Capítulo 1101 - A solas con el señor Phoenix

Sus dedos tocaron los míos y la música se detuvo tanto como mi respiración. 

—Señorita... —susurró, haciendo eco en aquel silencio que nos rodeó de repente. Sabía que no había razones para eso, pero mi corazón me traicionaba y este corría acelerado ante un simple toque accidental. En ese preciso instante subí la vista y mis ojos se encontraron con aquel azul eléctrico de los suyos. Tenía al señor Phoenix muy cerca, de una manera casi íntima. 

De inmediato moví la mano, la separé de la suya e intente alejarme, pero justo como lo había hecho antes, me detuvo al sostener mi silla. Insistí, volví a mirarlo y sin expresión alguna, no parecía dispuesto a dejarme ir. Bajé la mirada de nuevo, y observé las teclas del piano que aún brillaban para nosotros.  

—La he observado, señorita —dijo con suavidad—. Cuando está cerca de mí actúa de manera errática —señaló sin medir que aquella cercanía resultaba incómoda. 

—¿De qué habla? —pregunté con nerviosismo, sin comprender a qué él se refería. 

—He visto como se comporta con otros caballeros —expuso, y tocó las teclas del piano en una suave melodía, distinta a la que el piano ordenaba con su brillo—. Es amigable con su amigo Esteban con el que conversa cómoda. Por otro lado, su actitud con el señor Morris es distinta. Desconozco si le agrada del todo, pero sus gestos indican que siente alguna atracción física por él. 

—No comprendo a qué viene esto —cuestioné tras una risotada—. Casi se muere hoy, y cuando debería darme una explicación sobre lo que pasó, lo tengo analizando mi vida amorosa. 

—Como le comenté, tengo interés en conocer más de usted, señorita Glitch. Y hay algo que no comprendo. —Sus brillantes ojos se achicaron, de nuevo parecía analizarme. 

—¿Qué cosa? 

—Para su reunión con el señor Morris, noté que tuvo particular interés en cuidar su apariencia —notó—. Su comportamiento sugería que iba con el intención de mantener un encuentro sexual con él. —Detuvo la música y volvió la vista hacia mí sin vergüenza alguna. 

—¿Qué? —pregunté un tanto exaltada, incrédula por sus palabras. 

—Dado a que el interés por parte de él parece ser mutuo, junto al hecho de que usted se expresa sobre mí como alguien odioso. No comprendo por qué perdió su oportunidad y prefirió no acompañarlo. 

—Precisamente por esto —solté—. Solo Dios sabe en el problema que se hubiera metido de yo haberlo dejado solo. Ahora por favor, suelte la silla y déjeme ir —ordené, ejerciendo fuerza en los brazos para que tuviera la gentileza de dejarme. 

—De acuerdo. —Evan no protestó, ni ejerció más fuerza, siguió órdenes y soltó su agarre. 

—Por cierto, no debería decir todo lo que piensa —señalé tras alejarme un poco. 

—¿Por qué?  —Se volteó a verme con un gesto confuso—. ¿Algo la ha ofendido? ¿Es el tema de sus relaciones fallidas lo que la incomoda? —indagó. 

—Verá… —Pausé y cerré los ojos para tomar algo de aire y resistir mi impulso de insultarlo—. Ese tipo de cosas no se hablan con desconocidos, son asuntos privados, no son su problema. Además, debería medir sus palabras, o puede llegar a ser muy ofensivo. 

—Me parece que la sinceridad es una virtud, más no un defecto —refutó con indiferencia. 

—No sirve de nada ser sincero cuando olvida ser respetuoso —respondí subiendo el tono de mi voz—. Buenas noches. 

—Buenas noches, señorita Glitch. —Volvió la vista al piano, dándome la espalda. 

«Imbécil», dije para mis adentros y ya alejada, le escuché decir: 

—Por cierto, durante el día será el funeral, supongo que deseará presentarse —informó y preferí no responderle simplemente, regresé a la habitación, ya que no quería que mi inevitable llanto fuese escuchado. 

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El señor tenía una habilidad tremenda, podía hacerte sentir especial y al cabo de unos segundos pisotear tu orgullo con elegancia, justo como lo había hecho.