Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 10011 - 24 horas con el señor Phoenix - Parte IV

—¿Qué? —Mis labios temblaban y mi corazón estaba por estallar. Sin embargo, él no se inmutaba. 

—Que es justo lo que necesito —lo repitió sin problema. 

—¿A qué se refiere? —pregunté observándolo directamente. Sin embargo, él guardó silencio, sus labios se movían, como si estuviera por decir algo, pero las palabras no salían de su boca. Con el corazón inquieto decidí no indagar. 

Por suerte, no tuve tiempo de pensar mucho en ello, pues casi de inmediato llegó un caballero arrastrando mi silla. Evan se puso de pie, la acercó y me asistió a subir. 

—Si, bueno, ¿tiene hambre? —preguntó, como si no estuviésemos hablando de algo más antes de que el hombre apareciese. Pero sentí que era lo mejor, así que asentí y acepté que también me comenzaba a rugir el estómago. 

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Era curioso como había un restaurante en el centro del mismo bosque. Era una estructura de madera, con mesas y sillas del mismo material. Todo parecía formar parte de un inmenso árbol en donde sus ramas traspasaban desde el suelo y salían por el techo. En las esquinas del local había cajones, también de madera, desde donde brotaban pequeños arbustos con toda clase de frutos y vegetales. En una esquina del lugar, un grupo de cocineros ejercían sus funciones, estos entregaban los platos a unos seres de piernas largas, delgados y de piel metálica. 

Phoenix colocó su mano sobre la mesa, y una especie de menú se materializó sobre la madera. Yo hice lo mismo y uno también se mostró para mí. 

—Cada plato del menú es elaborado con alimentos provenientes de esta propia tierra —explicó—. Me pareció que era la opción idónea para almorzar con usted. La buena alimentación es de beneficio para el estado emocional. 

—Pero, ¿y las carnes? No pueden haber sembradíos de carne —reí, sin embargo él no pareció cachar el chiste. Me observó fijamente, provocando que me ruborizara de manera inevitable—. En fin, ¿qué me sugiere?

—Le sugiero algún plato que contenga pollo. Este es rico en triptófano, que más tarde se convierte en serotonina, ideal para mantener un sueño y ánimo adecuados —explicó. 

La forma en que detallaba las cosas, con tanta precisión, algunas veces daba la ilusión de que él lo sabía todo, era extraño pero de cierta manera interesante. 

Era alguien peculiar, las expresiones de su rostro, su forma de hablar, todo, me intrigaba, me gustaba y no podía negarlo. Haberme quedado embobada mirándole era prueba fehaciente de eso. 

—Señorita —habló, sacándome de esa burbuja—, el día es uno y el tiempo corre. Le sugiero que haga su orden, luego puede mirarme por cuanto tiempo guste.  

Ordenamos, y al cabo de unos minutos un mesero metálico, una especie de robot se acercó con la cena. De forma educada y con una voz distorsionada y mecánica nos deseó buen provecho y se marchó. Y aunque aquella máquina era de lo más interesante, me concentré en mirar la cena para ocultar mi evidente rubor. 

 

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Mi incomodidad no duró mucho, pues él comenzó a darme una charla sobre como William junto al resto de la comunidad científica se vieron obligados por años en abandonar sus proyectos. Evan explicó cómo hubo un periodo muy largo, entre el final de los veinte, hasta el principio de los cuarenta, donde los esfuerzos científicos se vieron concentrados en frenar lo que parecía ser un inminente cambio climático.

 Habló sobre cómo la financiación comenzó a ser exclusiva para darle un respiro al planeta. Contó que en ese periodo hubo un cambio radical, donde las fuentes de energía cambiaron y solo comunidades pobres y escasas conservaban aún infraestructura de antaño, y que aquello era algo que William quería acabar.  

Se sentía extraño pero a través de lo que me contaba sentía que lo conocía más, tanto a William, como a él, pues aquello parecía ser la vida de ambos, la ciencia. 

Lo escuché con atención cuando me habló de que los deseos de William eran seguir con esa gesta y de cómo sanar al mundo fue una prioridad, más que su propia vida, y que era por eso que William siempre prefirió la soledad. 




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