Derritiéndome por ti

Epílogo

Marcos

Los días con Andrés habían sido un completo paraíso, la recuperación de su brazo iba a paso lento pero seguro. Sin embargo, me encantaría mucho más, salvo que en su condición no se podía. La paciencia es una virtud, dicen, una que me tocará pulir a punta de baños de agua fría.

Sus padres en un inicio me mantenían bajo extrema vigilancia, y no esperaba menos, en especial después de conocer todo el cuento por boca de la más resentida, Emma. En la universidad nos turnábamos para ayudarle, traté de entrar a todas las asignaturas que tenía él solo mientras que en las demás alguno de ellos lo acompañaba. Me parecía perfecto, salvo cuando ese «alguno» se llamaba Fernando y me miraba con ganas de asesinarme. Sí, entiendo que me odie por robarle a su crush, pero para mí no es solo eso, es el amor de mi vida y no iba a dejar pasar mi oportunidad.

Y, por otro lado, hacía todo lo posible por ignorarlos. No quería regresar a lo mismo, no podía permitir seguir en el mismo camino con las mismas personas sin un motivo válido. ¿Para qué seguir con quienes no consideraba amigos? Con Edgar fuera se esperaba que las cosas cambiaran, eso lo acepto, y aunque ellos tres sigan juntos quise arrancar las cosas de raíz. Pero siempre lo dicen, el mundo es un pañuelo y nosotros un simple moco pegado. Porque sí, me encontré al moco más pegajoso de todos.

Había ido a la sala de bodega donde guardan todos los equipos deportivos, desde los petos hasta los balones. El entrenador iba a hacer una pequeña entrevista para ingresar nuevos jugadores al igual que el semestre anterior, pero esta vez para remplazar a Edgar de forma definitiva. Y en cuanto entré a ese cuarto, estaba él.

—¿Qué haces aquí? —inquirí al verlo, con la sorpresa pintada en mi rostro—. Se supone que estás fuera por todo el año.

—Cumpliendo mi servicio social —contestó Edgar sin levantar la mirada—, no se les ocurrió mejor manera que ponerme a limpiar el desastre que ustedes dejan.

Estaba limpiando los estantes donde se almacenaban los implementos de natación, con pañuelo en mano y límpido en la otra. Su expresión imperturbable me decía que esperaba verme por allí, aunque no lo demostrara mucho.

—Te recuerdo que tú también dejabas ese desastre, el más grande de todos, por cierto —repliqué con burla—. Otro de tus karmas, Edgarcito.

—No estés jodiendo, tengo muchas cosas que hacer —vociferó, poniendo enfuerzo en no demostrar su enfado.

—Nadie te mandó a ser un idiota, más bien agradece que no te expulsaron y que los papás de Andrés no presentaron cargos.

—Me vale mierda, ahora lárgate —gruñó con furia, lanzando el pañuelo al suelo.

—También tengo cosas que hacer aquí —bufé—, no creas que vengo por ti.

—Cierra la boca, no me hagas enojar.

—Que miedo te tengo, es más, aún se te ve bonita la cara después de la paliza que te di.

En tan solo dos pasos, le tenía justo frente a mí sosteniendo el cuello de mi camisa y la mano empuñada bien levantada. Su expresión más que rabia, era de tristeza.

—¡Que te calles…! —amenazó con mano temblorosa.

—Adelante —respondí, pero con firmeza—, dame una excusa para romperte un brazo también.

—Eres un imbécil —me soltó con violencia—, tú y los infelices de tus amigos me besaran el culo.

—¿Amigos? —me burlé—. Se sincero contigo mismo, Edgar, ¿alguna vez fuimos amigos de verdad? No solo tú y yo, todos como supuesto grupo.

—Define «amigos» —rezongó, alejándose de mí—, porque según lo que sé a un amigo no se le hace a un lado como lo hiciste tú cuando apareció ese niñito.

—Ay por favor, no me vengas con esas tonterías ahora que ni siquiera nos conocemos. —Su expresión se contorsionó a la mayor sorpresa e indignación posible, era todo un poema—. Tres años para nada, solo acompañándote en tus estupideces y salpicándonos con ello. ¿A eso le llamas amistad?

—¿No? ¿Seguro?

—Ni una sola duda.

Asintió varias veces, pasando sus manos por su rostro con rabia sin dejar de mirarme de forma acusadora. Me mantuve impasible, nada de lo que dijera podía afectarme ni sorprenderme en realidad, nada había perdido.

—Ok, déjame preguntarte algo. ¿Sabías que Sergio y Cris están saliendo desde hace un año? —Me equivoqué, sí me sorprendió—. Cierto, como nunca fuimos tus amigos, que vas a saber de nosotros.

—¿Cómo lo sabes? —indagué incrédulo.

—Me di cuenta hace mucho —continuó—, ¿sabías que Antonio tiene TDHA? Es sutil porque lo tiene bien controlado. ¿Sabías que Sergio tiene un hermano dentro de la universidad? Estudia veterinaria y él siempre lo mantuvo alejado de nosotros, entiendo por qué, pero, ¿tú lo sabías?

—Sabías de Sergio y Cris, ¿y no hiciste nada, ni un chiste? —indagué sin creer en tanta belleza.

—¿Por qué tendría que hacerlo?

—¿Por qué tendrías que hacerlo con Andrés? —le reclamé indignado, ya sabía que era personal—. Aprovecha que tal vez sea la última vez que te dirija la palabra, ¿qué es lo que tienes contra él?

—Al parecer el idiota siempre has sido tú.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.