Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 1111 - El conejo blanco

La mujer artificial, que había adoptado una actitud muy extraña, era lo único visible en la sala, con excepción de algunas cámaras de vídeo flotantes que rodeaban la tarima, artilugios que eran parte de la prensa que allí se encontraba. 

—Talos Tech, ¿está en buenas manos? Eso no lo sabemos, pues tras de todo esto, hay una curiosa historia. 

El lugar se llenaba con la habladuría de las personas ante aquello tan extraño que estaba sucediendo. La voz de aquella máquina sonaba casi como si aquella cosa estuviese poseída. 

La vestimenta de Anima cambió por completo a un  atuendo más infantil. Adoptó un vestido celeste y su cabello era adornado por una cinta de color oscuro que rodeó una melena dorada. La simulación de la fémina lucía muy sonriente, aunque su gesto cambió a una expresión muy curiosa cuando un pequeño conejo blanco, un tanto caricaturesco, se manifestó en la tarima y pasó corriendo frente a sus pies. Iba vestido de traje y llevaba consigo un reloj de mano, el que observaba con una expresión preocupada, que de inmediato hizo que recordara a alguien. 

Una voz distinta a la de Anima, comenzó a narrar, acompañado por las acciones de la simulación: 

—Esta historia comienza tras morir el rey de corazones. Alicia comenzó a seguir ciegamente al conejo blanco, que corría apresurado por el bosque, observando su reloj —dijo una voz computadorizada, imitando la de un simple narrador de cuentos infantiles. 

—¿Qué está pasando? —pregunté al señor Phoenix quien observaba aquel extraño suceso en completo silencio. 

—Habla en clave, es obvio —dijo Phoenix, muy centrado en lo que estaba ocurriendo. 

—Tras seguirlo, y caer en su madriguera, Alicia, sin quererlo, bebió de donde no debería, tornándose grande, inmensa, demasiado para su propio bien. Eso le impidió traspasar la puerta que la adentraría más en su aventura —continuó aquella voz que se tornó más grave, al tiempo que en las imágenes, veíamos a la chica, seguir al conejo blanco,  para más tarde beber de una botella y agrandarse.

—Por otro lado, el rey de corazones, poderoso, caprichoso, antes de irse, había dejado todo listo en su jardín…  —continuó, mientras en las imágenes se lograba ver a un hombre con corona, similar en apariencia a William, con un conejo blanco, inmóvil, en sus brazos—. Dejó a cargo a su heraldo el conejo blanco, quien tomó su mala costumbre de cortar cabezas. Siendo Alicia la única capaz de detenerlo. 

—De hecho en la historia de Alicia en el país de las maravillas el rey de corazones es un inútil —comentó Phoenix, pendiente al más mínimo detalle. 

—Pero habla de William, ¿cierto? —pregunté a Evan. 

—Entiendo que sí —respondió sin alterarse. 

Todo se tornó oscuro y solo podíamos escuchar la voz que resonaba en la sala, misteriosa y siniestra:

—Pero, ¿por cuánto tiempo Alicia será capaz de mantener el control? ¿Qué hará cuando todo se le vaya de las manos? —La voz cobró fuerza—. ¿La rescatará su caballero blanco?, o ¿tampoco puede confiar en él?  Más importante, ¿cómo Alicia obtuvo tanto poder? ¿de qué botella bebió? 

—No comprendo nada —musité y busqué una respuesta en el señor quien se mantenía atento. 

—Pensaréis que nada tiene sentido, pensarás que estoy loco, Alicia… —Aquella voz pausó y una visión nos tomó de sorpresa, de manera repentina un felino de ojos brillantes e inmensos cobró forma, con una sonrisa igual de grande. Su gesto era burlón pero denotaba consigo algo escalofriante. Aquella bestia holográfica me observaba directamente a mí. Le devolvía la mirada con temor, pues no entendía nada de lo que ocurría. Mi único refugio en aquel instante fue el agarre del señor Phoenix, quien atrapó mi temblorosa mano que se empequeñecía con la suya. 

—No está sola —susurró a mi oído, pero mi vista seguía fija en aquella manifestación. Y aunque quise darle las gracias, mis nervios eran tantos que la voz no salió y solo apreté su mano. 

—Aquí todos estamos locos, tú estás loca, yo lo estoy —dijo aquella criatura artificial—. Inclusive el puntual conejo blanco, que aunque su realidad es distinta, solo necesita un pequeño empujón para alcanzar la locura. —El gato sonriente, fijó su vista sobre Phoenix—. ¿Para bien o para mal? Eso no lo sabemos. Pero todo sea por demostrar la verdad que tanto han querido ocultar. ¡Esa que enloquecerá al mundo entero!  —exclamó, y su prominente boca, de dientes picudos, se abrió y el gato comenzó a reír. Sus palabras me llenaban de dudas. ¿De qué verdad hablaba? Solté el agarre de la mano del señor y crucé los brazos. Comencé a sentir temor, por aquella cosa frente a nosotros, por el hombre que tenía a mi lado y por todo lo que no sabía de él ni de su padre. 

—Tienes la llave para continuar este recorrido, Alicia. La has tenido frente a tus ojos. Solo tienes que saber qué camino tomarás.  Al final no importa, la verdad se sabrá a toda costa y vuestro futuro será incierto —señaló el gato, observándome por una última vez antes de desvanecerse. 

En segundos, las luces se encendieron y todos comenzaron a hablar. La oradora seguía parada tras el podio en la tarima, pero en su rostro no había más que confusión. El evento se había convertido en un caos, y los periodistas presentes, quisieron abordar a la mujer con preguntas. 




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