Arami
Sentí mi sangre arder, cuando me dijo que estaba conociendo a alguien. Varias veces en la noche había peleado con mi lobo, me costaba retenerlo. No podía creer que luego de estar apático tanto tiempo hubiera cobrado tanta fuerza. Era evidente que Eira era una loba, pero ¿qué podía ser lo que la había perturbado tanto como para sentir la necesidad de ocultarse, incluso de los de su misma especie? Debía ser algo realmente grave, pero, ¿qué? No lo sabría hasta que ella misma me lo dijera.
Eira me fue dando indicaciones precisas para llegar a su casa, que se encontraba en la periferia del pequeño pueblo, en la puerta estaba estacionado su auto. El lugar tenía estilo rústico, con un cerco de madera que rodeaba un exuberante jardín.
— Es allí — me indicó, como si no fuera la única casa en la manzana con su automóvil en el frente.
— ¿Por qué vives tan lejos? — pregunté, aunque ya intuía la respuesta.
— Me gusta estar cerca de la naturaleza — como toda loba.
Estacioné y me bajé para acompañarla hasta la puerta. Ella no protestó, pero se la notaba tensa. Luego de la pequeña empalizada, había que recorrer un camino de piedras que atravesaba el hermoso jardín.
— Gracias... — comenzó a decir de manera dubitativa, cuando llegamos a la entrada. — Gracias, por traerme.
— Invítame a pasar — habló mi lobo sin darme tiempo a detenerlo
— Yo...
— No te preocupes, no necesitas invitarme. Mi lobo se vuelve un poco intenso en tu presencia — admití.
No tenía sentido ocultarlo, lo más probable era que mis feromonas la estuvieran agobiando y esa debía ser la mayor causa de su nerviosismo.
— Gracias — volvió a decir.
Ella abrió e ingresó en su casa y yo, me quedé unos segundos mirando la puerta de madera y luego, a desgano, me marché.
***
Eira
Su lobo se sentía atraído por mí, era eso, era el motivo por el cual había regresado antes, por eso su olor se dispersaba cuando estábamos juntos y, por supuesto, por eso el interrogatorio constante. Por la Diosa, estaba en un gran problema. Recordé su voz cuando le presenté el reporte diario, y mi corazón volvió a acelerarse, su mirada lobuna...
Diosa, ayúdame. ¿Qué haría? No podía permitirme sentir cosas, algo malo podría suceder… Diosa… Selene… Con el corazón todavía acelerado decidí que podría hacer un ritual a la Diosa Luna, aunque no estaba segura de que me respondiera, después de tantos años alejada, me daba un resquicio de esperanza intentarlo.
Me dirigí a la parte de atrás de la casa, donde Taty me había hecho construir un pequeño altar para Selene. Yo había obedecido su sugerencia y lo consagré tal como mi abuela me había enseñado, pero no lo había usado nunca en los años que llevaba viviendo en Sverbolok, y si tenía que ser sincera, no me dirigía a la Diosa desde antes de que ocurriera lo de Colin. Aunque, como toda loba, no dejaba de creer en la Diosa, tampoco me sentía cercana a ella. Después de aquello, no solo había perdido contacto con mi parte lobuna, sino con mucho de lo que hacía a mi ser.
Encendí una vela blanca, llené un cuenco de arcilla con agua y lo coloqué en medio de la pequeña mesa. Luego encendí un incienso y rodeé la casa con su humo. Llegué a la cocina, preparé un té de hierbas mágicas que abrirían mi conexión con los planos superiores: milenrama, lavanda, raíz de valeriana y diente de león.
Volví al altar, y me senté frente a él a beberlo, mientras observaba el agua. Debía esperar a que la luna se reflejara en ella, y ese sería el momento de hacer el pedido. No recordaba haber pedido muchas cosas, cuando todavía la decepción no me había ganado
Tomé un sorbo, y esperé, tomé dos, tres... En algún momento de la noche, la niebla rodeó el lugar, y un suave viento se levantó, haciendo sonar las campanillas que tenía colgadas en torno a la casa. El ambiente se había tornado místico, podía sentir que alguien estaba junto a mí, pero solo miraba el cuenco. Respiré profundo, me terminé el té y allí me quedé, observando el agua, pasó más de una hora hasta que el rostro de Selene apareció.
— Mi Diosa… — mis labios temblaron. — Perdona mi larga ausencia — comencé a decir. — Sé que en mucho tiempo no te he dado culto. La verdad es… la verdad es que he estado muy dolida — mis lágrimas comenzaron a correr. — Tal vez debería haberte dicho esto antes, pero no tenía la fuerza, ni el valor — mis sollozos se convirtieron en un llanto que sacudía todo mi cuerpo, todo el dolor que había reprimido luego del rechazo me desbordó. — No puedo entender por qué lo permitiste… — Retuve mi lengua, pues no quería ofender a la Diosa, pero no lograba que mi mente formara ninguna frase que no fuera un reclamo, por lo que solo solicité su auxilio, esperando que ella entendiera lo que me pasaba. — Ayúdame... Sálvame.
No fui capaz de decir otra cosa, y el reflejo pronto se apagó. Mi oportunidad había pasado, pero de todas maneras me quedé largo rato dejando correr mis lágrimas sobre el agua. Cuando pude recomponerme, me fui a dormir.
En la mañana, para gran sorpresa mía, el teléfono sonaba y era Taty.
— Tatita, qué milagro — comenté adormilada.
— Nada de milagro, ¿por qué duermes hasta esta hora?
— Anoche invoqué a la Diosa y me quedé despierta hasta muy tarde.
— Ya entiendo todo, pues ella me despertó, pero no me ha dicho nada. Entendí que debes consultar a una de sus sacerdotisas.
— ¿De las que hacen las bodas?
— Sí. No solo hacen bodas, hacen muchas otras cosas — explicó.
— ¿Y para qué tendría que consultarla?
— Para pedir el augurio que yo no te puedo dar, la Diosa tiene un mensaje para ti.
— No sé si quiero relacionarme con ninguna de esas criaturas, tengo suficientes problemas aquí.
— ¿Qué problemas?
— Arami.
— ¿Qué pasa con él?
— Ya ha manifestado abiertamente que le gusto, no sé qué hacer.