Derritiéndome por ti

28

Pese a todo lo acontecido, pudimos llegar a casa y hablar como personas civilizadas. Único punto bueno del desmadre en que se había convertido mi vida. Aunque claro, un poco de drama adicional nunca está de más, o al parecer eso piensa el idiota que escribe este asqueroso guion llamado «La vida de Andrés Cruz, el paso a paso de lo que no debes hacer o estarás peor que este retrasado».

—Lo siento —sollozó sobre mi pecho—, pero es que me dio mucha piedra que te dejaras llevar por ese, aunque sé que tampoco es que hayas podido hacer más. Eres mala copa.

—Lo sé —contesté casi sin aire—, pero eso no justifica que me estés aplastando, muévete.

Entre suaves risas, se bajó de mi regazo. En cuanto entramos a mi habitación, se me tiró encima como bebé koala, apretujándome en uno de sus abrazos aplastantes con el fin de conseguir mi perdón o mi defunción. En lo personal, esperaba la segunda.

—Perdón, eres cómodo —se burló.

—¡Desgraciada!

—Pero hablando en serio, ¿estás seguro que Marcos no te hizo nada? —insistió, mirándome con ojos entornados—. De ese puedo esperar de todo, en realidad.

—¿Hasta eso, que me haya forzado?

—Dudo que necesite forzarte para eso, si te soy sincera. —Se encogió de hombros al ver expresión de profunda indignación—. No me vengas con babosadas, ambos estaban de calenturientos últimamente, no puedes negar que esa posibilidad existía y con el alcohol de ese día, aún más. ¿Recuerdas todas las estupideces que hiciste?

—Define estupidez.

—Darle serenata a Marcos, aunque sea para mentarle la madre, pero técnicamente fue así.

Suspiré, enterré mi cabeza entre almohadas y desee por primera vez que un portal se abriera en mi cama y me llevara al primer isekai posible, aunque tenga la suerte de Kazuma. ¿Pasar vergüenza? Ese día es la definición y prueba de ello.

—Desearía no recordar esa parte —lloriquee con pesar—, pero no, solo sé que me besó y me trajo. Bueno, esa parte me la dijo mi mamá, el desgraciado se hizo el lindo con ella y creo que le simpatizó.

—Debo aceptar que el infeliz tiene lo suyo, pero, en fin, si tanto le gustas deberías hacerlo sufrir un poco usando tus… —se interrumpió al ver mi rostro, una profunda tristeza al recordar lo sucedido—. Andrés, mi amor, ¿qué no me estás contando?

No tuve de otra, me tragué el nudo en mi garganta y empecé a relatar aquella discusión con Marcos. Hice todo lo posible, juro que traté de controlarme y de respirar pausadamente, pero nada de eso funcionó. Poco a poco mis ojos se llenaron de lágrimas, esas mismas que casi derramé frente a Marcos aquella noche. Solo fijé la mirada en el techo mientras hablaba.

—¿Llorando? ¿Marcos? —exclamó sin poder creerlo—. ¿El Marcos? ¿Ese mismo Marcos? ¿El gigantón rubio-fresa con cara de idiota?

—¡Emma! —susurré.

—Perdóname por ser un poquito incrédula cuando escucho la palabra lágrimas con el nombre de Marcos y que no sean de cocodrilo —se burló, la incredulidad aun batallando en su cabeza—. Pero es que… ¡Wow!

—Lo sé, me tomó por sorpresa también, es que ya no sé ni que pensar. En el momento solo tenía rabia, no le creí, pero verlo así…

—Hasta yo estoy dudando, de verdad, pero tu… —sopesó varias opciones, no sé cuáles, pero algo tramaba su cabeza—. ¡Dios! No me agrada nada esto, y, aunque parezca que diga la verdad, sus antecedentes no lo ayudan.

—¿Tú crees?

—Andrés, mírame… —Parpadee un par de veces antes de hacerlo, no quería que viera cuan afectado me tenía todo eso—. No estoy de acuerdo con eso, pero entiendo que es demasiado tarde para que no te enamores, ya lo estás y hasta el culo, así que la decisión está solo en ti, pero piénsalo bien.

—¿Me matarás si elijo la opción suicida?

—No, esta vez te apoyaré y lo obligaré a él, me convertiré en su pesadilla y… —No lo logré, más lágrimas se acumularon en mis ojos—. ¿Quieres un abrazo?

Solo asentí, aquella tristeza que me causó el verlo llorar de esa manera y confesar sus sentimientos hacia mí estalló por fin; el no haberlo visto esos días, el saber que muy posiblemente la última oportunidad de poder tener algo con él se haya ido al garete, el pensar que parte de que eso no suceda es culpa mía, terminó por derribar mi poca estabilidad. ¿A quiñen quería mentirle? Me había enamorado de Marcos como un idiota y todo había acabado antes de empezar.

—Tranquilo, no estoy para juzgar, déjalo salir… —Apoyé mi cabeza en su regazo y poco a poco los sollozos fueron saliendo—. Solo te advierto que le haré pagar a tu Marquitos por cada lágrima, y no acepto réplicas.

Ojalá pudiera decir que su amenaza disfrazada de chiste me causó gracia, pero no, lloré como nunca había llorado. Sollozos de amargura salieron de mi garganta, porque sé que las cosas hubiesen sido tan diferentes de hablar las cosas desde el inicio. Pero no, todo resultó un desastre y ahora había, muy probablemente, más de un corazón roto.

—Ok, ya fue suficiente, ese idiota no merece tus lágrimas de niñita —dijo Emma pellizcando mis mejillas y limpiando mis estúpidas lágrimas—. Mejor hablemos de chismes, eso te animará.




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