Dentro De La Máscara de Papel.

Mi Quinta Historia. Parte. – 3.

Las horas pasaban y todos estaban sentados en la mesa comiendo y bebiendo, el ambiente era muy ruidoso, los temas de conversación se mezclaban con las risas de los demás, cada uno tenía para hablar de cosas diferentes.

Joaquín estuvo con su mirada distraída, se veía que no encajaba en ese lugar, algo le molestaba, estaba encerrado en su mente pensando quien sabe que, en un momento donde nadie logro verlo se levanta y se va hacia el patio, se sienta en un banco que había ahí, se recuesta y mira al cielo.

—¿Es un maldito viejo, verdad Emma?.

—¿A quién hablas?.

Él gira su cabeza y ve que Isabella estaba muy cerca de su rostro.

—Isabel estas...-

—¡Muy cerca!.

Ella intenta irse rápido y le pega un cabezazo en la frente.

—¿Qué haces tan cerca pervertido?.

—¿Qué dices? Tú te acercaste así.

Ella se distrae cambiando de tema de conversación, hasta que se da cuenta de que él está mirando demasiado a su hermana que juega con Renzo.

—¿Acaso estás celosa que Violeta este tan cerca de mi hermano?.

—No es eso, me gusta que ella ría, tiene doce años y se preocupa demasiado por mí, siempre me está cuidando, es muy atenta conmigo, tiene miedo de que crea como mi padre.

—Ya veo, es muy tierno de su parte, pero se pasa más tiempo cuidándote que a ella misma.

Ambos se quedan en silencio observándolos.

—Estás raro.

—¿A qué te refieres?.

—Hoy no me molestaste en todo el día, además tienes esa cara de disgusto, ¿Acaso fuiste a ver tu padre?.

—¿Te preocupas por mi?.

Ella se sonroja antes las palabras de él.

—No es que esté sonrojada.

—Yo no dije nada.

—No me preocupo por ti, solo me pareció extraño que no estuvieras molestándome, además te conozco desde que nacimos, no importa.

—Hoy fui ver a mi padre, está hecho un desastre.

—¿Aún sigue tomando alcohol?.

—Sí, está lleno de ojeras y apesta a alcohol.

—¿Puedo hacerte una pregunta?.

—La acabas de hacer.

—En serio.

—Perdón, está bien, dime.

—¿Rechazaste a todas esas chicas por lo que paso con tus padres?.

—¿Segura que quieres saber?.

—Creo saber ya la respuesta, pero también siento que necesitas desahogarlo.

—Esta historia nunca la conté, las únicas personas que saben perfecto lo que pasó fue Alma y Emma.

Se toma unos segundos para armar su monólogo y así no saltarse nada, dejarlo lo más cómodo posible para que ella comprendiera sin esforzarse.

—Mis padres tenían un matrimonio que según ellos era hermoso, se amaban, estaban siempre unidos, pero poco a poco ellos se fueron desconociendo, mi padre engañaba a mi madre, ella terminó deprimiéndose mucho, ya no comía, no nos escuchaba nada de lo que le contábamos, cuando volvía ellos discutían, se lanzaban cosas, yo me encerraba en mi pieza, trataba de hacerla reír a Vi, le mentí varias veces debido a los ruidos que se escuchaban.

Se podía notar a simple vista que le costaba hablar, no era las mismas oraciones en su cabeza que decirlo en voz alta.

—Quien me salvaba esas noches era Emma, ella cuando escuchaba que ellos discutían se asomaba a su balcón y comenzaba a cantar para mí, hablaba de muchas cosas, a veces sin sentido, solo para hacerme olvidar lo que pasaba en mi casa, en verdad que me ayudó mucho, mis padres decidieron divorciarse, y creí que las cosas iban a mejorar.

Sus ojos comenzaban a tonarse brillosos por las lágrimas que buscaban escapar.

—Pero no, mi padre intento recuperar el cariño de mi madre, pero era inevitable, ella no lo quería en su vida, él intentó como tres veces quitarse la vida, no aguantaba el dolor, acosaba mucho a mi madre, trate de hablar con él y fue ahí cuando decidió darse por vencido.

Dejaba un silencio para tratar de apagar esa emoción que haría verlo vulnerable ante ella, un pensamiento que lo atormentaba, quería mantener esa postura dura que creía que tenía en la mente de Isabella.

—Ahora trabaja y sale a emborracharse en las noches, éramos muy unidos los dos, pero ahora que vive en otro lado nuestras conversaciones tan alargadas se volvieron en una pregunta y una sola respuesta, con mi madre las cosas están igual, ambos nos aman, pero la relación que tenía con él ya no es la misma, me molesta, odio verlo en ese estado.

Suspira para quitar el estrés que le provocó revivir en palabras aquellos recuerdos que creía bloqueados.

—Es por eso que rechazo a esas chicas, me dicen esas cosas sin querer conocerme, sé que se necesita valor para decir esas palabras, pero no tienen el valor para conocerme.

—Creo que malentiendes las cosas.

—¿Qué quieres decir?.

—Gustar es muy diferente a amar, es decir, cuando te gusta una persona es que te atrae físicamente.

Isabella acomoda su postura para verlo mejor a sus ojos.

—A mí me gusta el pollo, pero si no lo como puedo seguir viviendo como si nada, cuando amas a una persona es que quieres toda su personalidad, con defectos y valores, si yo amo la música al dejarla me va a doler, ya que estoy tan acostumbrada a ella, es la diferencia que hay, a esas chicas le gustas físicamente, es el primer paso que quieren dar, si tú le correspondes van a salir a una cita y conocerse, luego se quedan, después terminaran amándose.

—¿Pollo?.

—¿De todas las palabras que dije, fue esa la que te memorizaste solamente maldito idiota?.

—Amo tu forma de ser, como eres de valiente, tan compañera, como te distraes con todo, lo torpe que eres.

—¿Por qué te burlas de mí? Te quise ayudar.

Él la toma del mentón con apenas tres dedos apoyando suavemente su dedo anular en el labio de ella.

—Gracias por preocuparte por mí, estoy aliviado de hablar esto contigo Isabel.

—E-E-Es Isabella tonto.

—¿Acaso te pongo nerviosa?.

—Una persona como tú nunca me va a poner nerviosa.

—Amo cuando te sonrojas, te enojas...-.




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