Después de que Sofía se marchó y charlamos un poco, mi madre no duró un segundo en demandarme a preparar mis maletas. Era imperativa, mamdona, sobreprotectora pero sobre todo era mi madre. Siempre lo tenía claro en cambio Coreen mi hermana no entendía eso, era rebelde, hacía tonterías de adolescentes, su terquedad llegaba al límite.
—Ve párate a preparar la tuya ¡Rápido!
Me levanté del sofá y preparé mis maletas, tras terminar bajé con mi equipaje pero nadie de mi familia estaba ahí. Me senté en el mueble y teclée mi móvil. Lo primero que vi fue los desagradables mensajes de Max.
—Que fastidio lidiar con gente impertinente —mascullé.
Continué observando sus mensajes e incluso me enviaba fotos de él llorando, con una condición deplorable, quería que tuviera lástima de él, pero lamentablemente la confianza se rompió. Un día que fui a su casa, su hermano me indicó la biblioteca de su casa, él se encontraba ahí, pero su hermano ignoraba que Max hacía sino, no me hubiera dado el paso, me topé con la sorpresa de que él estaba acariciado dos chicas con sus manos, para acortar el asunto estaba haciendo un trío con dos compañeras de las clases de natación que él y yo asistíamos. Ninguna se imaginaban que se iban a topar con mi cara, cerré la puerta llena de rabia y abandoné el lugar.
Nada más de pensar en Máx se me revolteaba el estómago, encima tenía el descaro de escribirme y seguirme sabiendo que no lo iba a perdonar. Ese inútil me traicionó, tanto que criticaba a mis amigas y resultó ser peor pero le di gracias ya que pude darme cuenta de que también tenía personas a mi alrededor que eran un desastre total, escóreas como él.
Me asomé por la ventana. Después llegó Sofía muy rápido por cierto. La vi a través de las ventanas, el portón estaba abierto permitiendo la entrada de cualquier persona. Esta me vio y no dudó en gritar.
—¡Ven, ayúdame no te quedes ahí mala!
Me moví a ayudarla, dejé el móvil arriba de una mesa pequeña, abrí la puerta, llegué hacia ella y tomé una de sus maletas. Estaba muy pesada.
—Pero Sofía que rayos trajiste —espeté.
—Mis cosas ¿no lo ves? —inquirió.
—Pero no es para tanto, trajiste demasiadas cosas —le reproché
—Traje alcohol ¿contenta?
—Exagerada, te trajiste toda la licolería —comenté.
—Ay no me digas que no te gusta —se bufó.
—No he dicho nada sólo que está muy pesado —contesté —. Te sugiero que dejes está maleta afuera.
Cuando entramos mis padres y mi hermana ya se encontraban abajo. Las maletas están ubicadas una al lado de la otra.
En un rato...
—Ya estamos completos, vámonos —ordenó mi madre con aire de mandona.
Salimos todos a tomar el mini bus de mi padre.
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Editado: 29.05.2024