Derritiéndome por ti

16

Después de una aparente cita, ¿qué más podía esperar de Marcos? ¿Alguna idea? Me había hecho muchas, la verdad, pero ninguna se asemejó a lo que sucedió en realidad.

Para ser sincero había imaginado alguna trampa, no sé, juegos pesados o que se presentara con alguno de los gorilas que tiene por amigos, lo de siempre. Pero no fue así y pensándolo mejor, fue un poco absurdo creer eso. Tal vez sí estaba demasiado paranoico como para pensar con claridad, así que por primera vez le daba la razón en algo a Sol, exagero un poco.

En cambio, para bien o para mal, sí ocurrió algo de verdad descabellado y que jamás se me hubiese pasado por la cabeza. Claro está, me inclinaba más por la primera opción y eso me encantaba, pero para un par de ojos grises no fue más que una pesadilla.

—Andrés… —me susurró Fernando a mi lado, sin despegar la mirada del profesor frente a nosotros— ¿Hay algo que estés omitiendo contar?

—¿Algo como qué? —indagué sintiéndome nervioso.

—No sé, tal vez… —titubeó sarcástico mirándome con cierto reproche molesto— algo que explique la presencia de ese animal aquí, en esta clase, a tu lado, sonriéndote como idiota.

—Saben que puedo escucharlos, ¿verada? Solo comento, nada más —replicó con gracia—. Y mi nombre es Marcos, no animal, para la próxima.

Sí, ese era el evento insólito, Marcos se había metido en nuestra clase aún sin ser parte de su pensum o por lo menos, estar entre las opciones del abanico de electivas, como fue nuestro caso. No supe como lo logró, solo sé que tuvo la suerte de toparse con un profesor que no prestaba demasiada atención a quienes asisten a sus clases, por ende, no se le hizo raro que llegara un estudiante «nuevo» pasado poco más de medio semestre.

—Tampoco estoy hablando contigo, sapo —le contestó con amargura.

—Pero no de tu charco —se burló Marcos.

—Dios, parecen un par niñitos de primaria —me quejé, bufando.

Ambos estaban sentados a mi lado, Fernando del lado derecho y Marcos en el izquierdo, siendo yo el pobre muro que separaba dos bestias que querían matarse uno al otro. ¿Qué tanto podía hacer? Le había dado la oportunidad de oro a Marcos para demostrar que iba en serio, y eso para él era el permiso que necesitaba para acercarse a mí con más libertad.

Claro, solo a él se le ocurre meterse en clases que no le servirán solo para estar conmigo, molestar a Fernando era opcional e inevitable. Eso sí, agradecía que fuese esa la elegida y no cualquier otra asignatura, dado que habría más posibilidades de toparnos a la salida con Emma y ese sí sería un desastre. No quería confesar lo que sucedía tan pronto, era como aceptar algún tipo de relación con Marcos y eso sería muy apresurado, aún estaba en periodo de prueba.

—Lo siento, pulguita —dijo Marcos, acariciando mi mano sobre el pupitre—, alguien no sabe controlar su temperamento.

—Quién habla de temperamento, hipócrita —expresó Fernando con una suave risa sarcástica—. Y quita tus sucias manos de él, estamos en clases por si no lo notaste.

—¿Por qué escucho tanto murmullo? —indagó el profesor mirando ceñudo a todos—. Si quieren hablar ahí está la salida, déjenme dar mi clase, por favor.

El resto de la clase se hizo el silencio entre ellos, ninguno dijo más nada y prestaron toda su atención a la clase. Sin embargo, Marcos no se quedó quieto. Durante los últimos minutos su mano se fue perdiendo entre caricias y suaves apretones en mi muslo, cada vez más arriba y tentador, sin bajar a la altura de la rodilla. Era pervertido mas no tonto, no iba a dejarse ver por Fernando teniéndolo tan cerca, por el contrario, se aprovechó de la privacidad que la mochila sobre mis piernas y el estar hasta el fondo del salón le daba y con ello, el colapso de mis nervios.

Debo decir que, pese a mi continuo descontrol en su presencia, pude mantener la calma con demasiada profesionalidad en esos tortuosos momentos. No llegó a tocarme en aquellas partes, y puede que mis hormonas lo hayan querido, pero no se lo iba a dejar tan fácil mucho menos tan rápido.

Y sí, puede que sepa que están pensando sobre esto, y no, no estaba horny 24/7 y si lo estuviese tampoco cedería ante sus coqueteos ni nada eso. No lo había demostrado, ya sé, pero créanme que no es tan sencillo. De todos modos, aún quedaba dentro de mí una parte de raciocinio que me mantenía con los pies sobre la tierra con respecto a la credibilidad de Marcos. Las probabilidades de que eso saliera mal aún eran altas, pero el otro porcentaje seguía manteniendo mi fe en alto y creo que eso era lo que más me importaba en ese momento.

Salimos de clase de últimos, dejando salir primero a todos nuestros compañeros y al profesor. El momento se me hizo un poco incomodo, la verdad, ambos esperaban algo de mí y ni yo estaba seguro de lo que estaba pasando.

—Bueno, hasta aquí llegó la reunión, gracias por venir, pero me largo —expresé recogiendo mis cosas.

—¿Puedo…?

—No, no puedes —le interrumpió Fernando con altanería—. ¿No tienes más clases? No sé, alguna que sí esté en tu horario, por ejemplo.

—¿Y cómo por qué o qué debo hacerte caso? —indagó Marcos con el mismo tono.

—Los dejo charlar, bye —rezongué, poniendo los ojos en blanco.




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