Derritiéndome por ti

14

—¡No vas a creer mi mala suerte! —expresó Sol tirándose encima de mí.

—¡Déjame llegar, joder! —me quejé tratando de mitigar el dolor.

Me había abrazado con tanta fuerza, que por un momento creí que me tumbaría al suelo, en lugar de eso, se estrelló de lleno con mi torso. Conclusión, me lastimó bien fuerte. Pero claro, mi madre estaba cerca y no podía demostrar mis desgracias tan abiertamente, motivo por el cual Emma me miró con su furia asesina y Sol con mil interrogantes por ello.

—¿Por qué no subimos a tu habitación, mi querido primito? —dijo, para luego susurrar—. Y hablamos seriamente.

—Déjame ser feliz un rato, por Dios —lloriqueé entre susurros.

—Eso si jamás —se burló Emma, estallando en risas con Sol.

Mi fin, multiplicado por dos.

Hicimos toda la pantomima de saludar, reír un rato, bromear y buscar que comer. Porque claro, el almuerzo había tomado viaje hace rato y tenía hambre. Traté por todos los medios de dar vueltas por la casa, traba tras traba buscando darme un poco de tiempo y respirar tranquilo, pero no, en últimas me arrastraron a mi habitación.

—Deja de ser tan cobarde y asume las cosas, joda —se quejó Emma.

—Miércoles, la cosa es seria, ¿qué pasó? —indagó Sol curiosa.

—Mejo todavía, muéstrale —exigió Emma con tono amenazante—, o le muestro.

Por obligación, teniendo encima la mirada ceñuda de Emma mientras se cruzaba de brazos, me levanté la camisa hasta quitármela. No iba a desnudarme frente a ellas, pero por lo menos aprovecharía el percance para ponerme una más cómoda y menos calurosa.

—¡Adivina quien fue! —dijo Emma.

—No inventes —se horrorizó Sol.

—Vuelvo y digo, y no es por defenderlo, pero esto —señalé mi abdomen—, no fue Marcos, sino Edgar.

—Pero son la misma cosa, idiota —se exaspero Emma.

—Bueno… —balbuceó Sol ganándose la mirada ceñuda de Emma— A ver, ese punto se puede discutir por mucho tiempo, así que lo resumiré. Dudo demasiado que pueda decirse que sean la misma cosa, con todo lo que he escuchado ese tal Edgar es un retrasado homofóbico, ¿no?

—Afirmativo —dije.

—Dudo que Marcos lo sea también —aseguró Sol.

Por la mirada de Emma tuvo que alejarse un poco de ella, una de las cosas que más odiaba es que le llevasen la contraria, como justo lo estábamos haciendo ella y yo. Pero era necesario, o eso creía.

—Y antes que me maten quiero agregar, es más, este era el chisme que iba a contar —continuó Sol.

—Desahoga tus penas, hermana mía —expresó Emma con sarcasmo.

—La mamá de Marcos se hizo amiga de mi mamá, y entre sus conversaciones escuché que es gay —dijo y nuestros rostros se contrajeron de sorpresa—. No solo eso, ya tiene novio o por lo menos un ligue en la universidad.

No sabía que pensar de ello, me acababan de dar la última pista verificada que necesitaba para determinar si era o no cierto. ¿Qué cosa? El gustarle a Marcos de verdad, el que todo lo que hacía no era solo una trampa, un juego, que todo es real.

No me sentí aliviado, no como esperaba, en realidad estaba hecho un meollo de sentimientos y pensamientos revoltosos que me dejaban pasmado. Y detrás de todo eso una pequeña, pero no tan minúscula llama se encendió. La luz de la eterna estupidez, la llamé.

—¿Si sabes que ese posible ligue de tu querido crush es precisamente Andrés? —indagó Emma.

—Eso veo —suspiró—, mi eterna mala suerte. Me fijo en gays que pa’ remate se fijan después en mi ex crush, lindo. Te odio, Andrés, primero me rechazas y después me quitas a mis novios.

—En realidad nunca lo fue, además, tampoco es mi culpa que tu radar gay esté atrofiado —me burlé.

—Muy gracioso.

—Andrés, por el amor al señor de las tinieblas —inició Emma—, contesta, ¿te gusta o no ese Marcos?

—¿Por qué de las tinieblas? —indagué.

—Porque allá te mandaré si no te pones los pantalones, ¿va?

Suspiré largo, lento y pesado. No quería contestar, pero sus amenazas eran algo que aprendí, por las malas obviamente, a tomar muy en serio. Me tiré en la cama, brazos abiertos y mirada fija en el techo esperando alguna señal divina que me ayudara a contestar. Pero nada, solo la sensación de cosquilleo que siempre aparecía cuando él me besaba. ¿Esa era la señal?

—Me mata, por desgracia —contesté.

—Casi que literal por lo que veo —replicó Sol.

—Que no fue él, fue el otro idiota —me quejé.

—Que es su mejor amigo —añadió Emma.

—¿Y eso qué? No tienen nada que…

—¿Por qué lo sigues defendiendo? —se exasperó Emma.

—No lo estoy defendiendo.

—Y yo me chupo el dedo, claro.

—¡Ay no inventes! —exclamó Sol con la mirada perdida.

Se le veía un poco preocupada y bastante inquita, como quien trata de ocultar algo que acababa de hacer. En su caso, que recién recordaba había hecho.




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