Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 11000 - La desaparecida Rebecca Glitch

MADDOX HUNTER 

 

No sabía que había hecho realmente, pero el señor Phoenix se puso más blanco de lo que era, sus pequeños ojos se agrandaron y me apretó con aún más fuerza, 

—No es sensato lo que está haciendo señor Hunter —advirtió. 

—Pues creo que es lo más sensato que puedo hacer ahora mismo, dejarte saber que te conviene no tenerme de malas —respondí, con una seguridad que ni sé de dónde coño saqué. 

—¿De malas? —El hombre ladeó la cabeza, como si no comprendiera del todo de lo que yo estaba hablando—. Le recomiendo no recurrir a amenazas. En su posición haría tres cosas: primero salir por esta puerta, disculparme con el señor Esteban y desaparecer, nada más —dijo de manera muy pausada, como si estuviera en cámara lenta. 

—Escondes algo, yo lo sé, no soy estúpido —insistí. 

—Continúe perdiendo tiempo y agotando los recursos del señor Morris, no encontrarán nada. —El señor Phoenix empujó mi hombro contra la pared y casi pude sentir que un poco más y podría lastimarme seriamente. 

—Repito, tiene mucha fuerza para alguien de su edad, ¿se ha sometido a esos nuevos tratamientos rejuvenecedores o qué? —cuestioné en tono burlón y aunque comenzaba a cagarme del miedo por la fuerza de este animal, no podía demostrarlo. 

—Siga mis sugerencias, lárguese —Volvió a empujar mi hombro contra la pared tan pronto estuve por zafarme.  

Pero fui salvado por la campana, pues la puerta se abrió recibiendo a Esteban.  Phoenix se alejó de inmediato, y Esteban adoptó un gesto extraño al vernos en aquella posición. «Joder, quién sabe lo que podría estar pasándole por la cabeza», pensé. Pero su preocupación era otra, un asunto mucho más importante. 

—No sé si esto es normal, creo que no lo es —anunció—, y me preocupa. —Él dio un paso al frente, activando el móvil en modo de altavoz. 

—No comprendo —agregué. Mientras Phoenix parecía perdido, exhorto en sus pensamientos.

—He estado llamando a Becca y no se escucha el tono regular de una llamada, sino que sale esa musiquita extraña —agregó Esteban—. No lo sé pero me parece preocupante. ¿Le habrá pasado algo? 

La música era tétrica, un coro de voces entonanban una canción 

 

“You are old, Father William,” the young man said,

“And your hair has become very white;

And yet you incessantly stand on your head 

Do you think, at your age, it is right?”

 

Sin apenas dejarme razonar, Phoenix intervino con un gesto muy extraño. 

—El gato —musitó—. 1949, uno de los tres coros de Alicia en el país de las maravillas —dijo en voz baja, cruzando los brazos y volviendo la vista hacia la ventana—. Él la tiene. 

Observé a Esteban, a quien los ojos se le aguaron de inmediato, él se sonrojó, dio zancadas rápidas hasta uno de los sillones y se lanzó. Phoenix, por otro lado, se quedó muy quieto, tanto que casi no parecía estar respirando. Hubo un corto silencio que fui capaz de interrumpir porque la maldita música seguía corriendo y ninguno parecía dispuesto a hacer algo. 

—¿Se van a quedar ahí parados? —pregunté, pues particularmente Phoenix se había paralizado, era como si no tuviera emoción alguna, pero todas al mismo tiempo. 

Sin decirnos nada se dio la vuelta, agarró el teléfono de Esteban y salió de la habitación casi corriendo. 

Compartí una corta mirada con mi compañero quien me buscó con sus ojos muy aguados. 

—¿No hay forma de rastrear a la muchacha? —pregunté, continuando con el papel de novio preocupado. Claro que sabía que se podía hacer algo, pero tenía que seguir haciéndome el tonto—. Sabes de todas esas cosas, ¿no? —insistí, tratando de que se pusiera los huevos en su sitio y fuera capaz de hacer algo—. ¡Joder, haz algo!

 —Es que no sé qué haré si me le pasa algo, ella es como mi hermanita menor —se quejó y estrujó los dedos sobre sus párpados.

—Con llorar no lograrás nada —agregué, y me acerqué a él para colocar una mano en su hombro—. Hay que hacer algo, buscar una solución. 

Él tomó mi mano, la besó y la llevó muy cerca de su húmedo rostro. Al sentir el roce de su piel sentí de nuevo al fantasma de la culpabilidad. 

—No sabemos sus intenciones, ¿por dónde comienzo? —dijo con su voz nasal, exaltado ante la situación. 

—Por dejar de llorar —insistí de manera reacia, más molesto conmigo mismo que con él—.  También deberíamos ver dónde se metió Phoenix y ver qué hará. 

—Tienes razón. —Esteban secó sus lágrimas, besó mi mano una última vez y se puso de pie. 

Ambos salimos de la habitación tratando de seguirle el rastro al señor Phoenix. Esteban caminaba por los pasillos y yo iba un poco más atrasado, en un intento de dejarle un mensaje a Duncan. 

 

HUNTER

Secuestraron a tu mujer, llámala, trata de comunicarte con ella, es tu oportunidad. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.