Capítulo 100000 - La preocupación de un buen amigo

El transcurso del hospital de vuelta a la mansión fue uno largo, y el día, con tanto asunto, se hizo corto. 

—Él hace lo que quiera contigo y tú se lo permites. Es como si olvidaras todo el daño que te ha hecho —dijo Esteban a mi oído, al inclinarse un poco para luego impulsar mi silla al llegar a la mansión. Le había dicho que no había necesidad de estar conmigo hasta devolverme a mi hogar pero él insistió, como si no quisiera dejarme sola en ningún momento con Evan ni con nadie que no fuera él. Estaba siendo sobre protector, como Evan, como mamá, en fin, como todos desde que me encontraron. Y sí, me sentía querida, pero también comenzaba a ser algo sofocante.  Y no solo por ellos, pero todos, y cada uno de los empleados del jardín detuvieron sus trabajos para observarme y saludar desde la lejanía, casi parecía como si se les hubiera asignado saludarme por obligación. 

—Ciertamente el señor Morris tiene un gran poder de convencimiento en los demás. Es sorprendente y fascinante la manera en que lo ha manipulado, Esteban —comentó, caminando muy de cerca a nosotros. Algunas veces me hacía pensar que él tenía poderes o algo, pues había escuchado a mi amigo.

Esteban, un tanto alterado respiró profundo y siguió de largo, impulsando mi silla con más rapidez. 

—Eso no tiene que ver con Duncan, es por todas las veces que Becca ha llorado por tú culpa, por los problemas que se ha metido gracias a ti, y aún así ella sigue resistiendo todo esto —refutó agravando su voz. 

Evan se detuvo por un segundo, como si buscara las palabras correctas. 

—Ella me entiende —alcanzó a decir. Y aunque no lo comprendía del todo, buscaba hacerlo, así eso me costara muchas más lágrimas. 

—¿Y quién la entiende a ella? —insistió Esteban. 

—Primeramente no olvide quién firma su cheque, Esteban. Segundo, creo entenderla bastante, como para saber que lo que usted está haciendo no le agrada. 

Esteban se detuvo y se apartó de la silla, dándome la libertad de yo usar la palanca y alejarme de él. Y fue cuando comprendió que a pesar de lo que había pasado, yo apreciaba mi independencia justo como Evan lo había entendido. 

—No solo se lo digo a Esteban, se lo digo a ambos —alcé la voz, mirando a los dos hombres—. Déjenme respirar. Sé que andan preocupados por mí, pero estoy bien, solo quiero descansar. 

Y con eso me di la vuelta, dejando a los dos rezagados, buscando entrar a la casa.

Al entrar, noté que todo se veía como siempre. Pero fue extraño ver que el piano ya no estaba, y que esa esquina se encontraba completamente vacía. 

—El señor quiere dejar a su discreción la decoración de la casa, en caso de que desee colocar otra cosa que no sea un piano en esa esquina —explicó Rosemary acercándose a mí de manera muy abrupta. 

—Quiero un piano, idéntico al anterior —respondí al tiempo que Phoenix entró—. El señor me debe unas lecciones —completé y lo observé en complicidad, pero eso no pareció gustarle a mi amigo quien negó con la cabeza al escucharme, y Evan, por otro lado, ni siquiera entendió lo que era un inocente coqueteo de mi parte. 

—¿Podemos hablar en privado? —preguntó Esteban con algo de insistencia, pero mamá, quien también apareció, viéndose casi como la copia de Rosemary interrumpió. 

—No sin que antes nos acompañes durante la cena, hijo —exhortó. 

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Tras Esteban acompañarnos en una incómoda cena, donde el señor Phoenix le preguntó repetidas veces sobre su pareja, un tal Hunter, me acompañó a mi habitación. 

—Pues si vives como una reina —comentó y se movió por los alrededores, observando cada cosa con curiosidad—. Todo parece sacado de alguna película. 

—Pues sí —reí por lo bajo y le acompañé al entrar, de hecho, no me había fijado en lo bonita que era la habitación, y como Evan fue capaz de dejar un nuevo ramo de lirios junto a la ventana, donde nadie pudiera dañarlos. 

—Pero Becca, ¿eres feliz aquí? 

Giré la silla y le di la cara a Esteban quien me observó con un aire preocupado.