Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 10011 - 24 horas con el señor Phoenix - Parte III

 

Ya en el auto, iba sentada a su lado. Al estar desocupado por usar uno de los vehículos autónomos, abrió una pantalla emergente donde aparecía un mapa. 

—¿Ve este punto que está aquí? Es uno de los lugares favoritos de William, estoy seguro que es algo que hubiera querido compartir con usted. 

—¿Qué es? 

—Es una reserva natural. 

—¿Me va a llevar a un bosque? Pero yo no puedo… 

—Se sorprenderá. 

Luego de informarme sobre cuál sería nuestra parada, me abordó con preguntas.

Indagó sobre mis gustos, pasatiempos, cosas simples, pero todo aquello se sentía como una entrevista, más que como una conversación.  Hablé un poco de mí, mientras él, atentamente, escuchaba cada cosa y mordía una barra de color azul brillante. 

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Al llegar a nuestro destino, me vi sorprendida ante lo hermoso del lugar. El clima se sentía húmedo y el ambiente lucía como si estuviéramos rodeados por inmensas montañas que no tenían vergüenza de presumir su verdor. 

El auto se detuvo frente a un portón, invadido por enredaderas, con un letrero que decía: 

Reserva Natural : Olivia Stevens 

—¿Sabe quién era ella? 

—Una persona muy importante para William —habló con indiferencia y colocó su mano sobre un panel haciendo que la puerta del portón abriera. Frente a nosotros se mostraba una cuesta con una vereda repleta de piedras. Evan siguió de largo. 

—¿Era su mamá? 

—Vamos —ordenó, tras evadir mi pregunta.  

Ignoré su evasiva y me acerqué al comienzo de la vereda pero me detuve, no podía subir por allí. 

—¿Cómo me trae a un sitio como este? —pregunté un tanto ofendida.

—Inténtelo —respondió a secas. 

 

Moví la palanca hacia el frente y la silla se movió con facilidad hacia arriba, alcanzándolo sin problema alguno. Mis ojos se tornaron inmensos y él esbozó una pequeña sonrisa. Parecía complacido con lo que estaba presenciando. Seguí deslizándome con facilidad, como si el suelo no estuviera repleto de rocas. 

Era raro sentir la brisa entre los árboles, mientras el olor de una lluvia pasada entraba por las fosas nasales dando una sensación de paz. Él caminaba a mi lado y todo se sentía muy extraño, pues estábamos en medio del bosque y el hombre iba vestido como siempre, con su traje y su corbata. 

—Si su plan era este, quizá podría haberse vestido más adecuado para la ocasión. 

—Estoy cómodo, no se preocupe por mí, señorita Glitch —respondió y proseguimos  por la vereda. 

—Pero hace calor, además anda cargando con esa cosa —señalé con la cabeza a la inmensa mochila que cargaba a sus espaldas.

—Estoy bien, pero gracias por preocuparse —pausó y observó su reloj—. Son casi las once y media de la mañana, si necesita de agua o de algún refrigerio, déjelo saber. 

—Estoy bien, no tengo hambre. —Era hora de comer algo, lo sabía, pero estaba muy nerviosa, como si las mariposas hubieran bloqueado la boca de mi estómago. 

Al seguir la vereda, nos encontramos con toda clase de turistas, personas que generalmente iban en pareja. Nadie me observaba de manera extraña, al contrario, saludaban y seguían de largo. 

Moverse a gran velocidad era lo más cercano a correr que había tenido en mucho tiempo. 

Algunas veces, inclusive me adelantaba demasiado y Evan solo me observaba. 

—Perdón, es que... —No podía expresar lo que se sentía. 

—Está bien, no tiene que disculparse. 

Y aunque yo no hablaba él parecía entenderlo. 

El viaje duró unos veinte minutos sin descanso, gracias a que Evan era tan rápido como mi silla. 

Cuando finalmente concluímos la vereda, llegamos a un llano desde el que se podía apreciar la gran inmensidad de aquel bello bosque. En aquel terreno habían unos cuantos autos y un par de edificios de madera que no afeaban para nada el lugar. 




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