Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 0001 - El nebuloso Duncan Morris y el insensible Evan Phoenix

Ciudad de Nueva Oslo, 4 años más tarde

 

Mi rostro se encontraba lleno de lágrimas, mientras uno de mis compañeros, Esteban, intentaba calmarme con unas palmadas en la rodilla repetidas veces.

—Tú que estabas allí, ¿cómo fue que pasó?

—Solo sé que estaban discutiendo, pero tú me entiendes, yo no me inmiscuyo en los asuntos del señor —señalé con la voz entre cortada. Las emociones me limitaban poder hablar sobre la situación con claridad.

—¿No sabes de qué hablaban?

—No lo sé, supongo que todo fue por Evan Phoenix —respondí, mientras hacía el intento de recordar los eventos con claridad.

 

༺ ༻

 

Habían pasado años desde que Duncan Morris tenía como gesta buscar la forma de escalar poco a poco en los peldaños de la empresa. Curiosamente todas sus mamarrachadas rindieron frutos, y mejor de lo que él esperaba, puesto a que tres años más tarde se había convertido en el vice presidente de Talos Tech.

Comenzó a servir como la cara de la empresa, puesto a su gran atractivo. Era mucho más atrayente para los clientes jóvenes ver a un rubio con sonrisa prominente hablar en cada convención sobre las nuevas tecnologías, que presentar a un anciano decrépito aunque fuera el artífice de cada una de estas maravillas.

Talos Tech había comenzado en el campo de las computadoras. Poco tiempo luego de que Apple terminó en la ruina económica. Más tarde fueron incursionando en otros campos, como en la elaboración de procesadores poderosos tan pequeños como un insecto y potentes como una supercomputadora. 

Decidieron también incursionar ligeramente en la medicina con la nanotecnología, pero, aquí es donde entraba este encantador caballero, a presentar cada una de esas cosas. Mientras era otro quien al alcanzar la vejez se resguardaba entre cuatro paredes a darle forma a nuevas ideas.

Toda la atención hizo que los humos se le subieran a la cabeza a Duncan, y aunque las demás empleadas comenzaron hasta a encontrarlo más atractivo, tras su posición de poder, yo siempre lo vi como el mismo de siempre. Era Duncan él que llegaba como rutina con un café de Starbucks a mi escritorio cada mañana. Ese mismo hombre, el que indirectamente siempre buscaba sacar secretos de mi parte.

—¿Cómo se encuentra la secretaria más hermosa? —preguntó con un tono encantador. 

—Supongo que no hablas de mí —dije con una sonrisa ligera. Siempre que se me acercaba resultaba incómodo.

—No veo a más ninguna por aquí. —Señaló con una grande y blanca sonrisa.

—Como usted diga. —Le sonreí de manera amable.

—No me trates de usted, somos amigos. Nos conocemos hace años —respondió con confianza y recostó las manos del escritorio, luego se echó hacia el frente para hablarme en voz muy baja:

—Vamos, cuéntame, ¿el señor Phoenix no ha comentado algo? Se dice que está haciendo los trámites para su retiro y que piensa vender su parte. —Había entusiasmo en su mirada, sus ojos resguardaban ese constante deseo por el poder, que se fue acrecentando más y más con el tiempo—. Si las cosas siguen así, es posible que pronto trabajes bajo mi ala —continuaba, tan adulador como siempre. Con sus típicas preguntas, como si yo supiera algo, cuando realmente yo solo le pasaba llamadas al señor y escribía cartas simples. Pero aparte de eso, no sabía nada de lo que se cocinaba allí dentro. El jefe tenía quizás sus razones y nunca quise indagar más de lo necesario.

—Bueno, quizás dejará a su hijo a cargo, ¿no cree? —señalé lo que me parecía evidente, mientras recordé al venenoso caballero que luego de aquella noche no se había dejado ver.  Conservaba su recuerdo como un espejismo que solo apareció para dañarme aquella noche.

Y efectivamente Evan Phoenix parecía ser una ilusión, pues el mismo Duncan, que está al corriente de cada pequeña cosa, parecía no saber de su existencia.

—¿Su hijo?, —su expresión cambió—, ¿de qué hablas? ¿Acaso sabes algo que no quieres comentar?

—No sé nada, lo único que sé es que el señor tiene un hijo, nada más —aclaré.

—Pero si nunca lo había dicho… —Mordió su labio inferior y lo logré ver preocupado—. Además de que no se le ha visto con una mujer... —señaló muy pensativo—. ¿Crees que puedo hablar con él? —preguntó, retomando su amabilidad exagerada, tanto que pude asumir que pasaba algo más e intentaba ocultármelo.

Ya estaba acostumbrada a los secretos en esa empresa, así que no le di importancia y me limité a comunicarle al jefe de la presencia de Duncan.

—No olvide que me debe una cena, ¿para cuándo? —preguntó, regalándome un guiño y acomodándose el traje, justo antes de entrar hacia la oficina del señor Phoenix. Fue  cuando recordé las palabras de mis compañeras de trabajo.

«Deberías darle una oportunidad. Ha tenido sus relaciones en estos años pero siempre termina frente a tu escritorio rogando por un almuerzo. ¿Qué tal si eres la indicada? Inténtalo al menos una vez».

—De acuerdo, ¿cuándo puedes? —pregunté y detecté una expresión extraña en su rostro, pues al parecer no esperaba que por fin hubiera cedido a tantos años de ruegos.




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