El olor de pan recién horneado me hizo levantarme de la cama básicamente en modo automático, me puse los zapatos me coloque mi camisa y pantalón y baje las escaleras para encontrarme con mi padre moldeando las masas de todos los panes que servíamos y a mi madre horneando. Como me levante tarde ya tenía mucho trabajo acumulado ya que yo era el encargado de decorar los panes. Mi padre volteo a verme y solamente con su mirada me di cuenta de que estaba molesto, llegué tarde después de todo.
Rápidamente comencé a trabajar y al cabo de unas horas el mensajero del pueblo llego diciendo que en poco tiempo daría comienzo el día de cambio, mi padre volteo a verme nuevamente y examino mi mesa de trabajo notando que estaba bastante atrasado.
Mauricio se asomó por la ventana y le hizo señales a mi padre, traía consigo las herramientas que mi padre le había pedido a su familia, ellos eran herreros, y antes de marcharse volteo a verme y levanto las cejas a modo de saludo y después se marchó.
Mi madre me dio una palmada en la espalda y me recordó que debía apurarme y un par de minutos después ambos salieron de la casa para ir a la plaza central donde todos tenían sus puestos disponibles y así el día de cambio dio inicio, aunque yo no pude ver lo que sucedía por todo lo que tenía que hacer, intente apurarme tanto como pude y cuando por fin termine puse todos los panes en un carrito que mi padre había dejado fuera de la casa y me encamine hacia la plaza. De camino las calles estaban solas, no había ni un alma por los alrededores y era extraño, este sitio siempre ha sido muy alegre y nunca había visto esto ya que por lo general a esta hora ya estaba yo también en la plaza y estaba abarrotada de gente, llegue a la plaza y pasar fue un problema, estaba casi inaccesible y aunque gritara para que me dieran el paso no podían escucharme más que unas cuantas personas por la música que resonaba desde el centro de la plaza, a lo lejos vi a mi padre hablando con varias de las personas a las que les traía el pan y parecía estarse disculpando con ellos por la demora, de milagro volteo a verme y en ese momento hizo señales a mi madre quien se acercó a mí y logro que las demás personas se movieran para que yo pudiera pasar, llegamos al puesto y comenzamos a entregar el pan a sus respectivos dueños y no mucho tiempo después habíamos terminado, pero la fiesta y el evento le faltaba un par de horas más para concluir, el día de cambio es una celebración de todo el pueblo que dura hasta la noche sin importar que todos los artículos ya estuvieran entregados, las personas llevaban cosas que regalaban en juegos o a vecinos queridos a quienes les debieran algún favor o simplemente quisieran entregárselo, pero la parte más bella de esta velada es justo antes de terminar cuando todos se reunían en el jardín de violetas y hacían a las flores bailar, podía ser por familia, por equipo o individual, pero entre más personas fueran mejor resultaba. Mi familia nunca participo completa ya que mi padre, aunque disfrutaba del evento decía que no tenía el “Toque mágico” y que no sabía qué hacer para que las flores bailaran como lo hacían con los demás, entonces mi madre y yo éramos los que pasábamos al centro y hacíamos la danza, aunque este día algo extraño comenzó a sentirse, me sentía… solo.
Mi madre hacia ademanes con las manos para que pasáramos al centro, pero estaba absorto en mis pensamientos y no la había visto hasta que golpeo levemente mi hombro.