Capítulo 10011 - 24 horas con el señor Phoenix - Parte II

—¿Por qué se altera tanto?  —preguntó, frunciendo un poco el entrecejo—. Comprendo que sería lo más normal y cómodo para usted, ¿no? 

Bajé la cabeza sin saber qué decirle. 

—Solo busco la forma de que se sienta a gusto —explicó—. Y al verla tan alterada, llegué a la conclusión de que tal vez lo más natural, era eso. Las personas comparten su cama todo el tiempo, billones lo hacen cada noche. Entonces no entiendo qué le preocupa. 

—Eso es algo que no se hace con cualquiera—. No sabía que responderle, como siempre me tomaba desprevenida—. Apenas nos conocemos. 

—Pero es que eso pretendo, conocerla, señorita Glitch —Seguía en la silla y había ladeado la cabeza observándome con curiosidad. 

—No es eso, es decir… —Cubrí el rostro con mis manos y dejé escapar un suspiro. Sabía que él era distinto, pero muchas veces me llevaba al borde de la desesperación con su forma de ser. 

Evan entornó los ojos y por un instante se vieron muy pequeños. 

—Está pensando en lo que sucedió ayer, ¿cierto? ¿Está pensando en mi ofrecimiento para satisfacerla?

—Eh, no, yo… —titubeé, aquello ya ni lo recordaba, pero él traía el tema como si nada.

—¿Está pensando en sexo? 

—¡No! ¡Por el amor de Dios! —exploté—. Hagamos algo, hagamos algo —propuse—, ocho de la mañana, seré suya para lo que sea desde las ocho, pero ahora déjeme dormir. 

—¿Veinticuatro horas? 

—Sí, sí… solo déjeme dormir ahora —insistí—, por favor. 

—Está bien. —Se puso de pie y acomodó sus mangas. El robot volador le siguió muy cerca de los hombros. Y él, sin mucho más que agregar, se dio la vuelta—.  No olvide que dijo que será mía hasta las ocho del lunes —Y caminó con elegancia, alejándose. 

—No quise decir que…

—Que tenga una linda noche, señorita Glitch —Sin más, salió de la habitación. 

—Mierda —exclamé al estar a solas. 

Lo sabía, no solo Evan tenía que medir sus palabras, yo también debía hacerlo con él. Se tomaba todo al pie de la letra, y yo no hice la mejor selección de palabras cuando quise ganar un poco de tiempo. 

Tras divagar un poco, pensando en las locuras que podrían ocurrírsele para el día siguiente, finalmente pude conciliar el sueño. 

°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•

Al llegar la mañana, inmediatamente observé el reloj. Casi llegué a extrañar que a las ocho y trece de la mañana no hubiera sido interrumpida por él. Así que presumí que había estado durmiendo. 

Llamé a Rosemary, quien apareció de inmediato, como si hubiese estado esperando por mí en la puerta. Ella se acercó arrastrando la silla de ruedas, solo que aquella no era mi silla, era distinta, un poco más pequeña pero de apariencia robusta, con ruedas más grandes de lo normal. 

—¿Qué pasó con mi silla?

—Está guardada, pero el señor ordenó que se le trajera esta —comentó la mujer, quien siempre me desencajaba con aquella  apariencia tan similar a mamá. Era como estar con alguna tía perdida o algo por el estilo—. Vea el asiento, hay una nota. 

Rosemary me asistió y tan pronto logré sentarme, tomé la nota para leerla:

Sé que valora su independencia y aunque parezca que con esto la limito o no la creo capaz de hacer las cosas por su cuenta, es todo lo contrario. Use la silla hoy, prometo que al final del día no se arrepentirá, me aseguraré de que sea así. 

Salí de la habitación, mientras me acoplaba un poco a los controles de la silla. La odiaba, pero tenía curiosidad, así que me dejé llevar, quería saber qué clase de planes tenía. 

—La esperan en el comedor —alertó Rosemary, mientras me seguía. 

Tras bajar al piso principal, fue curioso escuchar habladuría y risas. Aceleré y cuando llegué me llevé una grata sorpresa. La inmensa mesa iba adornada de flores de gardenia que servían como centro para una gran variedad de frutas y alimentos que parecían sacados de revistas. Pero algo en particular, más que las flores y la comida, me tomó por sorpresa. Además del señor Phoenix y mi madre, nos acompañaba Esteban.