Descifrando a Mr. Phoenix (en Edición)

Capítulo 100101 - La sonrisa de Evan Phoenix

REBECCA GLITCH 

 

—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —preguntó mi madre, parada tras de mí, dándole la cara al espejo que mostraba el reflejo de ambas.

—No —susurré—. No lo estoy —dije con sinceridad. 

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó ella con un gesto preocupado. 

—No. Quiero ser independiente por una vez en mi vida. —La observé con duda—. Además, quiero que descanses de mí.

—Nunca has sido una carga, cariño. —Con sus delgados dedos recogía mi cabello y lo iba entrelazando—. Si estás molesta por todos los secretos, por lo que pasamos William y yo...Becca, yo... Lo siento. 

—Puedes estar tranquila —aseguré con una débil sonrisa—. Estoy y estaré bien. 

—Te veo distinta —Mamá se inclinó un poco, colocándose a mi nivel. Ver nuestros rostros tan cercanos, uno al lado del otro, era como ver doble, nos parecíamos mucho—. Estos últimos dos o tres días y durante la mañana he escuchado pisadas que provienen desde aquí. Inclusive, a eso de las cuatro, no podía dormir y lo vi saliendo de tu habitación. 

Un rubor se apoderó de mi rostro. 

—Pues sí, yo... —No sabía muy bien cómo responderle. Esas cosas eran incómodas hablarlas con mamá. 

—Él te lastimó, pero eres una mujer adulta para tomar tus decisiones —declaró—. No te puedo decir que apruebo esto del todo, pero cariño, espero que al menos te estés cuidando. 

—Mamá, no te preocupes, no ha pasado nada, solo hemos conversado. 

—Sí, claro —bufó con incredulidad, y riendo con cierto sarcasmo, porque por razones obvias, no me creía para nada—. Cuídate, hija. 

—No te preocupes —mentí. Sí, habíamos estado la gran mayoría del tiempo teniendo conversaciones nocturnas, en las que solo pedía de mi compañía y nada más. Sin embargo, sí, hubo intimidad y sin ningún tipo de barrera que me protegiera. 

Nuestra conversación que era bastante incómoda para una madre con su hija fue interrumpida por el sonido de la puerta. 

—Pase, muchacho —Mamá suspiró y concluyó con la trenza. Tras asegurarla, dio un paso hacia atrás para que yo pudiera girar la silla. 

Evan entró y siempre verlo resultaba como la primera vez. 

—Señorita, su semblante se ve muy distinto. Desconozco si es por su nuevo peinado o sí rebosa de entusiasmo ante nuestra partida. 

—Pues… —Pausé, y sin darme cuenta estaba sonriendo, algo que mamá sí notó y se convirtió en preocupación de su parte—. Ando un poco nerviosa. 

Evan respondió mi sonrisa con la propia, que volvía a lucir más como una imitación de mi expresión. 

—Le prometo que será una experiencia enriquecedora —advirtió con confianza. 

—Becca necesita ayuda para algunas cosas —intervino mamá—. Creo que no sería lo más conveniente para ella ir sola. 

Evan, con la elegancia de siempre, caminó con detenimiento y fue hasta mis maletas que estaban listas. 

—Confíe en mí, señora —comentó él, programando cada una con su panel de control—. Comprendo que quiera cuidar de ella por el hecho de ser su madre. Pero cabe decir que hacerlo es un error. La inseguridad en ella, su falta de autoestima y su aparente insatisfacción ante la vida son producto de su extrema forma de sobreprotección para con ella —enumeró. Y mamá, pasmada, me observó con un gesto de culpabilidad. 

—Evan, por favor, ¿podrías llevar las maletas? —pedí, solo para que dejara de incomodarla. 

—Recuerde algo, señora. Si eliminamos del panorama la posibilidad de algún accidente o una enfermedad inesperada, sus probabilidades de morir  antes que su hija son altas. Es por ello que le exhorto a que le permita experimentar lo que sería una vida sin usted. 

—Señor, yo… —ella titubeó—. Está bien, vayan solos, supongo… —dijo con la cara pálida. 

—Está bien —respondió Evan con pausa, dejando a mi madre sin habla y con sus ojos muy abiertos. 

—Evan, las maletas —insistí. 

—Por supuesto. La espero en el auto y no se preocupe, donde nos alojaremos hay personal para atenderla correctamente. —Asintió y siguió de largo, saliendo de la habitación, con las maletas tras su rastro, pues las había programado para eso. Mientras, mamá, se quedó de brazos cruzados viéndolo salir. 

—No sé cómo lo aguantas. —La noté arquear las cejas justo antes de darse la vuelta—. Déjame ir contigo. 

—No, mamá. Él tiene razón. Necesito independizarme —afirmé. 

Y es que con Evan eso tendía a ocurrir mucho. Era frío, cortante pero no te ocultaba la verdad, por más que te hiriera. 

Esa transparencia, que aunque para muchos era un defecto, yo comenzaba a verla como una virtud. 

 

°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°• 

 

Habíamos llegado al aeropuerto y mientras las maletas seguían a Evan como polluelos a su mamá, nos dirigimos a un área particular, una sección del local donde se alojaban muchas menos personas, todos ellos de apariencia acaudalada. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.