Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 11011 - El misterioso Gato

REBECCA GLITCH 

Horas atrás 

El auto siguió más de lo que debería, pasando la mansión y alejándome por completo de mi destino. No tenía certeza de lo que pasaría y eso me aterraba. Tenía frente a mis ojos la prominente sonrisa del Gato, quién justo como lo había hecho en el homenaje a William en Talos Tech, seguía hablando en clave y llamándome Alicia. 

Me acerqué a los paneles del auto, abriendo diversas pantallas con la esperanza de librarme, pero el auto no se detuvo, al contrario, aceleró y en las imágenes también aparecieron aquellos grandes dientes animados.  Definitivamente, El Gato estaba al control de todo, no solo del auto, también de mi vida. 

—Quiero volver a mi casa —reclamé—. Eso es lo único que quiero. 

—¿Ya tan pronto le llama casa? —preguntó—. Parece que se ha acoplado muy bien a su nueva vida —comentó, sonando divertido. 

—¿Qué quieres? —pregunté con nerviosismo. 

—No se preocupe, no voy a lastimarla —dijo, y su voz era distorsionada, robótica—. No debe tenerme miedo. Se lo prometo, estará bien —aseguró, pero eso no me hizo sentir más tranquila. El hecho de que estuviera siendo arrastrada a quién sabe dónde en contra de mi voluntad era suficiente para hacerme sentir miedo. 

Seguí buscando la forma de utilizar mi teléfono. Intentando llamar a Evan.

 No sabía por qué, pero al verme en esa situación no pude sacármelo de la mente, pensando en que no lo vería de nuevo. Ni a él, ni a mamá, ni a Esteban, pero el móvil seguía muerto. 

Lo arrojé a un lado e inhalé profundo, en un intento de contener los nervios. Volví a tomar los paneles del auto y nada, todo también seguía bloqueado. 

—Detén el auto y déjame ir —pedí en frustración, tras sujetar el mango de la puerta y pensar en abrir y arrojarme a la calle. 

—No tenga miedo —respondió el Gato—. Más que lastimarla me atrevería decir que hago el intento de prevenir que le hagan daño, Alicia. Póngase cómoda y acompáñeme en este recorrido —ordenó. 

Los nervios me invadieron, comencé a llorar y es que era inevitable no hacerlo, esperaba lo peor con cada segundo que yo pasaba en ese auto, incomunicada y a merced de un desconocido. 

—¡Deje de llamarme Alicia! —grité—. ¡Deje de hablar en clave, solo dígame qué rayos quiere y déjeme ir! —reclamé, y aquello no era por valentía, era el mismo terror el que me hacía gritar y reclamar salir de allí. 

—Relájese —insistió y las pantallas flotantes de los paneles del auto se apagaron y una música comenzó a salir de los altavoces, una que no solo aceleró mi corazón, lo destruyó por completo. 

—¡No, ya esto es demasiado! —exclamé al escuchar aquella música, una canción que escuchaba mucho alguien de mi pasado, la misma que cantaba papá el día de su muerte, su canción favorita para esos días. 

—El dolor reside ahí siempre, ¿verdad? 

—¿Por qué me hace esto? —pregunté con la voz apagada, y con las lágrimas invadiendo mi rostro—. Apáguela, por favor —rogué. 

Escuchar la voz del cantante fue como revivir todo, como escucharlo de nuevo. Aquello definitivamente me apaciguó, no porque no sentía miedo, sino porque me reduje a un mar de lágrimas. 

Los minutos pasaban, la canción se acabó y comenzó una vez más, y yo, aunque llorosa, continuaba con mi intento de llamar a Evan, pero era inútil, no había forma. 

Miré por la ventana, y hasta el camino comenzó a darme pánico. Empezaba a oscurecer y no habían otros autos, ni luces, nada, aquel parecía ser un lugar desierto. 

—¿A dónde me llevas? —pregunté sin obtener respuesta. 

El auto se detuvo, y la puerta de este se abrió. Aunque las manos me temblaban, presioné la palanca para salir y esperé tener la carga suficiente en la silla para llegar lo bastante lejos. 

Al salir, no se podía ver mucho, solamente la silueta de un hombre delgado y alto. Este llevaba casco, y en la negrura de la noche solo se podían apreciar unas lucecillas que resaltaban de él, formando unos ojos gatunos y una sonrisa. 

—Un gusto verla, señorita Rebecca —dijo—, había esperado este momento. 

No quise mediar palabra con él, preferí usar la palanca y alejarme. Y así lo hice, tomé el camino contrario a él y aceleré todo lo que pude, para con eso dejarlo atrás. 

Sin saber a dónde pararía seguí, mientras con la otra mano abrí la pantalla del teléfono para intentar llamar. 

—¡Por favor! ¡Así que mi Alicia no me ha salido tan curiosa! —exclamó con su voz robótica, pero conservando un ápice de diversión. ¿Quién era? ¿Por qué se comportaba así? 

No le hice caso y seguí de largo, buscando huir de él, hasta que la misma silla se detuvo de manera abrupta, haciendo que mi cuerpo volara y aterrizara en el suelo. 

—Como comenté, no quiero lastimarte —habló con jocosidad. Y aunque intenté arrastrarme por el suelo, él caminó hasta donde mi, se agachó, sentí una punzada en el cuello y perdí la conciencia. 

 

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