La magia no resuelve todo - Primera parte
Atentos, jóvenes del campo,
pues lo que contaré hoy
jamás debí contarlo.
Escúchenme con atención
recuerden este canto,
porque jamás volveré a cantarlo.
La pequeña había nacido,
hija de un humilde pastor
y una humilde pastora,
quienes la amaban y cuidaban
como si de un tesoro se tratara.
Pero la madre de la pequeña,
mentirosa de su vida
de unas tierras era dueña,
pues a las hadas estaba unida.
El padre era inocente
pues la madre le mentía,
y el padre murió sin ser consciente de la mentira.
La pequeña tardaría en crecer
pues las hadas se dice que son eternas,
y su madre debía partir,
para volver a sus tierras.
Los ciervos vieron
a la madre abandonar a su hija,
y a la niña entonces comprendieron.
Sentían la magia de la madre,
las ataduras de su reino,
pues como todos en el bosque,
con las hadas convivieron.
A la niña la dejaron sola,
pues nadie la puede cuidar,
una joven hada,
a sí misma se debe alimentar.
La niña crecía lentamente,
tanto de cuerpo
como de mente,
el bosque era su hogar,
los animales su pueblo,
no tenía padres, ni tíos, ni abuelos.
Cien años pasaron,
y la niña ya era una joven,
llena de esperanzas,
que ni siquiera sabía su nombre.
No podía hablar con casi nadie,
pues los animales no la entendían,
solo los árboles
su sabiduría le transmitían.
Le contaron historias,
de caballeros y doncellas,
pero la joven, ya no tan ingenua,
sabía que le ocultaban los horrores de la guerra.
Ya deben saber, mis jóvenes oyentes,
que ambos reinos,
en disputa siempre estuvieron.
Tal era el ruido del sufrimiento,
de la tristeza y los lamentos,
que cada ser mágico del bosque,
a pesar de sus negaciones
en sus sueños los escuchaban.
Tengan cuidado con el bosque,
a sus padres escuchen,
pues lo que le pasó al hada
justifica sus actitudes.
Los ciervos son buenos,
así como los conejos,
los pájaros, los lobos,
y también estos consejos.
Nunca le pidan ayuda,
de su mano no vayan,
su polvo no atrapen,
ni su voz escuchen.
El hada soñó con la guerra,
vio a esos reinos
que jamás encontrarían la paz,
y de tanta guerra,
de alimentarse fue capaz.
Durmió por cien años,
pues en adulta se había convertido,
los árboles no querían hablar con ella,
y los animales huían sin sentido.
Los viejos cuentan que el mal,
tan absorbente y despiadado,
con más mal se junta,
hasta destruir todo lo los buenos han amado.
Entonces el hada despertó,
su única compañía entonces,
en el lecho de su descanso,
eran sus hermanas.
Hermanas le cuentan,
con orgullo inigualable,
que a su madre han matado