Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 11101 - El descontrolado señor Phoenix

La forma en que me habló, en que me pidió ese beso me tomó desapercibida. Pero, ¿por qué en ese preciso momento? ¿Por qué justo cuando tenía mil preguntas sobre su padre y el mío? 

—Un beso es algo espontáneo, no es un quehacer o un favor. Es algo que solo surge —expliqué y lo notaba, la voz me temblaba. Y es que aquel hombre me hacía sentir todo eso. Me tomaba desprevenida y en el momento en que menos lo esperaba hacía que mis nervios pendieran de un hilo. 

Sus vibrantes ojos me observaban con atención, tratando de comprender mi reacción y eso pareció desencajarlo, porque él mismo se veía muy distinto, como si algo le doliera. 

—La expresión de su rostro sugiere que no es lo que desea —dijo en voz baja y arrugó el entrecejo—. Lo comprendo —pausó—. Es una reacción lógica para todo lo que ha pasado y lo que le he hecho. Señorita, espero que pueda disculparme —dijo y seguía cabizbajo, sus ojos se movían muy rápido. Nunca lo había visto así.

—Evan, no es lo que piensa —agregué—. Es solo que tengo mucho en mi cabeza. 

Los rayos de luz que entraban a través de las ventanas de cristal iluminaban por completo la habitación sin la necesidad de tener luces encendidas. La claridad allí era tal que el señor Phoenix se veía más pálido que de costumbre y su cabello se veía mucho más oscuro. Como siempre, lucía perfecto, demasiado como para estar allí, como para estar interesado en alguien como yo. 

—Mi situación es muy parecida a la suya, señorita —señaló. Se puso de pie y caminó hasta la ventana, llevando las manos tras su espalda—. Hay un problema en mi línea de pensamiento y eso me inquieta. —El pausó, se acomodó la corbata y tras unos segundos volvió a darse la vuelta en dirección a la cama. 

—Cuénteme, ¿qué está pensando? —pregunté con inquietud. Él era extraño, pero ya comenzaba a preocuparme. Una cosa era verlo ser él, otra era comenzarlo a ver actuar como alguien más normal, Con él eso era algo raro.

—Ese es el problema, por primera vez no estoy seguro. Un pensamiento choca con otro, una y otra vez,  y no solo eso… Miles de variables se presentan con cada suceso, con cada cosa dicha. Desconozco cómo explicarlo con claridad —continuó, pero dio una corta pausa y sus ojos se agrandaron—. De hecho es la primera vez que no encuentro las palabras idóneas para describir eso que está mal en mí. 

—Pero, ¿sobre qué son esos pensamientos? Al menos uno de ellos —pregunté, encontrándome con la intensidad de sus inmensos ojos sobre los míos. 

—Todos son sobre usted —confesó—. Y esto se tornó aún más fuerte anoche. La probabilidad de que no la vería de nuevo multiplicó esos pensamientos. Asumí distintos desenlaces para esa noche y muchos no me parecían alentadores. Eso hizo que intentara procesar la idea de lo que sería mi existencia sin usted y yo concluí que… —Pausó y pestañeó repetidas veces. Me pregunté si él iba a llorar. Sin embargo, fui yo la que se le adelantó, pues un nudo aprisionó mi garganta y no me dejaba articular palabra, ni mucho menos respirar con facilidad. 

—Señorita, usted es el motor de mi existencia —soltó, haciendo que mi corazón estuviera por estallar al escucharlo. Y yo no supe qué decir, ni cómo reaccionar realmente. Me dejaba, me recogía, me ilusionaba y luego me destruía para luego volver a darle vida a mi corazón de nuevo. 

«¿Por qué me hace esto, señor Phoenix? ¿Por qué tenerlo cerca es tan complicado? ¿Por qué quererlo también lo es? ¿Por qué desde que apareció en mi vida ha pasado tanto? ¿Qué me oculta? Y ahora, ¿qué intenta decirme?», pensé. Quise preguntar tantas cosas pero él no me permitió pensar con claridad. 

—No comprendo. —Solo alcancé a decir, con el único ápice de voz que conservaba. 

El señor Phoenix quiso decir algo más, sin embargo, se inclinó y presionó un botón que dejó caer la baranda de mi camilla y sin pedir permiso llevó una mano sobre mi rostro y se acercó aún más. 

Me sentí mareada, con el corazón acelerado y con el nudo en la garganta ganando aún más intensidad. Di un respingo al sentir sus labios sobre los míos cuando de manera abrupta él simplemente se arrojó con espontaneidad, sin planificación alguna. 

Mi mano llegó a su cuello, aferrándome de él con miedo a ser herida una vez más, pero no podía alejarlo. Sentirlo tan cerca de mí era como una necesidad. Saborear sus labios se sentía como respirar. Lo añoraba, mi cuerpo lo pedía y mi corazón apetecía de él para seguir latiendo. Sus manos se concentraron en mi cabello, y ocasionalmente sus dedos juguetearon con la piel de mis mejillas, como si él supiera que puntos tocar para que no solo quisiera besarlo, sino que lo deseara más a fondo. 




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