¡Bienvenida a Basset!
Cuidado con la maldición Kaster.
De niña me contaban historias sobre un castillo de diamantes, con princesas hermosas y príncipes perfectos. Cuando crecí (y le vi lo absurdo) deje de soñar con esas fantasías, hasta que un día vi en línea la versión Live Action de todos esos cuentos con la noticia de que abriría sus puertas a mentes brillantes que solo necesitaban un empujón, un apoyo económico, bueno, ese castillo se llama Basset.
Cuenta con todo tipo de instalación las cuales vale la pena quemarse las pestañas hasta conseguir la beca. Biblioteca como la de Bestia, acuario investigativo y área de piscina donde Ariel estaría como en su casa, hectáreas de bosque donde Blanca Nieves le encantaría estar, incentivos atléticos como la equitación y arquería para Mérida, esgrima para Mulan, pista de patinaje para Elsa, sin mencionar los salones de clases en donde ni Aurora quisiera dormir de lo impresionantes que son.
Basset University es todo lo que se puede esperar de un cuento de hadas.
—Y esta es la torre seis, dispone con los equipos científicos y tecnológicos más avanzados. De aquí a allá, los otros cuatro edificios son la residencia, dos de mujeres y dos de hombres. Eso sería todo.
—Chico, solo te pedí que me dijeras donde estaba la dirección, no que me dieras el recorrido turístico.
Me empino la botella de agua intentando recuperar el aliento de tanto caminar. ¡Dios! Siento que dejé el alma en la torre cuatro, la de recreación y descanso que de descanso no tuve nada.
—Ah, jejeje, pues veras…—el chico asiático se rasca el brazo y al levantarse la manga el tatuaje de un triángulo invertido sale a luz—. Venimos de ahí.
Escupo el agua que le cae en el torso.
—¡¿QUÉ?!
¡Será cabron!
—Si —se limpia con una mueca divertida—, justo iba saliendo de ahí cuando me hablaste.
Hasta me dolió la frente del piñazo que me di para evitar dárselo a él. Mi primer día y ya hago todo mal; ¿será hoy mi día Murphy? Primero piso la mierda de lo que quiero pensar es un perro, llego tarde a mi reunión con el director y como cereza del helado: me pierdo por culpa de un chino que parece idiota.
¡Recuerdo haberle preguntado específicamente sobre la dirección!
—Está. En el otro extremo. ¡De la universidad!
Comenzó a jugar con un mechón de su cabello azabache, sin nada de culpa, con una sonrisa boba que me quema los ojos. ¿En qué momento dije que era buena idea confiar en él?
—Si… ya puse la queja para construir una vía de motocicletas en los pasillos.
Pero…
Pero mamá jamás me advirtió que la guapura de los príncipes era opacada por el maní que tenían por cerebro.
¿O será que tienen cucarachas?
—Y a todas estas, ¿quién eres tú? —cuestiono volviendo a tomar agua.
—¿El amor de tu vida? —mi expresión le arruina la bromita—. Me llamo Usui Shima, tercer año de Administración.
Aparto el mentón cuando sus dedos acarician mi barbilla, como monje a niña de seis años. Hasta ahora pude sobrellevar sus coqueteos, desviar los temas que nos llevaran a un ámbito sexual e ignorar sus achaques narcisistas típicos de un riquillo, pero eso último pone a trabajar mi cerebro.
—¿Shima? Me suena.
—Puede ser que me hayas visto en una que otra portada de People juvenil o en propagandas de Azzaro y Seiko.
—No, no es eso…
Sigo pensando, pidiéndole a mis minis Marshall que busquen en los archivos. Algo semejante a una fresa pasa por mi mente y es cuando fanfarronea sobre Calvin Klein que se me prende el foco.
—¡Saliste en el comercial LGBT de Revlon! —se le derrumba la torre de arrogancia—. Nunca vi que el verde con rojo le quedara tan bien a un hombre.
—De todo lo que he hecho, ¿tu solo te acuerdas de cuando me maquillaron como un puto marica?
—Nah, solo te quería molestarte. Eres hijo de Lian Zhou, dueña de Chartreuse, compre su colección de invierno.
—Ah, ¿sí? —Se le iluminan los perversos ojos negros—. A parte de belleza, buen gusto también. Me encantaría ver como modelas lo que…
El comentario queda a medias cuando un Bugatti La Voiture Noire da una vuelta cerrada estacionándose frente a nosotros despertando una nube de polvo que me hace cerrar los ojos.
Mi lado impulsivo, poco racional y bastante volátil se prepara a soltar palaras que su preciado trasero de niño rico no está preparado. Usui me retiene del brazo cuando reconoce de quien es Bugatti y volteo a ver las puertas del edificio que se abren con la salida de un chico alto, de bata blanca y tapaboca puesto que no me deja detallar su rostro.
Eso despierta mi curiosidad, en solo segundos, sin haber hablado o incluso saber quién frutas era, se había vuelto una incógnita. Veía su rostro con el signo de interrogación.
Se me olvidó hasta donde estaba o el por qué estaba tan molesta cuando levanta la mirada hacia mí, tragué saliva cuando lo hizo, incapaz de parpadear. Eso, con aquella impresión tan fría, cargada de cansancio pero chispeante de impaciencia me atravesó junto con el azul intenso de sus ojos.