Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 0101 - El Peculiar señor Phoenix

Había utilizado las mismas palabras que su padre usó conmigo en uno de los momentos que me marcaron para siempre. Escucharlas de nuevo era como abrir una nueva herida. 

Alejé mi mano del toque de sus fríos dedos, ya que esto fue inesperado, tanto lo dicho como su abrupto arranque de contacto humano.

—Oye, ¿por qué tú….? —titubeé, pero guardé silencio,  pensando en que quizás estaba equivocada y que no había escuchado bien las cosas. Mordí mi labio inferior, crucé los brazos y acerqué la cabeza a la ventana.

 El señor Phoenix no se molestó en cuestionar y siguió conduciendo. 

El silencio se apoderó de nosotros por largo rato. Le miré algunas veces y él no parecía reaccionar.

 Los autos que corrían por el carril adyacente pasaban por nuestro lado a gran velocidad, mientras Evan continuaba como si nada pasase. 

Un auto se acercó tras nosotros y su conductor comenzó a tocar el claxon con fuerza y de una manera bastante insistente. Y es que ciertamente, el señor Phoenix conducía demasiado despacio. 

Las calles de Nueva Oslo, sin importar su hora siempre eran movidas, de ese tipo de ciudades donde nadie descansaba, es por eso que las calles también estaban muy transitadas siendo de noche. El ritmo de vida de este lugar era rápido, así que alguien conduciendo con lentitud en la carretera representaba un problema, casi un estorbo para los demás.

Justo al lado del volante, unos numeritos flotantes se mostraban indicando la velocidad, treinta millas. No era de esperarse que los demás conductores se molestaran. 

—¿Le sucede algo al auto? —pregunté, notando que los números no subían ni bajaban, tratando de entender cómo alguien podía tener tanto control en los botones de manejo. 

—¿Por qué pregunta?

—Creo que va demasiado lento. 

—Entiendo que no es correcto violentar las leyes de tránsito —respondió muy centrado—. Esa es la calle número cinco. La velocidad máxima permitida es de unas treinta millas, no más que eso. Pero usted, ¿desea que acelere? —indagó con curiosidad, aunque al mismo tiempo sonó como si me estuviese pidiendo permiso. Y sí, de hecho, deseaba llegar lo antes posible a mi casa, alejarme un rato de este extraño caballero, conversar con mamá y luego ir a la cama a consultar los negocios con mi almohada. 

—Sí, por favor —respiré hondo—, es decir, quiero llegar a mi casa hoy, no en una semana —concluí en tono de broma. Sin embargo, él no pareció tomarlo de la misma manera. Al detenernos en una luz roja, Evan arrugó el ceño y me observó por unos segundos, antes de volver a pulsar los botones del acelerador. 

—Entendido. —El auto aceleró de manera abrupta, haciendo que yo me sujetara de la agarradera de la puerta y comenzara a rezar como nunca lo había hecho en la vida.  Aceleró bastante, tanto que pudo pasarle a vehículos que le habían dejado rezagado segundos atrás. Movía el volante y manejaba justo como un profesional. Aunque desbordaba una confianza tremenda en lo que hacía, yo no podía dejar de sentir miedo. 

—¿Qué está haciendo? —cuestioné con la voz trémula—, ¿Acaso quiere más desgracias el día de hoy? —chillé. 

—¿Desea que me detenga? —contestó mis preguntas con otra pregunta. 

—Sí, ¡por Dios! —exclamé, con la esperanza de que este demente no me matara de un ataque cardiaco. 

—Entendido —respondió y de manera inmediata dejó de presionar el acelerador y ha presionado el botón de freno, haciendo que el auto se detuviera de forma repentina. 

De nuevo, un claxon sonó demasiado fuerte, al tiempo que me atreví a golpear a mi compañero de viaje en el hombro. 

—¡Joder!, ¿acaso usted está loco? —grité y Evan me observó con tal asombro como si la demente en ese momento hubiera sido yo.  

Mis manos temblaron, pensando en lo que pudo haber pasado, solo por la irresponsabilidad de este hombre. 

—¿Ahora comprende por qué existen las leyes de tránsito?  —preguntó y podía jurar que había sarcasmo en su voz o una descarada indiferencia. 

Me cubrí el rostro y respiré profundo tratando de contener tanta emoción junta. Todo era estresante, los recuerdos, la muerte de un ser querido y la presencia de este hombre; este maldito loco que también sería mi jefe y yo su asistente. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.