Derritiéndome por ti

1

Habíamos esperado tanto para ese momento en el que, después de una eternidad en el colegio, por fin llegáramos a ese punto de nuestras vidas en que la verdadera aventura iniciaba. Y ese día por fin llegó, lleno de emoción y con una de las personas más importantes para mí en él, mi mejor amiga.

—¿Listo para la gran aventura, mi buen amigo?

—Listo y preparado para la acción, mi querida compañera.

Con un choque de manos, ambos salimos de casa con la emoción por los cielos. Emma había sido mi mejor amiga desde que tengo memoria, y por ello había estado en cada momento que marcó mi vida, tanto los buenos como los malos. Y ese día en especial, más por su propia exigencia, me había ido a recoger para irnos juntos a nuestro primer día de clases.

¿Cómo pasó el tiempo tan rápido? Hace nada estábamos corriendo para entregar trabajos acumulados, todo lo que los maestros dejaban para último momento solo porque se acabaron el temario del periodo. Y, ahora, una nueva aventura nos sonreía en la cara, la universidad.

¿Será tan maravilloso como lo pintan en las películas? Y no, no espero el desenfreno de las fiestas, las bromas, fraternidades ni nada. Sigo pensando que son exageraciones, hacen de todo menos estudiar. Me refiero a los amigos, la experiencia, la libertad, todo eso sin dejar atrás las responsabilidades. Se vale gozar, ¿por qué no?

—¡Este lugar es increíble! —exclamó Emma emocionada.

Habíamos llegado al campus, veíamos con asombro varios y grandes edificios para cada facultad, equipado con las necesidades que requiere cada una. No solo eso, las cafeterías y espacios de descanso eran todo lo que estaba bien en ese lugar. Y eso solo en lo que alcanzamos a ver por encima, la primera hora de clases se aproximaba y no queríamos empezar siendo impuntuales.

Acompañé a Emma hasta su salón, notando lo emocionada que se veía por estar allí. Yo también lo estaba, pero no lo demostraba tanto.

—¿Almorzamos luego? —pregunté sacándola de su burbuja de emoción.

—Obvio, y después caminamos por ahí, ¿va? Tengo bastante tiempo libre hoy —sugirió ella.

—Desde luego.

Besé su frente y pellizqué con suavidad sus cachetes, ganándonos las miradas curiosas de todos. No era la primera vez, muchos confundían mi relación con ella dado que siempre he sido cariñoso. Pero no, soy gay y solo las personas importantes en mi vida lo sabían, como ella.

Llegado a mi edificio, me maravillé al ver la tecnología de los salones de cómputo, mi sueño ideal. Ser un gran ingeniero de sistemas era mi objetivo en la vida, muy pocas cosas me apasionaban más que ello, salvo el baloncesto. Ambas son mi vida.

Y en el salón, todos estaban reunidos y conversando como si se conocieran de antes. Y he allí el primer fallo, no asistimos a la semana de inducción y por ello éramos completos desconocidos. Para ella era pan comido, siempre fue extrovertida y le era fácil conversar con la gente. Pero yo, por el contrario, soy un asco en las relaciones sociales.

Por un momento bastante incómodo fui el centro de las miradas, estático en la puerta como si me hubiese equivocado de salón. Todos me observaban curiosos, tanto los hombres como mujeres, recordándome lo fastidioso que siempre fue ser el nuevo del salón. Aunque en este caso ellos lo eran al igual que yo, pero siendo la primera vez que iba, era el más nuevo de los nuevos. ¿Hay algo más absurdo e incómodo que eso?

Y entre tantos ojos clavados en mí, hubo un par en específico que me detallaba de pies a cabeza.

Un grisáceo con tonos verdes, tan intensos como profundos e intimidantes. Pero más que asustarme ante ellos, un cosquilleo recorrió mi rostro hasta calentar mis mejillas y con ello, una suave sonrisa ladeada apareció en su rostro. El dueño de aquellos ojos tan hipnóticos me sonreía, un moreno de piel blanca y contextura delgada, pero con unos buenos bíceps marcando su camisa. Siendo sincero, un deleite para la vista.

Sin muchas ganas y tratando de disimular, solo me dirigí al único asiento vacío en toda el aula, esperando solo leer mientras tanto, prestar atención a la clase y marcharme. Sin embargo, algunas de las miradas seguían puestas en mí como si tuviese algo raro pegado a la cara, tanto así que empezaba a sentir el ambiente pesado.

Pero un murmullo a mi lado terminaba por desconcentrarme, un chico de apariencia seria y aburrida canturreaba sea lo que sea que escuchara de su teléfono. Era un poco fastidioso, pero no me atrevía a quejarme.

—¿Te molesta que haga esto? —preguntó desviando su perezosa atención a mí.

—¡Ah! No, tranquilo —balbuceé un poco apresurado.

—Ok.

Continuó en lo suyo, incluyendo ahora un toqueteo en el pupitre al ritmo de la melodía. El sonido de sus auriculares era tan alto, que incluso estuve a punto de identificar la canción que escuchaba.

—¿Pero podrías bajar un poco la voz? Si se puede, claro —me atreví a decir.

—Bien —suspiró con cansancio.

Guardó su teléfono quedándose casi estático en su lugar, mirando fijamente algún espacio en el vacío frente a él. Sus ojos grandes color miel y el cabello cobrizo, resaltaban por sobre los oscuros cabellos del resto. Era muy atractivo para ser... tan rígido, parecía una estatua camuflada con el resto del salón.




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