguien más. Tu piel está mutando. Ahora es un monstruo. 

La espesura del bosque te consume. El pasto, verde horror, acuchilla delicadamente tus pies desnudos hace ya mucho tiempo. Los árboles, con sus troncos de color marrón encierro, los que siempre fueron un refugio, ahora son la prisión que te oprime las costillas y la garganta. Oscuridad es todo lo que ves, y aire helado es todo lo que respiras, estás metida en un mundo de horrores y abominaciones, corriendo para dejar atrás lo que temes. Lo que te persigue.

Tu respiración es irregular. Te apartas el pelo de la cara y sigues corriendo, no te detendrás. No puedes. Ya no se divisan claros, y tienes la incertidumbre de si volverán a aparecer o si estás en un bucle, corriendo siempre en el mismo lugar. Eso es imposible, te dices. Los árboles van cambiando y los arbustos no son los mismos. Pero te engañas a ti misma para tener una única vela de esperanza prendida en lo más profundo de tu alma. 

Aquello de lo que hablaban con entusiasmo en sus ojos parece ya una inútil fantasía, una noticia falsa. Intentas acordarte de los detalles, pero lo único que tu mente te enseña es el peligro inminente. Tu cerebro solamente te incita a seguir corriendo y a ignorar las molestias. Y tú le haces caso. 

Es casi tan rápido como tú, pero sigues teniendo la ventaja humana, esa cosa estúpida que te sigue dando insulsas esperanzas que jamás se cumplirán. Ya no hay más claros, basta. No lo vas a conseguir, morirás en cuestión de segundos. Lo que te persigue se escucha persistente a tus espaldas, jadeando de cansancio, pero con energías sobrantes. Ríndete. 

Pero no te rindes. En cambio, aceleras al máximo e intentas controlar tu respiración. La espesura negra ya no te intimida tanto. Ya no te parece una oscuridad opresiva, sino misteriosa, que despierta tu curiosidad. Te preguntas cuáles son sus secretos. Mientras, eso que te sigue no piensa en nada, salvo en ti. En tu muerte. Yo también pienso en eso. 

Unos cuantos momentos pasan, en los que la incertidumbre toma el poder. Y entonces esa incertidumbre es destronada por la certeza. La certeza de que tenías razón y yo me equivoqué. Aquello de lo que hablaban tan efusivamente es real, la fantasía existe. 

Sonríes con verdadera felicidad, algo de lo que te habías olvidado que existía. Por primera vez en eternidades, la sientes, la conoces. Tus ojos se iluminan con la poca luz que les queda, y tus pies desaceleran con cautela. El claro pareciera estar hecho por mano de una divinidad. Algo así no es capaz de existir en nuestro mundo gélido. El brillo que desprende te daría ceguera en una situación normal. 

Pero no lo es. Ya no te sigue, es incapaz de hacerlo. Su incierto cuerpo no puede entrar al claro, así que opta por quedarse en el límite, esperándote. No sabe lo que le pasará cuando obtengas lo que tanto buscaste. Lo que estás viendo en este preciso instante, en el centro del claro. 

El lirio.

 



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En el texto hay: distopia, brujas magia, reinos guerras

Editado: 28.12.2021

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