Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 10000 - El herido señor Phoenix

Los brazos comenzaban a dolerme, pero eso no importó. Sentía la necesidad de saber cómo y por qué hizo esa locura. 

Me impulsaba con rapidez, siguiendo el rastro de salpicaduras de sangre que de inmediato se tornaban  secas sobre la alfombra.

Tras de mí, unos pasos iban insistentes. No eran de uno, sino de varias personas. 

—Señorita, ¿es usted la señorita Glitch? —preguntó una voz juvenil la cual intenté ignorar. 

—¿Es también ahora accionista de Talos Tech? —preguntó una fémina que iba a su lado. 

—Becca, acompáñame a mi oficina —Escuché una tercera voz preocupada, que reconocí como la de Duncan, que se mezclaba con la de los demás—. Necesitamos hablar. 

—Ahora no —dije a secas y seguí de largo.

 Tras mi respuesta, sentí que el sonido de los pasos se fue aminorando. Y pude escuchar a Duncan hablándole al par de manera insistente. Agradecí que los hubiera alejado. 

Ya luego hablaríamos, pero por el momento me preocupaba alguien más. 

 

°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•

 

Un último punto sangriento en el suelo daba justo frente a la entrada de la antigua oficina de William, la que más tarde llegó a ocupar su hijo. 

La puerta se abrió de inmediato, y el camino de sangre continuaba hasta el escritorio, donde se encontraba Phoenix, de pie, tecleando con rapidez en su computador. Una gran cantidad de pantallas flotantes lo rodeaban, y él miraba ocasionalmente a cada una de ellas, como si tratara de buscar algo específico. 

—Señor Phoenix —hablé, al ver que él parecía ajeno a todo lo demás, tanto que pensé que no había sido escuchada al llegar. 

Me ignoró y siguió con su incesante tecleo. Así que me acerqué, intentando entender qué estaba pasando por su mente. 

—Debe haber dejado algún rastro, pero no puedo dar con él —señaló y apenas me dio la cara. Mantenía la vista fija en un mar de información: códigos, números y ecuaciones incomprensibles para mí. 

Observé su brazo y noté como él lo movía como si nada hubiera pasado, sin embargo, su ropa empapada demostraba lo contrario. Su mano estaba rasgada, con pedazos de cristal incrustados. Además, un pequeño charco comenzó a tomar forma sobre el escritorio de cristal.

—Señor Phoenix, mire su brazo —insistí en voz baja, sin intención de frustrar lo que fuera que estuviese haciendo. Pero él seguía tecleando, y su sangre, de apariencia extraña y oscura, agrandaba aquel charco. 

—No puedo atenderla ahora, señorita —respondió con indiferencia, como si no hubiera roto una puerta de cristal con solo su brazo frente a todos.

Suspiré y me alejé, recordando que el señor William siempre conservaba un botiquín de primeros auxilios en su baño privado. 

Tomé el atrevimiento de buscarlo y regresar con él.

Al encontrar a Phoenix de nuevo, él había tomado asiento, pero sus manos seguían sobre el teclado. Situé la silla al lado de la suya y tiré ligeramente de su manga. 

—Déjeme ver su brazo —pedí, al tiempo que coloqué el maletín sobre el escritorio. 

—Acabo de dar con el sistema que utiliza para protegerse. Sin embargo, no hay forma de determinar el origen de la intervención —habló muy centrado, ignorando por completo mi petición. 

—Si fue capaz de saltar los sistemas de seguridad, no va a dejar rastros —intervine—. Dejemos el trabajo para la división de seguridad informática. Ahora mismo, a mí me interesa más su brazo.

—El hecho de que no comprenda lo que está ocurriendo no le resta importancia —expuso con su típica apatía.

—Quizá no entenderé esas complicadas cosas que ocurren aquí y quizá no soy tan inteligente como los demás, pero reconozco una prioridad  cuando la veo. Y ahora mismo, para mí eres más importante que cualquier charlatán que quiera dañar mi imagen —subí la voz y tiré una vez más de su manga.

—Esto no solo daña su imagen. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.