Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 1011 - El tropiezo de Evan Phoenix

Tras su pregunta, Evan Phoenix fue lentamente acercando su rostro al mío. Pude sentir su respiración muy de cerca, al tiempo que colocó su dedo índice bajo mi barbilla para mover mi rostro, haciendo que me encontrara con unos brillantes ojos azules que parecían penetrar mi alma y acelerar mi corazón. 

—Su lenguaje corporal sugiere que prosiga —susurró y se mostró listo para acercarse más. 

Pero justo cuando estaba por besar mi mejilla y a punto de rozar la comisura de mis labios con los suyos, lo paré en seco al subir la mano y abofetear su rostro. 

—¿Pero es que acaso está loco? —grité tan sorprendida por su avance como por mi reacción ante aquello.

Evan retrocedió de inmediato y frunció el entrecejo. Conservaba su mirada perdida como si estuviera decepcionado de sí mismo. 

—Supongo que cometí un error, discúlpeme.

—Pues claro que sí, claro que fue un error. No puede ser tan lanzado con alguien a quien apenas conoce —reproché. 

—Y entonces, ¿por qué me miraba de esa forma? —Evan ladeó la cabeza. 

Arrugué los labios y giré hacia la salida. Mantuve la cabeza gacha para evitar mirarlo. Estaba avergonzada y no quería que él lo notara. 

—Esto ni siquiera fue planificado, debía estar con Duncan aquí, no con usted. Pero llegó, se impuso y ¿se sorprende si reacciono de esta forma? —pregunté, mirándole por una última vez. 

Evan se mantuvo en silencio, pareció ignorarme por completo, pues volvió a mirar su reloj. 

—Tiene un asunto pendiente, no le quitaré más tiempo. Solo váyase, nos vemos el lunes. 

—Fue un error… yo… —pausó. Cerró los ojos y bajó la cabeza—. Le prometo que no se volverá a repetir. Buenas noches, señorita. 

—Adiós, señor Phoenix —dije con prisa y bajé del auto.

Impulsé la silla con tanta rapidez que en segundos estaba en la puerta de mi casa. Estaba tan avergonzada que ni siquiera había llamado a mi madre al teléfono y me encontraba gritándole frente a la puerta. 

Mamá abrió de inmediato y me regaló una mirada desconcertada. 

—Pero saliste con Duncan —preguntó y parecía ajena de que su intervención había rendido frutos.

—Lo sé —respondí en un tono irónico y sin más me adentré a mi casa, sintiéndome tranquila de nuevo, segura de que no ocurrían más locuras esa noche. 

 

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Mamá había dejado todo listo, así que tan pronto llegué decidí darme una ducha y pensar en todo lo que había pasado: en la reacción de Duncan, los comentarios sinceros de Phoenix y luego en su abrupta caballerosidad que terminó en aquel momento tan incómodo. No sabía ni que pensar. 

Mientras el agua empapaba mi cuerpo, no sacaba a aquel hombre de la cabeza. No pensaba en aquellos momentos en que me hizo sentir extraña, sino que más bien quería buscar la forma de comprenderlo.

—No entendió que llegar a mi cena estuvo mal —hablé para mis adentros—. Según William es un genio y suena como un hombre inteligente, pero por otro lado es torpe y algunas veces hasta inocente ¡No comprendo nada! —exclamé y me cubrí el rostro mientras seguía sentada en mi silla especial para el baño. 

Buscaba que el toque del agua tibia relajara tanto mi cuerpo como mi mente, y traté de sacarme todo el asunto de la cabeza, quería descansar del trabajo y en especial de él. 

Cuando lavaba mi cabello, el aroma de lavanda provocaba en mí un efecto positivo, me hacía sentir mucho más ligera y eso era algo que necesitaba para descansar bien. 

Aquella tranquilidad que comenzaba a sentir se vio lacerada, cuando escuché un estruendo que parecía provenir de la entrada de mi casa. Mi corazón comenzó a latir fuerte al reconocer aquella voz masculina que resonó tras el fuerte ruido. 

—¡Rebecca! —exclamó el señor Phoenix, acto seguido mi madre también se escuchó muy alterada.

—¡Por el amor de Dios! —gritó. Y me vi acorralada, ¿qué debía hacer? ¿llamar a la policía? ¿ver qué había pasado?




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