Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 100010 - La soñadora Rebecca Glitch

REBECCA GLITCH 

Volvía a estar de pie, y de nuevo se sentía muy real. Pero una vez más lo tenía frente a mí. La prominente sonrisa emanaba en una fuerte luz de su casco. El delgado y particular hombre caminaba hacia mí, mientras entonaba la misma canción que mi padre el día de su muerte. Cubrí mis oídos, traté de darme la vuelta pero era imposible escapar de él. La canción sonaba más y más fuerte, acompañada de una distorsión tan desconcertante, que hacía que mi corazón latiera desbocado. 

—Señorita —alertó Phoenix en voz baja, tocando con ligereza mi hombro.

—Evan —solté junto a una bocanada de aire, aliviada de que aquello había sido una pesadilla y que el señor Phoenix seguía a mi lado.  

—Puedo notar una ligera exaltación. ¿Algo la inquieta? —preguntó él, quien estaba apoyando la espalda del marco de la cama, como si no hubiera pegado el ojo en toda la noche. 

—Fue solo una pesadilla. —Presioné la sien con la punta de mis dedos mientras apretaba los ojos y buscaba mantener el ritmo de mi respiración—. Pero estoy bien —advertí—. No te preocupes. 

—Señorita, sabe que su bienestar es mi prioridad, y puedo percibir en usted que los rangos de frecuencia respiratoria van muy por encima de lo normal. Lo más adecuado sería que busque relajarse —comentó, como lo hacía siempre, dando datos que yo no comprendía cómo, ni de dónde, se los sacaba. 

—Con eso no me ayuda mucho…—Aunque tenía razón, el corazón no se detenía. Era difícil contener la respiración así fuera un poco. 

Él se inclinó a mi lado, y sostuvo mis brazos contra la cama, obligándome a ponerlos muy derechos. Luego se movió y acomodó mis piernas. 

—Debe contraer sus músculos y luego dejarlos ir, al tiempo que mantiene su respiración a la par del ejercicio.

—¿Cómo sabe eso? 

—Es un ejercicio básico, conocimiento general. 

—Claro que sí. —Le seguí el juego, cerré los ojos y le hice caso. Busqué mantener el control de mi respiración con cada contracción de músculos. Sin embargo, volvía a abrirlos para encontrarme con él y su brillante mirada acompañada con la vista de su cuerpo. 

Aunque tenía parte cubierta, estaba consciente de que él seguía desnudo a mi lado. Y eso, por razones obvias, más que en acelerar mi respiración ruborizó mis mejillas. Así que intenté ignorar su presencia, pero su mirada dificultaba todo intento de relajación. 

Con los ojos cerrados noté que, en silencio, se alejó pero en segundos pude sentir como me alzaba en brazos como ya era costumbre. 

—¿Qué haces? 

—Buscando que se relaje —advirtió, mientras caminó conmigo hasta la puerta que daba al balcón adjunto a mi habitación. 

Cuando estas se abrieron, una fuerte y fría brisa nos golpeó y ni siquiera le sentí inmutarse ante la temperatura, como si no la sintiera. 

—Evan… sigues desnudo. 

—La fisiología de mi cuerpo no se diferencia a la de otro varón. ¿Podría explicarme por qué se escandaliza tanto? 

—Bueno… —Sí, se diferenciaba en muchas cosas, no era parecido en nada al otro hombre que había visto desnudo—. Es solo que hace mucho frío —advertí. 

—Comprendo, ¿está incómoda?

—No, yo tengo ropa… —dije en tono de broma y busqué reír, pero él no respondió. Desde aquella posición podía verlo a la cara muy de cerca, pero si inclinaba mi cabeza daba hasta un cielo repleto de estrellas.  Definitivamente aquella hermosa vista y la fría brisa comenzaban a relajarme. 

—De manera un poco generalizada podría decirle que las pesadillas son secuelas del estrés, ansiedad, o de algún malestar físico. ¿Le duele algo? ¿Sigue afectada por su encuentro con el Gato? —cuestionó con preocupación, observándome de nuevo de esa manera tan intensa que lo hacía siempre. 

—Soñé con él y con papá, también soñé que caminaba, pero aún así no podía escapar de él —expliqué, y de inmediato volví a estresarme. 

—Me encargaré de que no vuelva a pasar por un momento traumático como ese, señorita. Se lo prometo —dijo en voz baja, acercándose más al borde del balcón, sin siquiera quejarse por mi peso.  Yo me concentraba en mirar al cielo, buscando en el firmamento y en su compañía la tranquilidad que tanto necesitaba. Pero no podía dejar de pensar en aquel hombre que me hostigaba, me apodaba como un personaje de una historia infantil y quería llevarme un mensaje que no comprendía del todo. 

—¿Y si al final del día no es alguien tan malo? —medité—. ¿Y si ya lo conocemos? 

—Quisiera tener una contestación para que pudiera dormir tranquila. Es inquietante saber que no tengo la respuesta idónea para todo. —Bajó ligeramente la cabeza, casi luciendo frustrado. 

—Nadie es perfecto. —Tomé su nuca y me acerqué a él. 

—Viví gran parte de mi vida pensando que lo era —agregó y parecía estar hablando en serio. 

—Nadie lo es —dije, tratando de ignorar la rareza de su comentario y buscando cambiar el tema—. ¡Perfectas son las estrellas! ¡Observa, son hermosas! —dije con efusión y con la punta de mis dedos busqué subir su mentón. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.