Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 10011 - 24 horas con el señor Phoenix - Parte I

No sabía si aquello era la mejor idea, pero acepté la extraña propuesta del señor Phoenix. 

Tras permitirle aquellas veinticuatro horas, él desapareció por el resto de la tarde. 

Así que luego de tener una incómoda cena con mi madre y darme un baño con la asistencia de Rosemary, fui a la habitación a descansar. 

—Ahora sí, pasado mañana me iré de aquí —hablé para mis adentros al arrojarme sobre aquella cómoda cama. 

Ya acostada, busqué mi móvil y lo manipulé, haciendo que una pantalla emergente flotara ante mi rostro, usé la interfase para responder algunos mensajes y verificar mi correo. 

Entre peticiones de entrevistas, para mí y para el señor Phoenix, encontré algo que llamó mi atención, otro correo con garabatos, justo como los que había recibido días atrás en el trabajo. Me pregunté si debía hablarle de ellos a Evan. 

Tuve el atrevimiento de enviar un mensaje de vuelta.

¿Quien eres?

Pulsé enviar, para en segundos recibir una respuesta:

Un error. 

Decidí indagar:

¿Qué quieres? ¿Eres quién trató de arruinar el homenaje?

Envié, pero no hubo respuesta esta vez. 

Observé la hora, apagué la pantalla holográfica emergente y coloqué el móvil a un lado. Eran las once de la noche y debía dormir. Cerré los ojos y moví la cabeza de un lado hacia otro, tratando de conciliar el sueño, pero se me hacía imposible. Pensaba en los problemas, en lo que habíamos pasado, en el asunto de mi madre, en todo. Pero había un pensamiento en particular que chocaba con los demás, el mismísimo Evan Phoenix . 

Abrí los ojos y busqué un poco de aire mientras trataba de entender porqué rayos me sentía de esa manera. 

—Estás en su casa, lo has visto todos estos días, ¿qué te preocupa? —Mordí mi labio inferior con tanta fuerza que casi llegaba a cortarme. Y es que no comprendía cómo no podía sacarlo de mi cabeza cuando había otras cosas más importantes en las que preocuparme.

Volví a cerrar los ojos, y me pregunté si aquella sensación en la boca del estómago eran los nervios en la expectativa de lo que él pudiera tener en mente. 

Recordé que una vez llegué a sentirme así, la primera y única vez que me permití a tanto y alguien terminó rompiéndome el corazón. Mientras pensaba, de manera aleatoria, en miles de cosas antes de quedarme dormida, recordé aquel momento.

Joseph conservaba una expresión lúgubre en el rostro, como si le doliera entregarme una hoja de papel arrugada. Los labios le temblaban y sus ojos estaban muy rojizos, haciéndome llegar a la conclusión de que se encontraba nervioso. Inclusive, llegué a preguntarme si quería más en nuestra relación. 

Con una sonrisa y con el corazón a mil sostuve la carta entre mis manos: 

Te quiero mucho, no me malinterpretes, te quiero, pero no de la forma en que tú lo mereces. No puedo visualizarnos teniendo una vida juntos, no de esta forma, no sé cómo explicarlo. 

Siempre serás mi amiga, Becca, pero no puedo darte nada más que mi amistad. Te quiero, lo juro, pero no puedo con tanta responsabilidad, quiero hijos, quiero una vida normal. 

 

Sin terminar de leerla la guardé en mi bolsillo, enseñé mi mejor sonrisa y me despedí. 

 

Desde aquel día conservaba la carta en mi bolso, como un recordatorio de que no debería ilusionarme de nuevo. Pero allí estaba, dando vueltas en la cama y de manera inevitable, dejando que un hombre me hiciera perder el sueño. 

—Veinticuatro horas, ¿por qué insiste tanto en mí? —hablé para mis adentros y observé la hora antes de volver a intentar dormir. Cerré los ojos, y tras divagar un rato pude quedarme dormida. 

Aquello pareció inmediato, pero desperté de un respingo, y más fuerte salté cuando me encontré con la sombra de un hombre frente a mi lecho. 

—¿Qué rayos hace aquí? —Impulsé la espalda hacia atrás, llevando una mano a mi pecho para sujetarlo a raíz de la impresión tan tremenda que me causó encontrarlo. El señor Phoenix había colocado una silla al lado de la cama y estaba sentado muy tranquilo. Junto a él había una especie de esfera voladora con brazos metálicos que cargaban una bandeja, una tetera y tazas. No sabía cómo encontrar a Evan allí me sorprendía, conociéndolo, no era sorpresa que iba a tomarse todo muy literal. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.